N
i un padrenuestro ni un gloria a la Santísima Trinidad ni mucho menos un rosario en versión completa han servido de mucho. No hay modo: se trata ni más ni menos que de una cuestión bien terrenal y en este terreno es donde habrá que encontrarle la solución al entuerto. Desde hace días los empleados del Instituto de Ayuda Financiera a la Acción Social (Iafas) están de protesta, y la protesta ha puesto patas para arriba a todas las salas de juego de la provincia, y así el run run agobiante de las tragomonedas, el summun del turismo provincial, ha dado paso a otro escenario: rostros filosos, brazos caídos. Casi no hay juego en Entre Ríos. No hay apuestas, la rueda que mueve la fortuna, el azar, está atascada: nadie cobra, nadie paga. El Gordo de Navidad, un decir, porque no hay un Gordo de Año Nuevo y otro de Reyes, como otrora, sino uno sólo, que se sorteó el 30 de diciembre, pero que se llama de Navidad, ese premio mayor de la Lotería de Entre Ríos, entonces, tiene a sus afortunados ganadores en ascuas. En realidad, un único ganador. Se vendió la mitad del billete, del billete ganador, el número 25.864, que obtuvo un premio nada despreciable: medio millón de pesos. Bueno, ese medio millón todavía el dinero no salió de las arcas del Iafas, todavía no ha podido ser cobrado por su ganador. Hay un ganador entres paréntesis. Ganador, con sotanas No es cualquier ganador. No es un apostador del montón, o sí, depende del cristal con el que se lo mire. Como fuere, a través de ese cristal, lo que se ve es a un señor de sotanas, un sacerdote, un sacerdote de la diócesis de Concordia, nacido en Chajarí, el padre Juan Angel Percara, párroco de la Parroquia Inmaculada Concepción. El padre Percara accedió al boleto ganador de una forma peculiar, azarosa: un feligrés al que asistió espiritualmente durante el mes de noviembre mientras estuvo convaleciente de una intervención quirúrgica, se lo obsequió como muestra de gratitud. Lo que se regala, no se devuelve, habrá pensado el cura, que ahora piensa cómo cobrar, cuándo cobrar el premio, qué hacer con lo que cobrará. Una crónica que abunde en lugares comunes, diría que el feliz ganador del Gordo de Navidad ha salido de la consideración pública, y se ha hundido en el más estricto bajo perfil, al punto que es inhallable. Lo cierto, en realidad, es que el cura, como pasa durante en enero con casi toda la burocracia en la provincia, la burocracia eclesiástica en este caso, ha dejado a un lado sus tareas habituales y se ha tomado un mes sabático: durante todo enero estará alejado de sus actividades pastorales. —El padre no está. Se tomó de vacaciones el mes de enero –dijo el vicario de la Parroquia Inmaculada, el cura José Luis Bogado. —¿Se sabe qué destino le va a dar al premio que ganó en la Lotería? —Eso es algo que resolverá él, y todavía no ha dicho nada. De todos modos, es una cuestión personal, el premio es de él. Un poco menos Julio Ledesma, gerente comercial del Iafas, dice que la protesta de los trabajadores, enrolados en la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), que se oponen, dicen, a la privatización del juego, tiene envuelto en la parálisis al organismo. “Como no trabaja la gente, la tesorería no funciona. No se paga ningún premio. Una vez que esta situación se supere, empezaremos a normalización la situación”, planteó. Aunque el padre Percara, aún en medio de su receso, de su reclusión transitoria en cuarteles de invierno, ha enviado emisarios para que averigüen de qué modo acceder al premio, cómo hacerse con el dinero que la fortuna depositó en sus manos, cuándo y dónde cobrar el medio millón de pesos que la fortuna dejó en sus bolsillos. “Un amigo que tenemos en común vino y averiguó. Pero yo le dije que tenga paciencia, que espere, que por ahora no podemos pagar los premios por la protesta de los empleados”, contó Ledesma. En realidad, el premio no será tan suculento. El cura deberá arreglárselas con lo que finalmente le quede en “limpio” después de las deducciones impositivas de ley. En vez de medio millón de pesos, serán nada más que 360 mil pesos lo que se llevará a su parroquia. Dos por tres Los curas, se entiende, no van a las agencias de lotería, ni tampoco, se presume, están pegados a la televisión viendo el sorteo de los boletos, ni tampoco, se intuye, le rezan a San Expedito para que los toque la diosa fortuna. No. Los curas están ocupados en los asuntos del alma, dando la extremaunción, poniendo la hostia en la lengua de la gente, oyendo penas y ruegos en el confesionario, todo eso. A veces, claro, en la kermés de los sábados, en el bingo para construir el salón de catequesis, en la rifa para acomodar el campanario. En eso. No pendiente del sorteo del Gordo de Navidad El padre Juan Angel Percara tuvo en sus manos el billete de la Lotería de Entre Ríos por una cuestión azarosa. Un feligrés, el jubilado Alberto Castro, le entregó el boleto ganador, sin saber que era el boleto ganador, como muestra de agradecimiento, como modo de retribuir el empeño puesto por el cura en sus oraciones durante el tiempo que estuvo reponiéndose de una operación de cálculos en el Sanatorio Concordia. Fue por eso que el sacerdote se vio un día con un billete de lotería, y otro día, ese mismo billete, resultó ser el ganador del premio mayor. Castro, que se jubiló como empleado de una agencia de lotería de Concordia, ya había repetido ese gesto. En dos oportunidades, había retribuido el trabajo pastoral del cura regalándole un número de la lotería: una vez el cura ganó, poco dinero ganó, otra vez no ganó nada, ahora volvió a ganar. De tres billetes, dos ganadores. “Era la suerte para él y de Dios habrá venido”, filosofó el jubilado, quizá resignado, quizá sin una pizca de envidia, quizá sin pensarlo acabadamente. (Fuente: El Diario)