U
n tipo de alimento frecuentemente consumido por niños y adolescentes en la Argentina posee altos niveles de micotoxinas relacionadas con enfermedades esofágicas y potencialmente cancerígenas, según un estudio realizado por investigadores del INTA, la Universidad de Buenos Aires y la Comisión de Investigaciones Científicas. "Debido a que los palos de harina de maíz, llamados comúnmente chizitos, son “consumidos en grandes cantidades por infantes y adolescentes en la Argentina, consideramos necesario estudiar el contenido de las fumonisinas”, explicó el autor principal del la investigación, Francisco Federico, del INTA Concepción del Uruguay. Se trata de unas micotoxinas producidas por un hongo y catalogadas como posibles carcinógenos humanos por la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer que depende de la Organización Mundial de la Salud. Estas sustancias generalmente se encuentran presentes en el cultivo de maíz, que representa el 30% de la producción de cereales y oleaginosas de la Argentina, y más del 50% está destinada a consumo animal. Luego de ser aisladas y descritas por primera vez en Sudáfrica en 1988, fueron identificados más de 10 tipos de fumonisinas de las cuales la B1 (FB1) es considerada la más tóxica y prevaleciente en el maíz. El riesgo relacionado con el consumo de productos derivados de ese cultivo pudo observarse en estudios realizados en la India y en Sudáfrica, donde casos de cáncer esofágico y problemas gastrointestinales fueron asociados con altos niveles de fumonisinas. Si bien la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos (FDA) afirmó que esos estudios no presentan “evidencias directas” de los efectos adversos de esas sustancias sobre la salud humana, se ha constatado que sí ocasionan problemas en la salud de animales de cría y experimentación. En consecuencia, “debido a que la fisiología humana es similar a la de varias especies de animales (otros primates y el sistema cardiovascular de los porcinos), es posible asociar a las fumonisinas con ciertas enfermedades humanas”. En este sentido, el Comité Científico sobre la Alimentación Humana de la Unión Europea estableció el consumo diario de FB1 en dos microgramos por kilogramo (2 µg/kg) de peso corporal. O sea, que un niño de 10 años que pese 45 kilos podría consumir hasta un máximo diario de 90 microgramos. Entre las 20 muestras recabadas, el equipo encontró una con 1.649 fumonisinas totales (de las cuales la FB1 es la prevaleciente con un promedio de más del 70%), por lo que el infante podría consumir hasta un máximo diario de 75 gramos de esa muestra de chizitos (en general, los paquetes chicos de este tipo de productos poseen unos 55 gramos). En las 19 muestras restantes, que fueron recolectadas al azar en comercios de las provincias de Entre Ríos, Córdoba y Buenos Aires, se observó que la presencia de FB1 fue de 257,5 microgramos por kilogramo de producto. Para Federico estos datos indican que “existe una alta ocurrencia de fumonisinas en los palos de harina de maíz”, aunque desconoció “si ello ejerce algún efecto en la población”. La investigación publicada en la revista Mycotoxin Research (2010, 26:273-278, disponible en www.springerlink.com) es el primer trabajo en el país en el que se estudia la concentración de ciertos tipos de fumonisinas en palos de harina de maíz. “En este experimento, se identificaron y cuantificaron FB1, FB2 y FB3”, sostuvo Federico, quien subrayó la necesidad de continuar con estas investigaciones “en las industrias de procesos porque, a pesar del proceso de extrusión que sufre la materia prima, encontramos esta muestra con muy altos niveles de fumonisinas”.