E
n una reciente declaración, un testigo afirmó que el médico Hugo Mario Moyano integró un grupo de tareas que realizó un allanamiento ilegal en su casa durante la última dictadura militar. Fue en el marco de la causa Área Paraná, en la cual se investigan los delitos de lesa humanidad cometidos en la zona de la capital entrerriana. Se trata de una mujer que en ese entonces tenía 24 años y durante aquel asalto fue golpeada, a pesar de estar embarazada, lo que le hizo perder el conocimiento. En ese momento, en medio de gritos y ametralladoras, apareció un médico vestido como tal que sólo la miró y le dijo que no pasaba nada. Más tarde confirmaría que su bebé había dejado de crecer durante los acontecimientos de aquella madrugada. Moyano está procesado y detenido con prisión preventiva en la Unidad Penal Nº 1 de la capital entrerriana acusado, en calidad de partícipe necesario y en concurso real, de los delitos de: privación ilegítima de la libertad agravada, severidades, tormentos y homicidio doblemente calificados, en el marco del tipo genérico de delitos de lesa humanidad de desaparición forzada de personas. Días pasados este otorrinolaringólogo, que prestó servicios en el hospital San Martín hasta su detención, solicitó su sobreseimiento provisorio, que está pendiente de resolución en el Juzgado Federal de Paraná. Hasta el momento la Justicia tenía acreditado que se desempeñó como agente civil médico del Servicio Penitenciario de Entre Ríos durante 1976 y 1977, con ejercicio de funciones en las unidades penales Nº 1 y Nº 6 (de mujeres) de Paraná. En ese rol asistió formalmente a las víctimas del terrorismo de Estado que ingresaban a las cárceles luego de permanecer en los centros clandestinos de detención, sin registrar en historias clínicas ni dar aviso a las autoridades correspondientes de las heridas provocadas por las torturas ni de las secuelas que esto originaba. También fue procesado por su intervención activa en algunas de las sesiones de tortura denunciadas como ocurridas en la Casita de la Base, ubicada en inmediaciones de la II Brigada Aérea. Su función era realizar el control médico de los tormentos y vejaciones con el objetivo de prolongarlos de acuerdo al estado de salud que iba manteniendo la víctima. Sin embargo, un reciente testimonio, brindado ante el juez federal subrogante Gustavo Zonis días pasados, ubica también a Moyano participando de un allanamiento ilegal junto a la denominada “patota” que secuestraba a militantes políticos. Una noche La testigo tenía un bebé de 1 año y medio y estaba embarazada de cuatro o cinco meses cuando, una noche, estando ya acostada junto a su marido, irrumpió en su casa un grupo de tareas preguntando por su cuñada. Primero escucharon ruidos en la vereda de la vivienda. El esposo se levantó, abrió una ventana y alguien le apuntó con una ametralladora y lo conminó: “¡Abrí la puerta o te liquidamos acá!”. Al frente del operativo estaba un hombre rubio, musculoso, vestido de civil, que usaba una camisa a cuadros, jean y zapatillas. Era el que daba las órdenes con una tonada entre rosarina y platense y con una imagen que a la pareja le quedó grabada para siempre. La patota entró al dormitorio, donde la testigo estaba todavía acostada, con su pequeño hijo al lado, en la cuna. Entraron apuntándoles con ametralladoras, gritando, revolvieron toda la casa, tiraron una caja con fotos que estaba guardada en el placard y le dijeron que buscara una en que estuviera su cuñada. Ella les mostró una foto vieja, para que no pudieran reconocerla, pero le exigieron que buscara un más actual. Recuerda que entonces perdió el conocimiento y cuando despertó se encontró con el rubio y otro vestido de militar, que le pegaban en la cara. Entonces el marido, a quien tenían en otro lugar de la casa, amordazado, con los ojos vendados y las manos atadas hacia atrás, les advirtió que estaba embarazada. La testigo se sentía descompuesta y pidió llamar a su doctora. No le contestaron, pero a los pocos minutos un médico ingresó a la habitación. Le llamó la atención que a pesar de la hora –era ya avanzada la madrugada– no parecía recién levantado; sino que estaba muy prolijamente vestido, con el pelo muy negro engominado, perfumado, con delantal blanco largo. Se paró junto a ella, la miró y sentenció que no pasaba nada. No la revisó, ni siquiera la tocó, y se fue. Después lo desataron al marido; estacionaron un Falcon verde identificado como de la Fuerza Aérea en el fondo de la casa y se quedaron toda la noche adentro. En un momento empezaron a desaparecer de a uno. Alrededor de las 8 golpearon la puerta y una compañera de trabajo de su cuñada le avisó que finalmente la habían detenido. Un mes más tarde la testigo perdió su embarazo, estaba detenido el crecimiento desde aquella noche. “Ése es”. Tiempo después, cuando su cuñada ya estaba “blanqueada” y alojada en la cárcel de mujeres de la capital provincial, la testigo fue a visitarla. En medio de la charla, por una ventana vio pasar al médico que tanto la había impactado aquella noche. Y su cuñada le dijo: “Ése es Moyano”. Con el correr de los años, viendo al médico regularmente por las calles de Paraná, no le quedaron dudas de quién se trataba. En su valiente testimonio, la mujer declaró que tuvo la impresión de que el médico en cuestión era parte de la patota y afirmó que no hizo caso a su pedido de atención por estar embarazada: “No era una persona desconocida, era como ‘pasá, vení, acá es’. Es como que no era una persona distinta, daba la impresión como que estaba en una guardia a disponibilidad, ya venía sabiendo lo que pasaba. No me preguntó nada, siempre se dirigió a ellos. Hablaba con el rubio que estaba a cargo del operativo. Nunca dijo ‘quédese tranquila’, era todo así, en tono despectivo. Decía ‘no pasa nada, es una crisis de nervios’”. (Fuente: Diario Uno)