E
stos hechos fueron realizados por el ejército, la fuerza aérea, el servicio penitenciario, la policía federal y la policía provincial conformados como grupos de tareas, junto a civiles y miembros de la iglesia cómplices de las mayores atrocidades cometidas por quienes también habitaban, y todavía habitan, el suelo entrerriano. como en todo el país en nuestra ciudad también existieron centros clandestinos de detención, tortura y aniquilamiento. Nuevamente los testimonios de los treinta sobrevivientes de los crímenes de lesa humanidad, que hace hoy un mes declaran en la causa Área Paraná, son las únicas referencias para dar cuenta del plan criminal sistemático de la dictadura militar. Es decir, posibilitan reconstruir detalle a detalle, el horror inédito vivido en nuestra provincia. Por lo que la fuerza y precisión con la que los testimoniantes relatan los hechos revelan el compromiso asumido con la historia, la verdad y el futuro. A 25 años del retorno de la democracia y de los 60 años de la declaración universal de los derechos humanos exigimos juicio, castigo y la detención en cárcel común para: José Anselmo Appelhans, Jorge Humberto Appiani, Luis Francisco Armocida, Ramón Oscar Balcaza, Rosa Susana Bidinost, Carlos María Cerrillos, Ramón Genaro Díaz Bessone, Hugo Mario Moyano (médico civil), Oscar Ramón Obaid, Julio Raúl Paredes, Alberto Rivas, Manuel Daniel Rodríguez, Juan Carlos Ricardo Trimarco Carlos Horacio Zapata. Todos imputados por secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos. Los genocidas fallecidos a los que benefició la impunidad y que participaron de todos los delitos son: Abel Teodoro Catuzzi, Alfredo Ismael Duré, José Faustino Fernández, Leopoldo Fortunato Galtieri, Constantino Francisco González Carlos Patricio Zapata. La audiencia prevista para el día 09/12 en que prestaría su invalorable testimonio Noemí Benítez de Mechetti tendrá nueva fecha, ya que por razones de salud le fue imposible concurrir a la hora citada. Los que siguen son algunos detalles de lo contado en estos días por Horacio José Noro, Jorge Esteban Molinelli, Carlos Nestor Daniel Paduán, Rodolfo Miguel Parente, Álvaro Héctor Piérola, Horacio Valentín Volpe, Eduardo Hécto Ayala y el testimonio de una mujer que no pudo ser incorporado en resúmenes anteriores: “(…) El 25 de marzo de 1976, día posterior al golpe, me encontraba en la puerta del domicilio donde vivía y alrededor de las 13:30, presencié una especie de desfile encabezado por un Ford Falcon que era utilizado por la policía de Diamante en el que iban los oficiales Zapata y Rodríguez; y una caravana integrada por tres o cuatro camiones del ejército de color verde oliva, en los que eran conducidos encadenados los obreros ferroviarios de los talleres Strobel (…) por lo que tengo entendido esa caravana circuló por toda la ciudad (…)”. “(…) Zapata vive (…) y recientemente fue homenajeado por la Policía de la Provincia de Entre Ríos por haber cumplido una determinada antigüedad en el cargo, de lo que me enteré por el diario. Rodríguez falleció y me consta porque el salón de fiestas del Círculo de Oficiales Retirados de la Policía lleva su nombre (…)”. “(…) Irrumpen en mi casa, con reflectores y linternas, nos colocan contra la pared, una de espalda con la otra, nos encapuchan, por lo que no pude ver a ninguna persona. Me dan una trompada que me desmaya, me arrastran a uno de los autos, y me colocan en el piso del asiento de atrás. Me logro despertar cuando me sacan de ese auto y me hacen caminar a un lugar con barro, como si fuera un camino con listones de madera, seguía encapuchada y con esposas. Me llevan aun lugar en el que había un parque, un lugar abierto, no escuchaba el eco de otra