Domingo 05 de abril de 2009
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Interés general
Brasil quiere una represa que borraría las cataratas
Cuando aún el país dirime la disputa por la pastera en Uruguay, se avecina otro grave problema: una represa en el Iguazú. La construcción fue adjudicada en octubre de 2008 por la Agencia Nacional de Energía Eléctrica de Brasil.
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Cataratas del Iguazú

C

on la contienda entre Argentina y el vecino Uruguay aún abierta por la instalación de una fábrica de celulosa en una zona limítrofe, se abre otro frente internacional de conflictos ambientales ante el proyecto brasileño de instalar una represa en el norteño río Iguazú, aguas arriba de las famosas cataratas. “Ojalá podamos crear un movimiento para impedir esta nueva represa”, dijo el diputado nacional por Misiones Timoteo Llera (Frente para la Victoria), ex intendente de la ciudad de Puerto Iguazú y autor del pedido de informes a la Cancillería sobre esa obra brasileña que se levantaría 90 kilómetros al norte de los majestuosos saltos, compartidos por los dos países. “Brasil manipula el río Iguazú como quiere, alterando bruscamente el flujo de agua en cuestión de horas, pero las Cataratas del Iguazú son Patrimonio de la Humanidad desde 1984, y si se quedan sin agua puede darse un conflicto internacional delicado”, advirtió el legislador que ha convocado a empresarios turísticos de ambos países. La presa, que se sumaría a las otras ya existentes en el mismo río, “va a impactar en el volumen de agua en los saltos y en la biodiversidad de la costa”, opinó Llera. “Necesitamos un acuerdo de uso recíproco de los recursos compartidos porque esta región vive del turismo a las cataratas en Argentina y en Brasil”, añadió. La gigantesca cascada, con saltos de 80 metros, es la estrella del Parque Nacional Iguazú, en la provincia de Misiones. Con casi 1 millón de turistas al año, es el más visitado de los 28 parques protegidos de este país. Tiene 67.000 hectáreas y una diversidad biológica propia de la selva subtropical. Los saltos se forman en el curso del Iguazú, que nace en el sureño Estado brasileño de Paraná, a 1.300 metros sobre el nivel del mar, en la Serra do Mar, y desemboca en el río Paraná, luego de un trayecto de 1.320 kilómetros. En su último tramo de 100 kilómetros, las aguas del Iguazú dibujan el límite entre Argentina y Brasil y caen en las gargantas rocosas de las cataratas. La longitud de los saltos es de 2.700 metros, 600 de ellos del lado brasileño, donde se encuentra el Parque Nacional do Iguaçu, más extenso que el argentino y también declarado, en 1986, Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. La construcción de la represa, que se llamaría Baixo Iguaçu o Capanema, fue adjudicada en octubre de 2008 por la Agencia Nacional de Energía Eléctrica de Brasil a la empresa Neoenergía. Generará 350 megavatios de electricidad y será la sexta sobre el Iguazú, después de Foz do Areia, Salto Segredo, Salto Santiago, Salto Osorio y Salto Caxias. “Cada vez que en Brasil abren o cierran las compuertas, baja o sube el nivel del agua en las cataratas, y eso afecta la biodiversidad Este mes el subsecretario de Política Latinoamericana de la cancillería, Agustín Colombo, explicó a legisladores de Misiones que el proyecto está en etapas preliminares. Según el funcionario, desde Itamaraty –sede de la diplomacia brasileña– le aseveraron que la presa aún no está definida. Colombo advirtió que no existe un tratado que regule la construcción de obras en el río y que no se puede impedir a Brasil que construya una nueva represa en su territorio. Para los ambientalistas, el caso pone de manifiesto una vez más la necesidad de coordinación entre los países cuando se aborda la construcción de infraestructura que tenga impacto en la subregión. El Uruguay: cadena de estanques El río Uruguay, con casi 25 represas en su curso, varias de ellas binacionales, va camino de convertirse en una cadena de estanques aislados, con impactos en la pesca, los humedales, la calidad y cantidad de agua y la biodiversidad regional. Jorge Cappato, de la ONG santafesina Proteger, ha advertido: “En pocos años estas casi 25 represas convertirán al río Uruguay en un conjunto de grandes estanques donde habrá desaparecido la pesca como actividad rentable, quedarán inundados humedales y bosques en forma permanente y habrán disminuido enormemente la biodiversidad y la calidad del agua, un patrimonio de extraordinario valor económico y social en el siglo XXI. Los embalses de estas represas retendrán el agua, sobre todo en los períodos de sequía, acentuando las bajantes del río Uruguay. El caudal del río Uruguay es muy inferior por ejemplo al del Paraná y puede registrar bajantes extremas. Imagínese que si las represas, sobre todo Itaipú y Yacyretá, agravaron la última bajante de un río como el Paraná, lo que puede suceder con el Uruguay. Con más de 20 represas, en un período seco o de pocas lluvias vamos a cruzar el río Uruguay a pie. Si se me permite la ironía, se terminarán los problemas con los cortes. Pero tampoco habrá agua”. La bajante del Paraná y su vínculo con las represas La Fundación Proteger, de Santa Fe, hace tiempo advierte sobre la necesidad de un “enfoque ecosistémico” de las cuencas hidrológicas de la región, que necesita consenso de los países. “El manejo del agua en cuencas compartidas es uno de los grandes desafíos de nuestro siglo”, dijo a la agencia IPS Jorge Cappato, de Proteger. Cappato recordó que en junio de 2006 las Cataratas del Iguazú quedaron “casi secas” por el cierre de las compuertas de las cinco represas brasileñas para acumular agua y generar electricidad en un período de sequía. “Había escasez de lluvia, pero lo decisivo fue el cierre de las represas”, remarcó. En su opinión, debería existir un plan de manejo regional para evitar impactos económicos y sociales ulteriores tanto en el Iguazú como en el Paraná y en el Uruguay, que conforman la vasta Cuenca del Río de la Plata. La Fundación envió este mes una carta a la cancillería argentina, alertando sobre la pronunciada bajante del caudaloso Paraná, a raíz de la actividad de los embalses de las centrales hidroeléctricas Yacyretá, argentino-paraguaya, e Itaipú, brasileño-paraguaya. Según la misiva, la altura media del Paraná en Corrientes, que era de 4,05 metros en 2007, bajó a 3,38 metros en 2008 y a 2,54 metros en enero de este año. La escasez de lluvias es el factor desencadenante, pero las represas agudizan el problema al acaparar agua para generar electricidad, afirma el texto. (Fuente: Uno)
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