E
l miércoles será un día de fiesta para los más de 6 mil científicos de todo el mundo que participan de un emprendimiento inédito: en el laboratorio CERN, situado bajo tierra en la frontera entre Suiza y Francia, se acelerarán las primeras partículas del gigantesco LHC, que costó unos US$ 10 mil millones. “¿Por qué la materia y no la nada?” No es exactamente la respuesta a esa pregunta lo que buscarán a partir del miércoles próximo más de 6 mil científicos de 55 países. Pero casi: intentarán descubrir cuál es el origen de la masa, la naturaleza de la materia oscura y el elusivo bosón de Higgs, la partícula elemental que falta encontrar de las predichas por los modelos teóricos (bautizada por el Nobel de Física Leon Lederman como “partícula divina”). Todo lo cual, créase o no, se parece bastante a aquella pregunta filosófica. Ese es el nivel de expectativas generadas por el estreno del LHC (siglas en inglés de Gran Colisionador de Hadrones), el fenomenal y gigantesco aparato ubicado cerca de Ginebra, en Suiza. Tan grandes son que desde el CERN, nombre del laboratorio donde está el acelerador, afirman sin dudas: “Está por cambiar nuestra comprensión del mundo”. Según afirmó la revista New Scientist, el LHC es a la física lo que el programa Apolo fue a la exploración espacial. Mecanismo El modo en que los físicos obtienen desde hace años datos sobre características de las partículas subatómicas es singular. Hacen chocar a las partículas, ven qué queda de eso y qué se forma de nuevo. Y luego, en supercomputadoras, otra legión de físicos interpreta los resultados. Pero para el LHC todo está magnificado. Por si lo cualitativo no alcanza, algunos números pueden reforzar la sensación de que se está ante el mayor experimento de la historia. Para empezar, es el más oneroso, con un presupuesto de unos US$ 10 mil millones. Pero además, el acelerador será siete veces más potente que su rival más cercano, ubicado en Illinois (Estados Unidos). Es la mayor concentración de energía nunca vista desde el Big Bang. Enormes imanes harán que las partículas recorran esos 27 kilómetros (en túneles ubicados cien metros bajo tierra) casi a la velocidad de la luz, y estallen para inferir las características de lo más pequeño que existe. Por supuesto, no habrá que esperar grandes resultados ni siquiera durante este año: en dos meses comenzarán las colisiones y, luego, los grandes resultados según los cálculos pueden demorar entre cinco y diez años. No hay susto. Semejante despliegue generó también algunas alarmas. Se denunció que manejar tales energías podría generar un agujero negro; como los que devoran planetas enteros, pero artificial. Entre otros, lo sostuvo el profesor Otto Rössler, de la Universidad de Tubinga, en Alemania. Es más, el pánico llegó hasta los tribunales de Hawai, bien lejos de Ginebra, donde se presentó una demanda para detener todo. Pero los científicos desdeñan cualquier temor de que al mundo le queden 72 horas. “Pensar que puede ser peligroso es un delirio basado en una idea muy incorrecta acerca de la relatividad general”, dijo Daniel de Florián, del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA). La respuesta al porqué del pedido de tranquilidad llegó, literalmente, del cielo. “Colisiones a energías aún mayores se producen constantemente desde hace miles de millones de años, debido a los rayos cósmicos, tanto en la atmósfera terrestre como en objetos astronómicos, cuya estabilidad sugiere que no representan peligro”, explicó Diego Harari, físico del Centro Atómico Bariloche. Desde el CERN mismo reflotaron los argumentos de un estudio sobre seguridad realizado en 2003, argumentando que la energía altísima que se formará, de todos modos, no superará el aleteo de un mosquito. Y resumieron: “El hecho de que la Tierra exista todavía descarta la posibilidad de que los rayos cósmicos o el LHC puedan producir agujeros negros microscópicos cargados y peligrosos.” Supercomputadora al rescate El volumen de información que generará la impresionante serie de experimentos del CERN europeo será tal que no existe computadora en todo el mundo que pueda almacenar tanta cantidad de datos: 15 petabytes de datos anuales (15 millones de gigabytes). Por ese motivo, se pondrá en marcha una superestructura computacional que brindará su capacidad de almacenamiento. La necesidad de procesar los datos es tal, que si falla, todo el experimento hará agua. Se llamará The Grid, y algunos hasta se animan a especular que podría ayudar en el futuro a descongestionar problemas del tráfico de Internet.El 3 de octubre será la presentación con una megafiesta, acorde al nivel de expectativas que también en este sentido provoca el mayor experimento de la física de todos los tiempos. Argentinos en Suiza “Es muy emocionante formar parte del inicio de una nueva era científica, la atmósfera entre los físicos de altas energías es increíble estos días, no sólo en el CERN sino en todas las universidades e instituciones que son parte de algún experimento del LHC. Es muy emocionante formar parte del inicio de una nueva era de la física.” Así resumió María Teresa Dova la ilusión y la ansiedad general que existen en las vísperas del experimento. “Han pasado casi 10 años desde que todo se gestó, y es emocionante estar aquí, en la línea de salida del que sin duda será un largo pero excitante camino a los descubrimientos, a una nueva física, con nuevas ideas y nuevas preguntas”, agregó. Dova, jefa del Centro de Altas Energías de la Universidad de La Plata, es una de las dos cabezas que representarán a la Argentina en el LHC ginebrino. Junto con el experimentado Ricardo Piegaia, de la UBA (quien trabajó en otros aceleradores de partículas, de menor tamaño, en los Estados Unidos), estará al frente de un grupo nacional de estudiantes de doctorado instalados en Suiza, que serán parte del Proyecto Atlas, uno de los “subproductos” del LHC. No serán los únicos argentinos. Hay otros, pero que representan a instituciones extranjeras, como Jorge Mikenberg, del Instituto de Ciencias Weizmann (Israel), constructor del detector de muones (otra partícula elemental) del Atlas. Dova estará en la ceremonia de arranque, que será transmitida por la BBC este miércoles: será una de las apenas seis expertas presentes de entre 2 mil colaboradores del Atlas. El clima de trabajo conjunto es tan especial que prácticamente se vive para el experimento. Por la conjunción de mentes brillantes, cada sobremesa es oportunidad para charlar, por ejemplo, con algún Premio Nobel y advertir las expectativas de cada uno. Además de recrear el Big Bang, acelerar partículas casi a la velocidad de la luz (es decir, 300 mil kilómetros por segundo) y buscar al bosón de Higgs, los argentinos en el Atlas tratarán de ver si hay contrastación empírica para ciertas previsiones de la teoría de la física de partículas hoy aceptada. Como los miniagujeros negros (los mismos de la polémica judicial por su posible peligrosidad), los agujeros de gusano (con los que se podría muy eventualmente viajar en el tiempo) o los gravitones (las partículas de la gravedad). “Estamos listos para transitar un largo camino y llegar finalmente a descubrir aquello que predecimos en nuestros estudios con las teorías actuales. O a sorprendernos con lo ni siquiera imaginado”, concluyó Dova. (Fuente: Perfil)