construcción. A pesar de la capucha, escucho el sonido de los grillos; hay árboles porque me apoyan en uno de ellos con gente que me custodiaba. Escucho el sonido del agua, presumiendo que había un río cerca. Allí me desnudan y violan. Soy violada por tres personas (…)”. “(…) Me llevan a una habitación chiquita, me esposan en un elástico de una cama, a los flejes de metal y me aplican picana, el jefe de la patota, es el que siempre estuvo en todos los interrogatorios y torturas. En esa primera sesión, me dijo: ‘Ahora vas a ver hija de puta, vas a saber lo que es Enriqueta’, que era la picana. ‘Que olor que tenés, por qué no te bañaste, sucia’. Entonces le respondo: ‘Si ustedes me violaron’, produciéndose un silencio en el ambiente (…)”. “(…) Encapuchada, atada a la cama, me vuelven a picanear, me lastiman mucho un pezón con la picana, la picana tenía un clavo en la punta, y es al día de hoy, que todavía me quedaron las cicatrices, me violan nuevamente (…)”. “(…) En la casita cercana a los cuarteles una de las personas que me cuida me permite estar sin capucha y sin esposas, ya que cuando llega a hacerse cargo y al escuchar los gemidos de dolor, el guardia nos dice: ‘Ustedes se quejan y no tienen nada, no saben como está el que está acá al lado, ese si está retorturado. Si hacen silencio se los muestro’. En ese momento, ya sin capucha y sin esposas, cuando nos lleva a la habitación contigua, lo vemos a Feresin, y la guardia nos dice: ‘A ver, mostrales como estás’. Es cuando Feresin, el que se encontraba sin esposas, se baja el pantalón y les muestras los orificios que tenía en los testículos producto de la picana. También le pudimos ver que tenía una cinta adhesiva en los ojos, estaba en muy mal estado físico y vomitaba todo el tiempo (…)”. Emilio Eduardo Feresín se encuentra desaparecido. Fue secuestrado el 10 de febrero de 1977 en Santa Fe. Fue visto en el Centro Clandestino de Detención cercano a Don Uva en Paraná “(…) En una oportunidad cuando le toca el turno a mi compañera para ser torturada, me sacan junto a Feresín a la galería que tenía esa casa, me puedo correr la capucha. A lo lejos puedo ver la cúpula redondeada de unos galpones. Luego nos trasladan a los calabozos de Comunicaciones del Ejército, quedando en la casa solo Feresín (…)”. “(…) Después de mi detención me llevaron y dejaron en un sótano con una escalera circular, allí me saco la capucha, espero y comienzo a subir las escalera que era de tierra. Cuando llego a la superficie veo el piso de la casa, tenía baldosas –mosaicos- rojos con vivos amarillos, algunas columnas y vi transitar gente con uniforme: borceguíes, pantalones color cremita, de los que usa la policía. La construcción no era moderna, no era propia de 1977. Esa misma noche me comenzaron a torturar (…)”. “(…) Me trasladaron a la Delegación de la Policía Federal en calle Rivadavia y Santa Fe, nuevamente recibo golpes y patadas. Me desnudan y colocan en un calabozo. Soy interrogado por un certificado de trabajo que había sido expedido a nombre de Fernández, al que no conocía (…) El certificado era para dar una constancia de trabajo a nombre de José Carlos María Fernández, que venía de Santa Fe (…)”.Carlos José María Fernández Godoy fue secuestrado de la Fábrica COEGO Hnos. el 4 de septiembre de 1976 en Teodolina- General López. Santa Fe. Y asesinado el 25 de septiembre de 1976 en la “Masacre de La Tapera” en calle Rondeau 1.396 en Paraná. Entre Ríos. Junto a Juan Alberto “Beto” Osuna. Tenía 26 años. “(…) En la Policía Federal me torturaban con golpes y patadas. Estaba desnudo y recuerdo haber tenido mucho frío, estaba aterrorizado. Escuchaba mientras esto sucedía las campanas del reloj de Casa de Gobierno. Una vez