O
tra vez el conflictivo Barrio Maccarone convertido en escenario de un enfrentamiento armado, esta vez, con trágicas consecuencias. Un hombre joven fue ultimado de un balazo en la cabeza en el marco de un confuso episodio que tuvo a maltraer, en un primer momento, a los investigadores, ya que a la víctima, cuando se le realizaron los peritajes de campo en el lugar del hecho, no se le encontraba ningún tipo de herida, aunque todo indicaba que se trataba de una muerte violenta. Como muchas veces, el trabajo de los médicos legistas al realizar la necropsia de ley en la Morgue Judicial de Oro Verde, le dio certeza a los investigadores, al determinarse primeramente, con la utilización de los aparatos de radiología y seguidamente, en la necropsia propiamente dicha, que la persona fallecida tenía alojado un proyectil de arma de fuego en su cráneo. Del episodio se tuvo conocimiento alrededor de las 7.30 horas cuando, al parecer, una mujer de apellido Fernández llegaba a la casa de su ex concubino, con el que tiene dos hijos menores. No llegó a la vivienda, ya que lo encontró antes, tirado en el piso y ya sin vida, frente a la casa de un tío de este ubicada junto al domicilio hacia donde se dirigía, sita a pocos metros del final de calle Dorrego, en el corazón mismo del Barrio Maccarone. No tuvo ninguna duda de que Carlos Martínez, de 30 años, había sido víctima de una muerte violenta. El cuerpo estaba tendido boca arriba a poca distancia de las interminables escaleras de material que recorren todo el sector desde lo alto y hasta lo más profundo del poblado sector barrial. Llamó a los gritos a sus parientes y familiares de Martínez y alguien de ellos dio la voz de alarma llegando al lugar, progresivamente, efectivos de la Comisaría 8ª y del Comando Radioeléctrico, quiénes procedieron a vallar la zona para preservar el escenario del crimen. No demoraron mucho en arribar también, urgentemente convocados, el personal de la División Homicidios de la Dirección de Investigaciones, encabezados por el titular de la primera, Ángel Ricle, quiénes tomaron las primeras providencias del caso. Luego llegaron el subdirector de Investigaciones, Carlos Catena y el titular de la Jefatura Departamental Paraná, Carlos Schmunk, junto al Juez de Instrucción en Turno, Eduardo Ruhl, acompañado por personal de su juzgado y la Fiscal, Laura Cattáneo, quiénes supervisaron la tarea de los investigadores, de los médicos legistas y de los peritos del gabinete completo de la Dirección de Criminalística, ante la morbosidad de decenas de habitantes del lugar. El asesinato de Martínez estuvo, desde un primer momento, rodeado por un halo de misterio ya que además de no notársele en su cuerpo ninguna herida mortal como las producidas por un disparo de arma de fuego o un ataque con arma blanca, el occiso tenía todavía en su mano derecha un cuchillo y en la izquierda una piedra de importante tamaño como si estuviera anunciando que había querido atacar o defenderse de él o sus atacantes. Desde un primer momento las dudas estuvieron centradas en la forma que había muerto Martínez pero, todos coincidían, que la prueba casi seguramente estaban en la cabeza de este provista de una frondosa cabellera, en ese momento, sucia de tierra y de la poca sangre que parecía haber manado de una herida que no era visible. (El Diario)