A
l filo de la madrugada del jueves, alertados por vecinos que avisaron a la dependencia policial que, en uno de los portones laterales había movimiento de personas que intentaban ingresar a la necrópolis, los policías ingresaron al Cementerio Nuevo de Concordia y efectuaron una inspección, para descubrir que había una sombra, sentada frente a un nicho, observándolo con quietud. Al acercarse al lugar con la intención de identificar la misteriosa presencia, los uniformados comenzaron a escuchar sonidos provenientes del interior del nicho (cuya aislamiento de cemento estaba roto). Armas en mano ante lo desconocido, vieron surgir desde las tinieblas, primero una mano, luego otra y, finalmente, una mata cabelluda que los puso aún más en guardia. Grande sería su sorpresa cuando, finalmente, surgió el cuerpo de un niño de 11 años, hijo del hombre que estaba allí sentado. Más tarde, se supo que el niño dormía abrazado al ataúd donde yacen los restos mortales de una de sus abuelas, quien lo habría criado y falleció hace dos semanas y a quien extrañaría hasta el límite de seguirla a su última morada. Padre e hijo fueron trasladados, en un primer momento, a la Comisaría Segunda, dándose posterior participación al Consejo Provincial del Menor, para tratar de dar una contención, tanto al niño como a su padre, publicó El Sol.