U
n momento muy difícil tuvieron que pasar los hermanos Robin, al tener que relatar como testigos la trágica tarde en la que su madre, Patricia Dominga González, de 54 años, resultó quemada en casi la totalidad de su cuerpo, hace casi tres años, por lo cual murió días después. El padre de ambos, Ramón Alonso Robin, está imputado por homicidio, acusado de arrojarle combustible e incendiar a su esposa. Los hermanos defienden la inocencia de su padre y consideran que la tragedia fue por una autodeterminación de la madre, quien habría manifestado lo mismo cuando fue auxiliada. El imputado afirma no recordar nada de lo sucedido en el interior de la vivienda aquella tarde. Pero para la causa los elementos aún son confusos para confirmar cualquier hipótesis, tarea difícil que deberá afrontar el Tribunal de la Sala II de la Cámara del Crimen, integrado por Héctor Vilarrodona, quien lo preside, Raúl Herzóvich y Miguel Ángel Giorgio. Los abogados Miguel Ángel Cullen y Miguel Retamozo son los defensores de Ramón Robin, mientras que la fiscal de la causa es Cecilia Goyeneche. Versiones similares Hasta ahora, los hechos del 18 de noviembre de 2007 se pueden reconstruir a partir de los desesperados gritos de ayuda que se escucharon desde la casa de calle Lebehnson y Cortada 832. Lo que ocurrió antes será motivo de deducción a partir de los elementos probatorios y declaraciones que se reúnan en el juicio. La hija de la víctima pareció clara y precisa en su relato. Ella acompañaba hasta la esquina a familiares que estaban de visita, cuando escuchó los gritos de su madre y la vio venir por la vereda junto a Walter, su hermano. A la distancia parecía ensangrentada, pero al llegar hasta ella vio el ardor de su piel producto del fuego. La sentaron en una silla mientras buscaban auxilio, y Patricia logró decir que no fue su marido quien la incendió. Llegó un remís, pero el desalmado chofer no quiso asistirlos. Pasó otro y paró, subieron y fueron rápido al Hospital. Caminaron hasta la Guardia del nosocomio, donde se adjudicó haberse prendido fuego. Tras la atención de los médicos, fue internada en Terapia Intensiva. Walter Robin dio una versión similar a la de su hermana, pero estuvo minutos antes en el lugar del siniestro. Mientras trabajaba en el taller de bicicletas al lado de su casa escuchó el grito de su padre: “¡Walter, por favor!”. “Cuando entré vi a mi vieja que venía saliendo, la abracé y traté de apagarle”. Ramón tenía la botella de nafta vacía en la mano. “La saqué afuera, le echamos agua y la llevé a la esquina para que alguien la ayude”. El joven no quiso esperar y volvió a su casa. A Ramón lo habían sacado los vecinos porque había vuelto a entrar, pese al fuego y el humo que ganaba la casa. Cuando Walter llegó, su padre ya se había ido. Lo buscaron con su hermano mayor y cuando lo encontraron lo golpearon por ser el responsable de las heridas de su madre: “ Pensamos que había sido él, porque estaba muy borracho, porque necesitábamos descargar todo lo que habíamos visto”. Hasta que llegó la Policía y los bomberos, apagaron el fuego y se llevaron detenido a Robin: “Si no hubiese legado la Policía ese día, él tampoco estaría acá, porque lo hubiésemos matado”, afirmó Walter. Días después de ser internada en el Hospital San Martín, González fue trasladada a un instituto médico especializado en Buenos Aires, donde finalmente falleció. En su primera declaración, el joven acusó a su padre, pero en la segunda oportunidad y en el juicio afirmó lo contrario. Tras la investigación, en el Juzgado de Instrucción, Ramón fue procesado por homicidio, pero esperó el juicio en libertad. Tanto en varias charlas con sus hijos como en declaraciones indagatorias, afirmó no recordar nada de lo que sucedió esa tarde. Ni siquiera la golpiza recibida de manos de sus propios hijos. (Fuente: Diario Uno)