L
a sublevación de policías contra el presidente de Ecuador, Rafael Correa, terminó en la noche del jueves con un feroz enfrentamiento entre los efectivos alzados y militares leales que fueron a rescatar al mandatario a un hospital castrense de Quito. El tiroteo, que incluyó escenas dramáticas, terminó con varios heridos. "Es el día más triste de mi gobierno", dijo el jefe de Estado, de regreso al palacio presidencial de Carondelet, donde denunció un intento de golpe de estado. Correa dejó el hospital, en el que se había considerado "secuestrado", luego de 35 minutos de enfrentamientos. El operativo fue realizado por tropas del Grupo de Operaciones Especiales, un escuadrón de elite. La transmisión oficial -por decisión del Gobierno todos los canales emitieron en cadena nacional- mostró a varios efectivos heridos en plena calle, a la espera de asistencia. El presidente ecuatoriano fue llevado de inmediato al palacio presidencial de Carondelet. Allí, ante la euforia de sus seguidores, Correa aseguró que las tropas sublevadas "fueron manipulados por partidos que quieren conspirar". Y agregó: "Es uno de los días más tristes de mi vida y de mi gobierno, a causa de un grupo de desquiciados por la infamia de los conspiradores de siempre". "No habrá perdón, ni olvido, y la ley no será revocada", advirtió el mandatario, que pidió un minuto de silencio por las víctimas de la violencia de hoy. El presidente había sido secuestrado por un grupo de policías sublevados ante la aprobación de la llamada Ley de Servicios Públicos, que supuestamente reduce sus salarios, una versión que Correa calificó de falsa, y cuya circulación atribuyó a los "apátridas". La sublevación se había desencadenado por la mañana en Quito, la capital del país. Correa, quien se repone de una operación de rodilla, se dirigió hacia el destacamento que era epicentro del levantamiento con la finalidad de mediar en el conflicto. Lo hizo sólo con unos pocos guardias personales y, mientras se encontraba allí, agentes comenzaron a tirar gases lacrimógenos, uno de los cuales cayó muy cerca del Presidente, por lo que se informó que debía ser atendido y fue trasladado al hospital policial. Cuando estaba siendo atendido, comandos policiales rebeldes tomaron control del edificio, si bien permitieron que el jefe de Estado permaneciera en una sala, comunicado con el exterior. "Estoy secuestrado; no me siento seguro", había afirmado el mandatario en comunicaciones telefónicas. El canciller Ricardo Patiño, en tanto, solicitó a la población, que ya se encontraba en las calles, que se dirigiera al hospital a rescatar al mandatario. Adherentes al presidente se lanzaron a las calles y buscaron acercarse al hospital, pero fueron recibidos por los sublevados con gases lacrimógenos. En ese sector hubo un número de heridos hasta ahora no determinado. Durante esas horas hubo control de los aeropuertos por parte de militares de aeronaútica y policías rebeldes, pero tras la afirmación del jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Ernesto González, de respeto al "estado de derecho", las terminales empezaron a retornar a la normalidad. "Las Fuerzas Armadas, como lo determina la Constitución, son una institución de protección de los derechos y las garantías, de las libertades de los ciudadanos, por eso respetamos el estado de derecho", dijo González.