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ómo habla Néstor del conflicto con el campo cuando no hay micrófonos delante. Una guía para entender porqué se niega a negociar. A puertas cerradas, Néstor Kirchner se siente más libre. Cuando le habla a su propia tropa, deja a un lado la desconfianza, baja los decibeles de su paranoia y suena auténtico. Ésa fue la sensación que impregnó a la dirigencia oficialista después de la arenga de 40 minutos que el ex presidente ensayó en el microcine de la sede de Matheu 130 ante el peronismo bonaerense. Este cronista pudo comprobarlo también el martes último, cuando presenció el encuentro que estaba pensado únicamente para la militancia K y no para la mirada de los periodistas. Kirchner considera que el resultado de la guerra gaucha será clave para lo que queda de la gestión de su esposa. Por eso, de entrada salió a emparentar a los dirigentes rurales con los golpistas con frases como éstas: * “Si hubieran existido las bayonetas, no tengan ninguna duda que hubieran apelado una vez más al golpe de Estado. Pero como las Fuerzas Armadas ahora cumplen su rol institucional, no pudieron. Entonces, ahora, que no tienen el golpe que buscan, ya no saben qué hacer”. * “Tienen otros fierros, los fierros mediáticos, como decimos nosotros, que están de su lado. Nosotros somos patoteros. Ellos son democráticos. Por eso, también vamos a democratizar los medios. Vamos a terminar con los monopolios”. * “Escuchen el discurso de Martínez de Hoz del 2 de abril de 1976 y se van a dar cuenta de que dice las mismas cosas que los dirigentes rurales dicen hoy. Son las minorías del privilegio. Quieren que el kilo de pan se vaya a 15 pesos y el kilo de carne a 60. Si la cosa viene mal, piden subsidios (les damos 323 millones). Si la cosa viene bien, no quieren que les toquen el bolsillo. Ganaron 77 mil millones de pesos desde 2003, descontadas las retenciones”. * “¿Por qué la Federación Agraria está con la Rural? Porque ya no representa a los pequeños productores sino a los arrendatarios. Hay una nueva clase media alta que se formó en el campo y que tiene un concepto feudal, igual que la oligarquía tradicional”, dijo citando sin nombrar al economista Alfredo Eric Calcagno. El prolongado conflicto con el campo llevó al jefe del PJ a multiplicar su mensaje y a facilitar el drenaje hacia las bases de su pensamiento íntimo. Los cincuenta legisladores K que lo escuchaban no lo podían creer. Para muchos, era la primera vez en cinco años que tenían la oportunidad de oír a un jefe al que deben acompañar en forma incondicional pero sólo conocen a través de intermediarios. “Me dicen almacenero, a mucha honra”, se sinceró el ex presidente y comenzó a poner sobre la mesa los datos que, a su criterio, justifican la guerra gaucha. “Ponemos 12 mil millones de dólares anuales para sostener el tipo de cambio exportador, ¡y estamos discutiendo por 750!” Después, dejó filtrar la que parece ser la próxima carta del oficialismo: “Fíjense lo que pasa ahora: el Estado dejó de intervenir y el dólar cae a 3,10 pesos. Hay economistas que dicen que puede caer todavía más, je, si el Estado no lo sostiene”. A esa altura, las risas nerviosas se confundían en el microcine. Kirchner le habló al peronismo bonaerense (y a sus resabios duhaldistas) desde el lugar que lo hace sentir más a gusto. El atril lo estaba esperando. Desde ahí, mostró que se libera cuando no tiene testigos ni cámaras ni micrófonos a los que considera hostiles. “Tamborini y Mosca también juntaron 300 mil personas antes del 46. Está naciendo la nueva Unión Democrática. Saben que el peronismo es el único que les puede poner un freno a sus privilegios. Es la derecha argentina que se está agrupando”, dijo Kirchner y enseguida susurró con los ojos entrecerrados y media sonrisa. “¿Y saben qué?: me a-le-gro.” Su corbata celeste brillaba bajo la luz dicroica del viejo local pejotista. Desde que se convirtió en jefe del PJ, el santacruceño incorporó –o recuperó, según quien lo juzgue– la fraseología del peronismo histórico. En la ronda de discursos que viene repitiendo en Matheu, el ex presidente se prueba el traje de conductor y no se olvida de los díscolos. Repasa los textos de Perón y ya no se resiste a reivindicarse como un hombre que entiende la política con el manual partidario. Sobre ese punto, dijo: * “Les agradezco que se hayan acercado al partido. Demostremos que, como decía el General, la organización vence al tiempo. En Conducción política, Perón hablaba de que hacen falta predicadores y realizadores. Convirtámonos en predicadores en todo el país”. * “Tenemos el compromiso con la Presidenta de reflotar un nuevo Estatuto del Peón, para honrar a Perón y Eva Perón”. * “En varias provincias, hay dirigentes que ven dos micrófonos y se ponen eufóricos. Están pensando donde calienta un poco más el sol. Bajan las banderas, claudican. ¡Qué poco puede valer un dirigente así como ser humano! Especulan con el corto plazo, sin pensar que eso los va a impulsar al fondo de la historia. Se olvidan de que Perón tardó 18 años en volver. En política no hay destino individual”. Las caras de los kirchneristas que lo escuchaban traslucían cierta fascinación. “Antes disciplinaba por el temor, ahora además seduce”, le aseguró a este diario un ministro que acompañó a Kirchner en el panel. “Hace 90 días que están de paro. Están bastante bien. Parece que no tienen problemas económicos. O ahorraron mucho o no están tan de paro o algo pasa. Vamos al diálogo, no hay problemas, pero en el diálogo ceden las dos partes, si no es imposición. Alberto se sentó horas con ellos... aburría ya por televisión. Yo hubiera sido más breve”, lanzó. A su izquierda, el secretario general de la presidencia, Oscar Parrilli, se reía con ganas y la carcajada del jefe de Gabinete daba paso a la resignación. “La Presidenta sabía que la medida iba a tener esta resistencia. No cayó en el oportunismo demagógico. La cuestiona el machismo temeroso de los oligarcas. Hay que tener coraje para gobernar, no buscar siempre el aplauso fácil. Era fácil ser progresista en los 90. Por eso soy el soldado más leal a Cristina. Estos señores son los mismos que pedían que reprimiera a los desocupados cuando cortaban las rutas. Pero tuvimos conflictos más bravos que éste, con mineros y con petroleros en el sur. No es el primero que nos toca enfrentar”, se entusiasmó. Su mensaje de despedida derrumbó las ilusiones de los que esperaban una pronta resolución del conflicto: * “El Estado va a bancar las retenciones. Están absolutamente firmes. Ellos encontraron una excusa porque quieren volver al modelo neoliberal. No vamos a ser alfombra de estos señores ni de nadie. No vamos a claudicar”. * “¿Qué pasa si mañana los industriales vienen y nos dicen que no van a pagar más el impuesto a las Ganancias y que si no se lo sacamos van a echar gente?. ¡Tengamos cal-ma!, paciencia oriental”. * “La lucha es larga, recién comienza. Ésta es apenas una estación más. El Gobierno va a demostrar que tiene el poder, como lo hizo siempre en las instancias fundamentales. No es un capricho: está en juego la comida a precios accesibles para los argentinos, la salud, el destino y la vida de los argentinos”. A esa altura, la ovación del pejotismo ya no dejaba oír su voz. (Fuente: Diario Crítica)