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uienes conocen la verdadera esencia de la alimentación nacida en la cuenca del Mediterráneo saben que sin los cantos, sin las leyendas y sin el “comer juntos”, la trilogía “pan, vino y aceite de oliva” no sería más que una pauta nutricional. Ese fue el argumento central que utilizó ayer la Unesco para declarar a la cocina mediterránea “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”. Una dieta que, desde que se demostró cuánto contribuye a reducir la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y por cáncer, ya era considerada un patrimonio invaluable. El martes, desde Nairobi, el Comité de la Unesco (ONU) eligió también a otras 12 tradiciones latinoamericanas y españolas. En este caso, España, Grecia, Italia y Marruecos –impulsados por sus ministerios de Agricultura–habían presentado su candidatura en forma conjunta. No hizo falta demasiado para que a la trilogía milenaria –más las legumbres, las verduras, las frutas, el pescado, los quesos y los frutos secos– se le diera “protección” como herencia cultural. Y que el marco de la declaración sea el primer puesto en el ránking de mortalidad que ocupan las enfermedades cardiovasculares en los países desarrollados, no parece casual. “La evidencia científica demostró que esta dieta permite disminuir el colesterol LDL (malo) y aumentar el HDL (bueno). El efecto es una especie de ‘limpieza’ de las arterias, por lo que se reduce el riesgo de eventos cerebrovasculares”, explicó a Clarín Alberto Villamil, jefe de cardiología preventiva del Hospital Argerich. “Además, gracias al aporte de frutas y verduras, tiene más potasio que nuestra dieta, por lo que reduce el riesgo de hipertensión arterial ”, agregó. En plena lucha mundial contra la obesidad y cuando lo que se espera es que en 15 años haya más de 300 millones de personas con diabetes en el mundo, otro dato resalta: un estudio hecho por investigadores españoles durante cuatro años mostró que quienes siguen esta dieta, suplementada con aceite de oliva virgen o frutos secos, tienen un 52% menos de riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. También las estadísticas del MONICA project, que compara la mortalidad por eventos coronarios entre países de Europa, muestran que la tasa de muertes por esta causa en países nórdicos, como Dinamarca, es más de un 40% mayor que en España. “Los países del arco mediterráneo mostraron mayor longevidad y eso incluye lo que se conoce como ‘paradoja francesa’: a pesar de que los franceses comen mucha grasa –manteca negra, pollo con piel–, tienen una mortalidad por eventos coronarios baja. Esto se debe a que el resto de su dieta es mediterránea y su ingesta de vino tinto”, agrega Silvio Schraier, ex Presidente de la Sociedad Argentina de Nutrición. Además de los beneficios antioxidantes y de sus efectos para disminuir el riesgo de trombosis en el sistema vascular “por la ingesta de coles como brócoli y zapallitos de bruselas, también se han observado algunos efectos preventivos en distintos tipos de cáncer”, agrega el cardiólogo Villamil. Así y todo, la dieta mediterránea aún no está arraigada en nuestro país. “Nosotros comemos mucho menos pescado, vegetales y cereales, pero yo no le echaría la culpa a los precios sino a las costumbres –dice Schraier–. Una de las bases de esta dieta son los porotos, garbanzos y lentejas que nosotros usamos poco. Esto incluye a muchos inmigrantes que vinieron, por ejemplo de Italia, y no volvieron a comer pescado”.