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antener la calma Los nervios no solucionan nada y agravan la situación. La ansiedad es contagiosa y mala consejera. Si uno se encuentra encerrado con otra persona tiene que tener en cuenta que el nerviosismo se transmite y empeora la situación. La calma también es contagiosa y sólo en ese clima se puede pensar racionalmente qué hacer para sobrepasar el momento. Estructurar el tiempo. Es muy importante establecer una batalla y focalizarse en temas que nos interesan y nos generan placer. La mente necesita pensar y resolver algo agradable, no evocar recuerdos fugaces. Lo recomendable es realizar tareas mentales, tratar de resolver algún problema concreto de nuestra vida o planificar proyectos. Diseñar negocios futuros y generar estrategias para alcanzarlos, imaginar el próximo partido de fútbol que se va a jugar, idear una receta para agasajar a alguien, intentar solucionar problemas matemáticos o pensar en un cuento, forman parte de los temas "distractores" que sugieren los especialistas. Respirar pausado La respiración diafragmática, que consiste en inspirar profundamente, (empujando el diafragma hacia abajo) y exhalar lentamente, permite disminuir el ritmo cardíaco y respiratorio y reestablecer la calma a nivel físico, primero, y luego a nivel emocional. Además, se evitan mareos y los síntomas propios de la ansiedad, como taquicardía, sensación de desmayo, de asfixia o falta de aire. El humor como herramienta Es el mejor remedio para desdramatizar la situación y no desesperarse. Tener en cuenta que aunque el tiempo parezca interminable, la situación es pasajera y luego se convertirá en una anécdota. Recaídas futuras En los días posteriores a situaciones como estas, pueden aparecer reacciones postraumáticas normales. No hay que alarmarse si "vuelven" a nosotros imágenes mentales sobre el episodio o tenemos pesadillas y miedo. De a poco, hay que tratar de volver a conectarse con la rutina diaria y mantener los horarios de sueño y comidas habituales. Para quienes sufren claustrofobia Este es un padecimiento que, en general, tiene un origen traumático en la niñez, por ejemplo un encierro como parte de un juego. Si eso fue vivido como una experiencia abrumadora, se produce un temor que queda dormido y que se despierta ante una circunstancia similar. En esa situación, las partes más primitivas reaccionan y se producen situaciones de descontrol, palpitaciones, falta de aire, pensamientos catastróficos y angustia. Quienes sufren claustrofobia suelen evitar posibles peligros, como subirse a un ascensor o viajar en subte. La manera de superar el trauma es afrontándolo, pero no de manera forzada, sino con prácticas de relajación o con terapias específicas. En casos de emergencia Ante una tragedia, como la del derrumbe en Villa Urquiza o el desmoronamiento de la mina en Chile, la amenaza no es imaginaria. Existe una emergencia real en la que es muy alto el desamparo que se atraviesa. En estos casos, el que ayuda a otro tiene que tener ciertos conocimientos. Tiene que saber escuchar sin interrumpir y aceptar sus reacciones como legítimas. También debe dejar que fluyan los sentimientos de la persona y no interferir en sus pensamientos. El profesional no debe olvidarse que está trabajando con víctimas que tienen múltiples respuestas, que van desde el miedo hasta el shock emocional.