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Critica).- El río Paraná atraviesa su bajante más pronunciada en diez años, a tal punto que muchos rosarinos, por ejemplo, ya especulan con una fantasía casi bíblica: cruzar su cauce caminando. El descenso en el nivel del agua genera fastidio en los bañistas, problemas en la planta potabilizadora y un esfuerzo extra para los pescadores. La situación es impensada para una zona por la que pasan cincuenta buques por día pero que no logra escapar a la peor sequía del país en 70 años. Los escasos 102 centímetros de profundidad que hoy tiene el río –menos de la mitad de su promedio de enero– sorprenden a propios y extraños. El jefe de operaciones de Prefectura Bajo Paraná, Sergio Charles, dijo a Crítica de la Argentina que “se alertó a los navegantes deportivos y a los bañistas para que tengan máxima precaución. La zona está llena de riachos con muy poca profundidad”. Raúl Rainone, titular de Defensa Civil, admitió que “la preocupación principal es por la falta de playa. Hay varios sectores clausurados. Estamos hablando de un millón y medio de personas que no pueden acceder a espacios recreativos”. Aunque las autoridades ya analizan la posibilidad de prohibir bañarse en las aguas del Paraná, unas 5.000 personas llegaron este domingo al popular balneario La Florida. El panorama no era muy alentador: además de verse obligadas a pagar la entrada (cuatro pesos diarios o 60 mensuales), la retirada de las aguas les mostró una postal contaminada con cloacas y basura acumulada. La bajante ya llevó a hacer ajustes en las tomas de agua potable y la empresa Aguas Santafesinas admitió que peligra la capacidad de respuesta de su planta, sobre todo en las zonas periféricas de la red. La navegación por el Paraná también atraviesa grandes dificultades, debido a los abundantes barcos de arena que aparecen en la cuenca. “En los últimos años, el parque náutico de la ciudad aumentó el 150 por ciento. Y hay mucha gente con poca experiencia, lo que incrementa el número de embarcaciones varadas”, precisó Rainone. En el Club de Velas dijeron que solamente “están saliendo los barcos de menor calado, hay problemas en todo el río”. El Paraná también registra importantes bajas a la altura de Villa Constitución (donde las aguas vienen bajando más de 20 centímetros por noche) y el puente Zárate-Brazo Largo. Sequía histórica El INTA advirtió ayer que la Argentina sufre la peor sequía de los últimos setenta años. El corrimiento de las líneas de lluvia hacia el oeste del país dejó zonas con déficits severos que determinaron importantes pérdidas en los cultivos, según informaron desde el Instituto de Suelo y Clima de Castelar. Dora Goniadzki, directora de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua (INA), explicó a este diario que “estamos en un ciclo seco que empezó con la última gran sequía de 1998 y se acentúa cada vez más en toda la cuenca del Plata”. En tanto, el INA aseguró que la bajante continuará durante todo el mes. Goniadzki consideró que “el problema es grave: los afluentes desde el Puerto Barranqueras (Chaco) hacia el sur están tan secos que hacía mucho que no se veían valores tan bajos”. Mientras tanto, los rosarinos no dejan de sorprenderse ante el fenómeno: “Si esto sigue así –imagina Rainone– dentro de poco vamos a necesitar botas en vez de remos para cruzar el río”. Paraná subsidia a turistas para que se refresquen El acuerdo -que rige desde el viernes- abarca los clubes Náutico Paraná, Paraná Rowing Club, Club de Pescadores, Atlético Echagüe Club y Club Talleres. Se suman al complejo privado Costanera Open Club y al ya tradicional complejo de la Toma Vieja. Desde la Secretaría de Turismo pusieron de relieve la respuesta positiva de las diferentes instituciones para que los visitantes puedan acceder a las piscinas, como ocurriera también el año pasado. Si bien hay hoteles que tienen su propia piscina o que tienen convenios con clubes, hay una gran masa de turistas que se alojan en casas de familia, quintas, u hoteles sin piscina que recurren a las oficinas de turismo para solicitar opciones de recreación y agua. Se puntualiza además que existen otros complejos de la ciudad en los cuales reciben al turista, como Smeber, Parador Ser, y, en la vecina localidad, el Complejo Oro Verde. Las playas municipales de la ciudad, en tanto siguen ofreciendo su infraestructura y óptimas condiciones para los visitantes, aunque con la limitación del ingreso al agua debido a la acentuada bajante del río. En esa situación permanecen el Complejo Playas del Thompson y el Balneario Municipal, con excelente arena, duchas, quinchos, servicios de cantina y gastronomía, y otros servicios. También está la opción que suman las playas que se encuentran en localidades incluidas dentro de las escapadas cercanas desde Paraná, como Villa Urquiza, Valle María, Diamante, El Espinillo o Parque General San Martín entre otros lugares. Para acceder a las piscinas de los clubes locales, los turistas deben retirar los correspondientes tickets en las oficinas de informes turísticos, calle Buenos Aires 132 (entre Cervantes y 25 de Junio), y Oficina Parque, en la Costanera Baja, frente a la rotonda de Puerto Nuevo, en el horario de 8 a 20, durante todo enero y febrero. Se debe concurrir con DNI o bien un comprobante del hotel donde se aloja. El costo de los ingresos varía entre $ 10 y $ 15 por día por persona en los clubes céntricos; y entre los $ 20 y $ 30 en clubes de la Costa. Los cupos serán limitados para garantizar el buen servicio. ¿Paraná 2009? ¡Río de la Plata 1792! Daniel Balmaceda (Historiador y periodista. Autor de Espadas y Corazones) La bajante del Paraná tiene su antecedente. En 1792 gobernaba nuestras tierras Nicolás de Arredondo. Fue el cuarto virrey del Río de la Plata, pero casi se queda sin Río de la Plata. Porque el 30 de mayo por la mañana, los primeros madrugadores porteños descubrieron que el río no estaba. En su lugar había una mansa pileta de un metro y pico de altura. De inmediato corrieron a informarle al virrey y al alcalde –la figura principal del Cabildo– sobre el fenómeno. El alcalde se llamaba Buendía. A las nueve, Francisco Buendía y el resto de los capitulares debatían qué hacer al respecto. Mariano de Sarratea –el mismo que nos acostumbramos a nombrar entre Paso y Chiclana– propuso enviar a Francisco Herrera y Tomás Belanzátegui hacia Ensenada, para ver si allí había río o no. Los jinetes cabalgaron hacia el sur y luego –a la altura de Quilmes– enfilaron para la Banda Oriental. En medio del río divisaron una figura un poco mitológica en el agua. Ya más cerca, advirtieron que se trataba de un paisano que cabalgaba hacia ellos, aferrado al cogote de su caballo y luchando contra la corriente. Con gran esfuerzo pudo unírseles. Había partido de Colonia con el mismo objetivo: saber qué había pasado con el río. Herrera, Belanzátegui y el oriental, los únicos tres hombres en la historia que se reunieron en el medio del cauce del Río de la Plata, razonaron que debían marchar hacia Buenos Aires. Pero debían hacerlo a tranco largo, porque advertían que el río estaba creciendo. Los tres jinetes alcanzaron la orilla, casi a la altura de Quilmes, y entraron a la ciudad por la actual Montes de Oca. Se presentaron en el Ayuntamiento para narrar su aventura. Pero a esa altura –nos referimos a la del río, que por la tarde estaba retornando a la normalidad–, Buendía y compañía ya no estaban reunidos. El Plata volvió a estar donde todos necesitaban que estuviera.