S
e trata del Licenciado Esteban A. Wood, quien publicó un emotivo y dramático relato en La Nación donde expresó que tiene mucha bronca porque por el corte no vio a sus familiares que residen en Fray Bentos en los últimos dos años. A continuación, la carta cuyo título es "Contaminados" "'¿Cuándo van a venir a visitarme? Me voy a morir sin que vengan', me lanzó al oído, impune, sincera, la abuela Elisa, a fines de septiembre. 'Aunque tengamos que irnos hasta Paysandú, a fin de año vamos a pasar las Fiestas todos juntos de nuevo', le aseguré. "Dos años y medio habían pasado desde que el conflicto de la papelera dividió nuestra familia, y amplió estúpidamente los escasos 300 kilómetros que antes nos separaban del encuentro con nuestros afectos.El 28/10 falleció mi abuela de un paro cardíaco, inesperado. A la madrugada del día siguiente viajábamos hacia Fray Bentos. "La ruta estaba vacía, y no era de extrañar. Los carteles nos advertían del cierre del camino algunos kilómetros más adelante, como hostiles advertencias para quienes se aventuran por esta ruta ahora olvidada. "En el auto se respiraba un clima de incertidumbre ante la inminente exposición de los motivos, más que personales, que nos llevaban a rogar libre paso por las barreras de la asamblea ambientalista. "La tristeza de estas oraciones le dan paso a toda mi bronca. Y es que para quienes impiden el libre tránsito por la ruta 136 no bastó con demostrarles el dolor que nos acompañaba. La voz resonó contra mi nuca, cuando ya volvía hacia el auto para franquear la barrera y seguir viaje para llegar al velorio: «A la vuelta traigan el certificado de defunción por cada auto, porque si no por acá no pasan». "Innecesario. Inexplicable. Irracional. Tan paradójico como que Botnia ya demostró ser una industria de alto riesgo para el entorno. Tan simple como entender que el alma y la razón de quienes dicen luchar en favor de la vida y contra las papeleras ya están contaminadas de fundamentalismo."