escuché que dos personas decían ‘mientras tenga convulsiones y tiemble, está con vida’ (…)”. “(…) Estuve una semana estaqueado, mis necesidades las hacía encima. Venían de noche o tardecita, no recuerdo bien, porque estaba encapuchado. Me interrogaban, me goleaban la cara, me hacían el teléfono –golpe con las manos cerradas en los oídos-, me daban golpes en los testículos y en los pies con una varilla. Me pasaban la picana, la Martita por el pecho (…)”. “(…) Me sacaron y me cargaron en el baúl de un auto esposado. Dieron varias vueltas y me llevan a un lugar con un pasillo largo con pisos de baldosas negras. Parecía el Hospital Militar (…) De ahí me sacaron nuevamente y me llevaron a un lugar que identifico como una caldera. Me dieron una colchoneta de paja rota y allí es la segunda vez que como en una semana. Ese lugar era parte del regimiento militar, porque cuando me sacaban al baño podía ver personas uniformadas (…)” “(…) El 21 de agosto de 1976 nos acostamos como siempre con mi mujer, que estaba embarazada de ocho meses aproximadamente, y estando ya dormidos, sintió fuertes golpes en la puerta, me levanté y miré por una celosía. Observé gente de ejército y civil que estaban arriba de los techos y al frente de la casa. Abrí la puerta y entraron impulsivamente, me empujaron contra la pared y a mi mujer también (…) Sin preguntarme nada me dijeron que me vista, me sacaron y me subieron a una camioneta doble cabina (…) me encapucharon y me llevaron al Batallón de Comunicaciones (…)”. “(…) Soy llevado al Batallón de Comunicaciones, al que posteriormente pude identificar y me colocan en una celda. En los días en los que estuve allí me sacaron varias veces para torturarme (…) Estando en el calabozo una persona vestida con uniforme verde de fajina abre la puerta y le pregunta quién es, luego de responderle me confirma que estaba en Comunicaciones y me dice que me tranquilice que no voy a ser un desaparecido, que me van a llevar a la cárcel (…)” “(…) Me detuvieron el 20 de octubre de 1976 cuando llegaba a mi casa. Me interceptaron en la puerta militares que estaban por toda la cuadra. Me tiraron al suelo, me encapucharon, me ataron las manos con alambre y me dejaron tirado mientras ingresaban a mi casa donde hicieron un saqueo. Estando en la calle me hicieron un simulacro de fusilamiento (…) Me cargaron en un camión, me pusieron las botas sobre la espalda y me llevaron al ejército. Percibí el cruce de las vías y el del puente, que tenía un sonido característico (…) cuando me bajaron me golpearon y llevaron a un lugar amplio en el que había un escritorio con una luz y una persona que estaba sentada me interrogó por mis datos personales (…) “. “(…) Desde el calabozo en el Escuadrón de Comunicaciones podía ver que pasaban soldados en grupos por el patio (…) Por la tarde ingresaba un Renault 12 blanco, se estacionaba en la puerta de uno de los calabozos, que previamente había sido abierto, cargaban a alguien y se lo llevaban (…)”: “(…) Me sacaron una vez caminando de los calabozos, me dijeron que me agachara para no chocarme y me pegaron una trompada que me quebró el tabique. Me llevaron en un vehículo tipo camioneta, encapuchado a un galpón dentro del Escuadrón. Allí me desnudaron, me ataron a un elástico de cama de pies y manos, me interrogaron, me golpearon, una persona se me subió encima: Me amenazaba con picanearme (…)”. “(…) Los calabozos de Comunicaciones tenían una puerta hacía un lado y una ventanita hacia el otro, desde esa ventanita podía ver que detrás había otro edificio; las puertas eran de hierro y tenían cinco agujeros que estaban tapados con papel que nosotros agujereábamos para poder ver (…)”. “(…) Los calabozos del Batallón de Comunicaciones