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e todos modos, si el río se comportara de manera previsible, no se llegaría a ese punto. Y, entonces, el problema humano quedaría circunscripto a prevenir enfermedades como la leptospirosis y el hantavirus, mientras que desde el punto de vista animal los esfuerzos debieran centrarse en el traslado de hacienda a tierra firme. Este cálculo de probabilidades surgió de lo conversado en el mediodía de este lunes, durante una reunión de trabajo que integró a funcionarios provinciales, intendentes de ciudades ribereñas y representantes de fuerzas de seguridad y de la sociedad civil, desarrollada en el Salón de los Gobernadores de la Casa Gris. El otro elemento que se da por cierto es que el pico llegaría en dos semanas a Paraná, pero es difícil de anticipar con qué velocidad bajarán las aguas, entre otras cosas porque depende del régimen de lluvias aguas arriba y en la zona. El encuentro estuvo coordinado por el ministro de Gobierno, Adán Bahl, y no por el gobernador Sergio Urribarri, como inicialmente se había informado. “Si bien la situación hasta el momento no es para alarmar queremos tomarlo con tiempo y seriedad, para estar resolviendo todos los inconvenientes que se pueden presentar”, dijo el funcionario ante la requisitoria periodística. El calibre de los problemas obligó a dividir el operativo en dos comandos. Por un lado, la Secretaría de la Producción, el Ejército y la Prefectura tienen a su cargo el transporte hacia tierras altas de la hacienda vacuna que se encontraba engordando en las islas. Por el otro, para atender las demandas de las comunidades que pudieran resultar afectadas, Defensa Civil será la punta de una pirámide en cuya base operarán, coordinadas, Acción Social de la provincia, Vialidad, las áreas municipales afectadas, la policía y las entidades intermedias. Entendió el funcionario que “en 15 o 20 días tendríamos el pico máximo”. Fue antes de reflexionar en torno a que “nos parece fundamental la presencia de los intendentes y presidentes de Junta ya que esos son los lugares donde la gente concurre cuando existe algún inconveniente”. Pese a todo, Bahl considera que la situación actual es diferente a la de 2007, básicamente porque los preparativos empezaron antes (fundamentalmente en lo vinculado al traslado vacuno) pero además porque en aquella ocasión a la crecida del río se agregó el aporte de copiosas lluvias, lo que complicó notablemente las cosas. Realidades La impresión es que la tarea de sacar el ganado de las islas y el armado de corrales en tierras altas se está ejecutando de manera organizada y con la suficiente antelación. Según la información brindada en la oportunidad, se compraron 500 paneles con los cargaderos que sirven para armar 20 corrales que ya se han comenzado a distribuir y tienen como destino La Paz, Santa Elena, Puerto Alvear, Diamante, Las Cuevas, Doll, Victoria, Rincón de Nogoyá, Puerto Ibicuy, Ceibas y Villa Paranacito. En tanto, el factor humano tiene otros tiempos y demanda distintos preparativos. Este lunes, a propósito, se reunió la junta provincial de Defensa Civil con los actores que lo componen, para buscar cómo coordinar con aquellas intendencias a las que la inundación podría afectar. Al titular de Defensa Civil, Roberto Dentri, lo tranquiliza que “el río Paraná en la zona norte esté bajando, e incluso en Misiones y Corrientes pasaron del sistema de evacuación al sistema alerta”. Intuye el funcionario que en cuestión de días se volverá a la normalidad, aguas arriba. Esa medida de tiempo permitiría cuantificar el lapso en que se mantendría la emergencia en territorio entrerriano. El propio Dentri comentó que durante el encuentro “resolvimos que habrá dos coordinaciones”, con la Secretaría de la Producción y Defensa Civil a cargo de cada una de ellas. “En los últimos días, la fisonomía de las islas cambió: todas están con agua, de manera que la gente que vive en ellas se han ido evacuando por sus propios medios”. Esa es una de las características del Paraná, que lo diferencia del Uruguay: alcanza el pico lentamente, como dando tiempo a tomar las previsiones; de todos modos, el escurrimiento también es más lento y, entonces, los períodos de tutela suelen ser más prolongados. “La mayoría de los isleños tiene sus casas en zonas altas que no se inundan y han regresado a ellas debido a que se cortó la caza y la pesca que se hacía en las islas”, explicó el funcionario. Al menos de la crónica oficial no surge que hayan sido considerados aspectos colaterales si se quiere, pero enormemente relevantes, como la necesidad de que los centros de salud y los municipios trabajen con decisión en políticas de prevención para acercar información calificada a aquellas comunidades que, sin llegar a tener riesgo de verse inundadas, puedan estar, eso sí, invadidas por roedores que abandonan las islas en busca de tierras altas y secas. De todos modos, todavía falta un tiempo para la llegada del pico y es de esperar que, en el ínterin, esta labor se encare con la seriedad que la situación amerita. (Fuente: El Diario)