L
a historia parece una de las tantas que se vive en cada escuela al cierre del año escolar. Pero esta es distinta porque María Rosario es ciega y asiste a una escuela común. Con un promedio de 9,59 puntos, esta nena tímida y de rostro angelical hizo derramar lágrimas a docentes y a sus propios compañeros cuando tomó con firmeza la bandera argentina. A los pocos días de nacer, una mala praxis médica le arrebató la vista a María Rosario. Cuando cumplió seis años, su madre deambuló por decenas de escuelas, pero nadie la quería recibir. Fue su tía quien llegó hasta la escuela pública 528, donde los docentes aceptaron el desafío y la inscribieron. Ese reto se hizo extensivo también a su madre, sus dos hermanos mayores y una empleada familiar que aprendieron Braille, y todos los días, entre las líneas de punteados, hacen la traducción para facilitar la corrección de los docentes. Cuando ingresó al colegio, María Rosario no hablaba. Y le llevó varios meses relacionarse con sus compañeros. La nena había recibido otro duro golpe dos años antes: su padre había fallecido en un accidente de tránsito. Es confesa hincha fanática de Boca, toca el órgano y la flauta, pero también puede pasar mucho tiempo frente a la computadora, otra de sus pasiones. "Fue una emoción para todos, sus compañeros y docentes. Realmente, María Rosario, se esforzó mucho durante estos años y merece este reconocimiento. Es muy sensible, solidaria e inteligente; tenerla como alumna cambió a nuestra institución. Creo que ahora los docentes tenemos más coraje, pues sabemos que, pese a no estar formados para enseñar a una alumna no vidente, logramos hacerlo", afirmó la vicedirectora María Buera. Pese a que todavía tiene que cursar el último año del ciclo primario, ya anunció que piensa seguir la secundaria en un colegio para chicos comunes. "Todos los días trae su máquina de Braille y todos los libros. No podemos convencerla de que deje alguno", contó su hermana mayor, Soledad Bosch. "En casa estamos muy felices, y sentimos que es un logro de toda la familia porque, obviamente, la acompañamos durante todos estos años", indicó. Soledad sólo tiene palabras de agradecimiento para las docentes de la escuela 528. "Mi mamá golpeó puertas por todos lados, en escuelas públicas y privadas, pero ninguna la aceptaba como alumna pese que mi hermana no tiene ninguna dificultad intelectual". Previendo dificultades, Soledad y su madre ya están averiguando en qué colegio podrán recibir a María Rosario en 2011 para que pueda iniciar la secundaria. "Es casi como empezar de nuevo, y ya empezamos a preguntar en las escuelas que tuvieron experiencias integrando chicos discapacitados -agregó Soledad-. Muy probablemente, mi hermana continúe sus estudios en el bachillerato humanista. Creemos que no tendrá problemas porque es una alumna muy aplicada. La verdad es que son muy pocas las escuelas secundarias que hacen integración". (Fuente: Clarín)