eran de dos metros por tres, tenían una colchoneta de lienzo con paja de trigo (…) Cuando me daban de comer, venían con un fuentón grande de polenta, venían los perros y también comían la polenta que debíamos comer (…)”. “(…) Me colocaron en una ‘parrilla’, estructura de metal con flejes, con elástico metálicos; me esposaron estaqueado y comenzaron a golpearme con puños, palos, cintos. Me picanearon por todo el cuerpo. En el lugar había un tacho de agua grande donde me sumergían de cabeza, a eso le llamaban ‘submarino’ (…)”. “(…) Terminada la tortura, en más de una ocasión, fui controlado por una persona que era médico. Me tomaba el pulso, con el estetoscopio me sentía los latidos del corazón, me miraba las muñecas a ver si estaban lastimadas (…)”. “(…) Estando en el Batallón de Comunicaciones escucho una voz que me pregunta quién soy. Me presento y él me dice que era Erbetta. Enseguida comenzamos a conversar, porque habíamos ido juntos a la escuela secundaria (…) Erbetta estaba nervioso por la situación en la que estaba, me contó que lo habían golpeado y que pensaba que a través de la iglesia iba a poder salir, dada su militancia en la acción católica (…) El 22 o 23 de agosto escuché que dijeron que lo habían sacado a Coco, nunca más lo volví a escuchar (…)”.Victorio José Ramón Erbetta se encuentra desaparecido. Detenido el 16 de agosto de 1976. Visto hasta el 23 de agosto de 1976 en el Centro Clandestino de Detención del Escuadrón de Comunicaciones del Ejército en Paraná “(…) Una de las noches, mirando a través de los agujeritos de la puerta del calabozo de Comunicaciones, de los primeros días pude ver a Conde, quien arengaba a los militares que vinieron con él. Les habló sobre la subversión en forma muy agresiva. No tengo dudas de que era él, la misma cara que me apuntó en la cabeza en la casa de mi madre (…)” Osvaldo Luis Conde era Comisario de la Policía Federal de la Delegación Paraná. Fue parte de las patotas de secuestro y tortura. Murió impune. “(…) Estando en Comunicaciones me retiran para torturarme en una casa que estaba a corta distancia de los calabozos. No salimos por Avenida Ejército, no pasamos por las vías. O sea que salimos para el otro lado de la ciudad, además el auto hizo un recorrido corto para llegar. En ese lugar, encapuchado y esposado, sólo me torturaban, con picana eléctrica, golpes, me asfixiaban con una bolsa de nylon –submarino seco-. Me hicieron simulacros de fusilamiento (…)” “(…) Una vez me sacaron de los calabozos de Comunicaciones para interrogarme, me hicieron subir a un jeep de color oscuro, me colocaron en la parte trasera y en diez minutos estuve en el lugar al que me habían llevado antes, y que para llegar habíamos demorado una hora. Pude ver un alambrado no muy tejido, el pasto desparejo y una casa a 15 metros del alambrado. Mientras me interrogaban uno de voz gruesa insultó a otro diciéndole que cómo me habían traído así. Creo que fue porque me llevaron por el trayecto corto y porque ese lugar estaba dentro de los mismos calabozos (…)”. “(…) Un día me dijeron que me prepare porque me iban a matar, que saque las cosas del calabozo, estaba en Comunicaciones, y que salga con los demás detenidos. Nos encapucharon y nos llevaron hasta un camión. Nos pegaban, y nos torturaban psicológicamente ‘¿trajeron las palas?’ decían. Cuando salimos me di cuenta que el camión tomó para el lado de la cárcel de Paraná. Llegamos a la Unidad Penal, nos bajaron en el patio, seguíamos encapuchados. Al primero que nombraron fue a mí, me llevaron a un calabozo. Allí había una cama sin colchón. Recién al día siguiente me revisó un médico (…)”. “(…) De la Unidad Penal Número 1 fui retirado tres veces aproximadamente, me llevaban al Batallón de Comunicaciones para interrogarme. Me golpeaban, me picaneaban; esto ocurría e un lugar que estaba aproximadamente a 100 metros de los calabozos. Era un lugar grande (…)”. “(…) Estando en la cárcel me sacaban junto a otras personas y nos llevaban a la Unidad Familiar, dentro de la misma Unidad Penal Número 1. Eran piezas individuales y allí nos torturaban. Me hicieron submarino seco, teléfono, golpes en la panza e interrogatorios. Estuvimos casi una semana en ese lugar (…)”. “(…) Estando en la cárcel me fue a visitar Tortolo, me saludo y me dijo que le había dado mucho trabajo. Después me llevaron a firmar una declaración en la misma cárcel, estaba encapuchado, y una persona que me hablaba sacó una pistola y me gatilló dos tres veces en la cabeza (…)”. Monseñor Adolfo Servando Tortolo, fue Vicario General Castrense, Arzobispo de Paraná y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Murió impune en 1986. “(…) Los que me interrogaron, una vez que me sacaron de la Unidad Penal Número 1, pero que me dejaron dentro del predio de la cárcel, eran los mismo del sotano donde me llevaron cuando me detuvieron y los de la casita cercana a los calabozos de comunicaciones. Además había otros con mejor educación (…)” “(…) Tortolo nos visitaba en el penal acompañadp por gente de ahí, le decían lo que pasaba y él se tapaba los ojos para no ver (…) Cuando se retiraba el director nos amenazaba con aplicarnos la ley de fugas (…)”: “(…) Estando en la Unidad Penal Número 6, fui varias veces retirada a la noche, me encapuchaban y me esposaban, para ser trasladada a la Unidad Familiar de la Unidad Penal Número 1, donde fui torturada (…) la tortura consistía en picana, submarino seco con bolsas de nylon y submarino mojado con un tacho de agua, golpes varios (…)”. “(…) En la cárcel había movimientos que no eran normales, había ingresos y egresos de compañeros que no se sabía a dónde iban. Veía llegar a mis compañeros en un estado lamentable (…)”. “(…) El 27 de diciembre de 1976 me sacaron de la Unidad Penal Número 1 y me llevaron a una escuela primaria que está al lado del Batallón de Comunicaciones, que hoy se llama Álvarez Condarco (…) allí me torturaron físicamente; me estaquearon en una cama a la que le pasaban corriente eléctrica. Aparte de esa tortura, lo más grave fue la tortura psicológica porque dentro del grupo de los que me interrogaban había gente que conocía mucho a mi familia (…)”. “(…) Por los golpes que recibí perdí mi oído izquierdo, al no recibir tratamiento médico y por las contantes infecciones, al salir de la cárcel no lo pude recuperar (…)”. “(…) Para el Consejo de Guerra me sacan de la cárcel sin capucha y con esposas al Comando, que se encuentra frente a este Juzgado Federal. Entramos por calle Urquiza; en este lugar me toman declaración en forma individual y me dan a elegir a mi abogado defensor, el cual era un militar. Allí me comunican que me van a juzgar por el Copamiento al Regimiento de Blandengues de Concordia, junto a otras 10 o 15 personas. Esto era una farsa. Ese Consejo de Guerra se hizo para justificar la muerte de Papetti (…)”.Jorge Emilio Papetti Alegre se encuentra desaparecido. Fue detenido el 22 de marzo de 1977 del Regimiento de Caballería de Tiradores Blandengues Nº 6 en Concordia. Entre Ríos. Fue visto en el CCD “Regimiento de Caballería de Tiradores Blandengues Nº 6” de Concordia. Entre Ríos.; en el “Batallón de Comunicaciones” Regimiento II de Comunicaciones de Paraná. y en la “Unidad Penal Nº 1”. “(…) Mientras estuve detenido, durante tres meses, estuve sin causa penal, sin condena, sin preventiva, sin ninguna figura penal para estar preso. Me dijeron que estaba bajo área, jurisdicción militar (…)”.