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omentos de gran tensión se vivieron al caer la tarde en la zona del Vaticano, cuando 150 parientes de víctimas de curas abusadores provenientes de trece países manifestaron en el castillo de San Angel e intentaron caminar, sin lograrlo por la acción policial, los 450 metros por vía de la Conciliazione que los separaban de la plaza de San Pedro. “¡Que vergüenza, que vergüenza!” gritaban en varios idiomas y mostraban carteles que decían: “Iglesia sin abusos” y “¡Fuera las manos de los chicos!”. Frente al castillo de San Angel, que fue antes el monumento al emperador Adriano, sobre el río Tíber, se encuentra el palacio central de la Radio Vaticana. Su director, el padre jesuita Federico Lombardi, es también el vocero del Papa y decidió caminar hasta los manifestantes “para darles la solidaridad de la Santa Sede”. Pero no pudo ser porque Lombardi fue acogido con una ráfaga de chiflidos y protestas que le aconsejaron dar media vuelta y volver a entrar en la radio. Entre los manifestantes estaban los de la organización norteamericana “Survivor’s Voice” (La voz de los Sobrevivientes); del Instituto Antonio Provolo de Bolonia, especializado en niños sordomudos, donde hay muchas denuncias por la acción de curas pedófilos en el pasado contra los internados, y grupos venidos de Bélgica, Holanda, Austria, Irlanda y otros países donde se registraron denuncias. Un italiano, Francesco Zanardi, protestaba contra “los crímenes del clero indigno”. Zanardi es de Savona, en la región genovesa, y desde hace dos semanas se ha declarado en huelga de hambre contra el obispo local, Vittorio Lupi, “porque no denuncia a los sacerdotes pedófilos en su diócesis”. Solo dos víctimas de los curas abusadores, el norteamericano Gary Bergeon y la italo-holandesa Paola Leerschool, fueron autorizados a caminar por la vía de la Conciliación llevando sus pequeñas antorchas. Pasaron frente a la residencia de la embajada argentina ante la Santa Sede y llegaron hasta la plaza, donde una línea separa la frontera entre Italia y la soberanía vaticana. Allí los identificaron y les obligaron a apagar las antorchas. Después caminaron hasta el gran obelisco egipcio que está en el medio de la plaza de San Pedro y dejaron “una piedra por cada víctima de los curas pedófilos”. Un consejero provincial de Roma, Gianluca Peciola, protestó por el trato que la policía dio a los dos representantes de la protesta, que fueron después admitidos en el Vaticano para que presentaran su nota de reclamos. “Es difícil comprender las razones de un episodio inexplicable como el identificar a los manifestantes, un daño a personas que han sufrido terribles abusos y violencias”, dijo el consejero Peciola.