Sábado 31 de julio de 2010
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Interés general
La ley y un estreno protagonizado por artistas
Rodeados de actores, de militantes de la diversidad, jueces y muchos periodistas, la pareja dio el sí en el Registro Civil de Palermo.
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Fue emotiva la primera ceremonia realizada en Palermo.

��Quiero decir a los homofóbicos que no va a pasar nada, nada que los perjudique”, advirtió en sus primeros minutos como casado el actor Ernesto Larrese. A su lado, Alejandro Vanelli, flamante marido tras 34 años de noviazgo, traslucía la emoción con que había hablado minutos antes. Fobia “es miedo”, continuó Larrese, “es lo contrario del amor, pero lo que se viene es más amor, más libertad y eso no puede ser otra cosa que algo más positivo”. En el Registro Civil de Palermo, una concurrencia de celebridades, activistas de la diversidad, amigos anónimos y juezas partidarias de la igualdad aplaudió a rabiar, entre vivas a los novios y lágrimas. Una platea, tal vez más numerosa, de periodismo nacional e internacional registraba con fruición cada detalle del estreno de la ley de matrimonio igualitario en la ciudad de Buenos Aires. La ocasión, atravesada por comentarios de cuán asombroso era ver realizado lo imposible, fue en todo momento una reivindicación del amor y la política; lo recordó Vanelli al referir que la ley, la boda, el cambio que se avecina volverán más difícil que se repitan las historias de muchas personas LGBT que “han sufrido mucho por no haber podido vivir algo verdadero”. Sólo en medio de la ceremonia trascendió que, en rigor, el primer casamiento entre personas del mismo sexo celebrado bajo la nueva ley se había registrado, notablemente temprano por la mañana, en Santiago del Estero (ver aparte). Sin embargo, la información no opacó la significación especialísima de la boda porteña: en junio de 2007, Vanelli y Larrese habían sido los primeros en intentar obtener un turno en ese mismo Registro Civil; ante la negativa, fueron los segundos en presentar un amparo judicial (las primeras habían sido María Rachid y Claudia Castrosín Verdú), y su caso está pendiente de resolución en la Corte Suprema. La misma sede había sido escenario, el 1º de diciembre de 2009, del intento fallido de casamiento de la pareja que semanas después logró formalizar en Ushuaia: Alex Freyre y José María Di Bello, recién llegados de su luna de miel, estaban también allí, para recordarlo y aplaudir el estreno, mientras las valijas los aguardaban en una oficina. La ceremonia estaba anunciada para las 8.30. Ya media hora antes, el movimiento en la sede daba cuenta de la expectativa. “¿Quién se casa hoy?”, inquiría una empleada del Registro Civil en conversación con una colega, tan vestida de celeste y blanco como ella, pero engalanada con escarapela de Eva Perón. “Dos actores”, respondió la interpelada, mientras los técnicos de la televisión iban y venían en medio de un enredo de cables, trípodes y periodistas recién llegados. “Fijate cómo son las cosas: en otro momento hubiera dicho ‘dos putos’”, no pudo menos que comentar una de las profesionales de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (Falgbt). “Compré cinco kilos de arroz, ¿alcanzará?”, se inquietaba una de las encargadas de dar color a la salida del Registro, mientras en la calle estallaba el diluvio. Sólo Ana María Picchio y la flogger Cumbio, madrugadoras, se salvaron de la tormenta que no tuvo piedad con María Rachid, pero sí con las copias del Boletín Oficial anunciando la nueva ley, que ella y Esteban Paulón repartieron entre los invitados apenas llegar. La jueza porteña Elena Liberatori (cuya actuación permitió los matrimonios de Jorge Salazar y Damián Bernath, y Norma Castillo y Cachita Arévalo) se procuraba un asiento discreto, mientras en primera fila Boy Olmi, Mercedes Morán, Gerardo Romano (testigos de la boda, junto con familiares de los novios) y Esther Goris eran pasto de las cámaras. Hacia el fondo, con una discreción a prueba de flashes, la hija y los nietos de Vanelli no perdían pisada de la espera. Una hora después, Vanelli y Larrese entraban en la sala en medio de aplausos, flashes y gritos de “¡Beso! ¡beso!”, en las voces desaforadas de Alex Freyre y José María Di Bello. “Después”, dijo Vanelli, que, tan conocedor de las reglas de la noticia como su inminente esposo, de inmediato aceptó posar para las primeras fotos. “Estoy muy emocionada porque es la primera ceremonia que realizamos con la ley de matrimonio igualitario”, dijo la jueza Adriana Vinacurt, que agradeció “profundamente a todas las organizaciones y movimientos que con su lucha hicieron posible la ley”. “¡Viva la Federación!”, gritó alguien, y los aplausos no se hicieron esperar. “Siéntanse libres y elijan en libertad una y otra vez”, decía la jueza a la pareja en trance de ser matrimonio, mientras desde el primer piso empleadas y empleados del lugar hacían piruetas inimaginables con celulares y cámaras para no perder detalle. Las contorsiones se multiplicaron minutos después, con la seguidilla de testigos dedicando palabras a los novios. “Es un momento precioso para todos”, un “hecho histórico”, dijo Boy Olmi, quien, contó, minutos antes había historiado vidas propias y ajenas con las otras celebridades, sólo para notar que “mientras ustedes se mantenían juntos, nosotros nos hemos separado y puesto en pareja varias veces”. “Todos los artistas apoyaron este cambio tan importante”, recordó Romano, instantes antes de que las hermanas de Vanelli y Larrese musitaran con emoción deseos de felicidad; “éstas son leyes que no obligan a nadie a hacer lo que no quiere”, declaró Morán, antes de sellar con un pico a cada uno de los novios su “los quiero”. La fórmula fue tan clásica como en cualquier caso: “en nombre de la ley pregunto”, dijo la jueza. “Alejandro Vanelli, ¿aceptás como esposo...?”, “Ernesto Larrese, ¿aceptás como esposo...?”. Los novios dijeron sí. En el Registro Civil sonó un “¡bravo!” (esta vez a cargo de un títere trajeado como dandy y engalanado con los colores de la diversidad) y estallaron los aplausos. “¡Bésense para todos lados!”, exigía Freyre, señalando el semicírculo de cámaras que rodeaba a la pareja, mientras a unos metros aplaudían Martín Canevaro y su marido, el afrouruguayo Carlos Alvarez. “Quiero agradecer a la gente que está acá, apoyándonos. No tengo más que palabras para agradecer a la Federación”, dijo Vanelli, ya casado, y venciendo la emoción que le volvía difícil hablar. “Nunca pensamos que esto podía existir, o que podía ser una posibilidad para nosotros.” (Página/12)
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