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��¿De dónde vienen estos ritos y costumbres que nos obligan a cenas hipercalóricas, hipergrasas, hipercolesterolémicas en tórridas noches de verano”, se pregunta con razón el médico y escritor Omar López Mato. ¿Hay algo más curioso que lo que pasa en Argentina? Por ejemplo, Ayelén, debido a las funciones diplomáticas de su padre se crió en diferentes partes del mundo, y cuenta que en Dinamarca “el arbolito es fundamental. Tiene que ser un árbol de verdad, vivo, y se lo decora poco antes del 24 con unos adornos bastante austeros, hechos a mano. El símbolo más importante es un corazón cuadriculado rojo y blanco, de los colores de la bandera danesa. El árbol también lleva velas que se prenden y por eso siempre hay un balde de agua cerca. Por supuesto que el 24 nos las pasamos rogando de que nieve para que el escenario sea una postal.” Allí también, el 1º de diciembre se le regala a cada niño una especie de calendario de 24 días donde cada uno contiene un chocolate, para hacer la cuenta regresiva a la navidad. Para esa época, en las tabernas danesas se preparan licores especiales y cervezas artesanales propias de la ocasión y en la cena de Nochebuena se come el postre Rise Allemand, una especie de arroz con crema con almendras picadas y al que le toca la almendra entera se gana un regalo. En cuanto a la fecha del nacimiento de Cristo, López Mato dice que “algunos se aventuran a decir que Jesús nació un 25 de marzo del año 3 antes de Cristo”. Para los armenios, el nacimiento de Cristo es considerado el 6 de enero, momento de la llegada de los Reyes y para ellos Papá Noel llega el 31 a la noche. “Durante los tres primeros siglos del cristianismo la Navidad se festejaba el 6 de enero, pero para borrar la ceremonia del Dios Sol que celebraba la Roma pagana el 25 de diciembre, los padres de la Iglesia Occidental, la cambiaron a esa fecha. Los armenios, geográficamente lejanos, mantuvieron la antigua tradición”, dice Sergio Kniasian, docente de Historia y Cultura Armenia en el Colegio San Gregorio. Así que en la medianoche del 31 de diciembre llega Gahánt-babá con los regalos. “Antes de abrirlos, los presentes se toman de la mano, forman una ronda y comienzan a cantar la canción Inch agvór e áis irigún”. Cuando se retiran los invitados, es común que se les obsequie una naranja envuelta en bolsitas de celofán y moñito rojo. Para recibir el año nuevo, el dueño de la casa se para en la cabecera de la mesa y tira tres puñados de avellanas al techo dándole la bienvenida al año nuevo y luego se la comen en ese momento, porque es mala suerte hacerlo al día siguiente. Luego van a saludar a los vecinos y deben hacerlo con el pie derecho para que no traiga mala suerte. “En las grandes festividades del año se conjugan factores emocionales fundamentalmente propiciados por la reunión de todo el clan familiar, encabezado por los de más edad y animados por la presencia de los niños. El comer o beber determinados alimentos conlleva la aparición de expresiones de buenos deseos y augurios, todos orientados a crear un aire de optimismo para el futuro inmediato”, explica Kniasian. En Nueva York, las casas compiten con los juegos de luces navideños y ventanas convertidas en vidrieras con Papá Noel y renos mecánicos y la gente va a patinar al Rockefeller Center. En Japón, se celebra con tanta pompa como en el mundo occidental, pero no en el campo. Sin embargo, para ellos el año nuevo es más importante. “A los chicos se les regala dinero y se come mochi con shiru (pescado con verdura) característico de la época, escuchan canciones populares de hace 50 años y se van a dormir. En vez de deseos, hacen un plan para el año siguiente, se visten con kimonos lindos y van a rezar a los templos”, cuenta la poeta de ascendencia japonesa Malena Higashi. En Australia, el 24, en general se va a misa a la medianoche. Pero la Navidad empieza en la mañana del 25 cuando los padres anuncian la llegada de Papá Noel en su cuarto y entregan los regalos, generalmente, sin empaquetar. Como hace mucho calor es común que las familias la pasen en el parque botánico de Melbourne, en la playa o en casas con pileta en donde los más chicos hacen luchas de agua. El resto del día se la pasan cocinando y comiendo. “Hay muchas ensaladas. Todos preparan algo, como camarones con mayonesa casera o salsa de mango, pollo relleno con espinaca y cordero. El postre típico es un budín de Navidad quemado al brandy al que se le pone una moneda australiana antigua de bronce y el que la encuentra se gana un premio que pueden ser… ¡dos dólares!”, cuenta la estudiante australiana de Literatura Stephanie. Uno de los postres típicos es “La Pavlova”, un merengue cubierto con crema batida y frutas de estación como frutilla, kiwi y banana. Al atardecer es común salir a caminar para hacer la digestión. En Rusia, la Navidad se rige por el calendario juliano y no siempre cae el mismo día. “Durante muchos años fue una fiesta a nivel religioso y ahora se recuperó como una fiesta más amplia y popular que abarca a todos. Sin embargo, uno de los rituales que se mantiene es llevar la comida a la iglesia para bendecirla”, dice Blas Villalba, responsable de los cursos de idioma en la Casa de Rusia de Buenos Aires. Papá Noel, el arbolito y el supuesto nacimiento de Cristo son una mezcla, aparentemente perfecta para juntarse con la familia a comer y comer. ¿Quién se la quiere perder?