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icardo Leguizamón (El Diario de Paraná) Palo a Pique es un paraje desconocido, ubicado en el distrito Manantiales, a 15 kilómetros de San José de Feliciano, en el norte de Entre Ríos, un punto que es difícil ubicar en el mapa. Allí, en la Escuela Nº 30 Malvinas Argentinas, Gustavo Lator es maestro de un puñadito de 15 alumnos que antes eran más. “Llegamos a tener entre 30 y 40 alumnos, pero de a poco las familias se han ido yendo. Acá hay dos estancias grandes, y la matrícula de la escuela depende de los empleadores. Si ocupan mano de obra, la escuela tiene alumnos. Si no, perdemos alumnos”, dice este maestro que viaja todos los días en su auto a la escuela, cobra de bolsillo 850 pesos, y gasta el doble de lo que el Estado le paga para traslado. En el norte profundo las cosas son así, dirá el maestro. “Hay cada vez menos habitantes, la gente se va y entonces las escuelas van perdiendo alumnos. Algunos chicos ni siquiera llegan a terminar la primaria, porque empiezan a trabajar junto a sus padres; también están los que se van a otros departamentos o a otras provincias. No hay medio laboral que ayude a la familia rural para que se mantenga en el lugar”, dice. Entonces a veces las aulas se cierran: eso ocurrió con la escuela que funcionaba en Puerto Campichuelo, en el departamento Uruguay. Allí, cuando cerró la cantera que daba trabajo a la gente, el pueblo se quedó sin habitantes, y la escuela, sin alumnos. En la República Argentina, señala la organización no gubernamental Recuperación Social de Poblados Nacionales que Desaparecen (Responde), existen 602 pueblos de menos de 2.000 habitantes que están en riesgo de desaparecer, 124 que prácticamente no han crecido en los últimos 10 años, y 90 pueblos que ya no figuran en el último censo 2001 (dos de ellos de Entre Ríos). Los poblados en riesgo albergan 268.920 habitantes y representan casi el 40 % de las poblaciones rurales del país. En Entre Ríos la lista de poblados en riesgo de desaparición llega a 17, diseminados en distintos rincones de la provincia: La Clarita, en el departamento Colón; Ayuí, en Concordia; Aldea Salto y Camps, en Diamante; Estación Lazo, en Gualeguay; General Almada, en Gualeguaychú; Tezanos Pinto, en Paraná; y Rocamora, en Uruguay, son algunas de las poblaciones que vienen sufriendo pérdida importante de habitantes entre un censo y otro. Pero hay otros en situación más crítica: son los tildados con la sigla NF (no figura). Los pueblos identificados como NF son pueblos que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) ya no registró en su Censo de 2001, por la insignificante cantidad de habitantes. “Al desconocer los motivos por los cuales no figuran, no nos permitimos afirmar fehacientemente que han desaparecido, simplemente que tenemos una duda y sospecha importante, dada la escasa población que muchos de ellos registraban en el Censo de 1991”, subraya un informe que firma la titular de Responde, Marcela Benítez. Dos poblaciones de Entre Ríos tienen, para Responde, la calidad de NF: Las Mulitas, en el departamento Feliciano, y Cuchilla Grande, en el departamento Gualeguaychú. Otras dos localidades, Irazusta y Faustino Parera, en el sur de Entre Ríos, fueron escogidas por Responde como sitios de desarrollo de un programa piloto de recuperación, con resultados halagüeños. Allí se desarrolla el programa “Turismo en Pueblos Rurales” que busca potenciar el turismo alternativo promovido por los propios habitantes del lugar, ofreciendo gastronomía local y alojamiento en casas de familia. Javier Broggi, secretario de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Urdinarrain, dice que el programa ha dado buenos resultados, y prueba de ello es la integración del denominado Circuito Turístico de Pueblos del Sur Entrerriano. “Es un trabajo muy serio, que ha tenido etapas y altibajos, pero que ha dado resultados”, dice Broggi. Claro que la experiencia tropieza con el déficit de la infraestructura vial. “Parera está a 10 kilómetros de Urdinarrain, e Irazusta, a 15, unidos por la ruta provincial 51, que es un verdadero agujero negro, que en días de lluvia se transforma en intransitable. En días secos, para ir a Larroque tenemos que transitar 45 kilómetros, pero cuando llueve hay que dar una vuelta por Gualeguaychú, y la distancia se extiende a 120 kilómetros. Lamentablemente, estamos postergados”, plantea Broggi. No hay causas únicas que expliquen el éxodo y despoblamiento rural en la provincia. En 1960 la población de Entre Ríos se repartía en partes casi iguales entre el campo y la ciudad: en el área urbana habitaba el 49,5 %, y en la zona rural, el 50,5 %. Pero dos décadas después la situación comenzó a virar drásticamente, y se pasó a un 68,8 % de personas ocupando franjas de terreno en áreas urbanas, y apenas un 31,2 % en el campo; aunque el cambio mayor ocurría en la década de 1990: 77,4 y 22,6 %, respectivamente, para llegar a 2001 con 949.250 entrerrianos en áreas urbanas (82 %) y 208.897 habitando el campo (18 %). Es decir que en dos décadas casi 100 mil personas (aproximadamente el 10 % de la población de la provincia) emigraron del campo a la ciudad. Claro que además de movilidad de población hubo un cambio cualitativo: se registró un envejecimiento de los habitantes de la provincia. La directora de Estadística y Censos de Entre Ríos, Graciela Mingo de Bevilacqua, sostiene que la estructura poblacional de la provincia atraviesa un período de “transición”, que acerca las características regionales a los perfiles que ofrecen los países desarrollados. Esa transición se caracteriza por un descenso de la natalidad y la mortalidad, a la par de un proceso de envejecimiento. Las personas de edad avanzada, de 65 y más años, aumentaron su peso relativo dentro de la pirámide poblacional, pasando de representar el 8,8 % en 1991, al 9,5 % en 2001. En contrapartida, redujo su participación la franja de 0 a 14 años que cae del 32,5 % al 29,8 % entre 1991 y 2001. Pero la funcionaria pone entre paréntesis la situación de los pequeños poblados que han venido soportando, de la década de 1990 en adelante, una paulatina sangría de población, y explica por qué. “La situación demográfica, social y económica de los pueblos ha cambiado, y no sé si no se ha revertido el despoblamiento. Por eso, nosotros ya veníamos sosteniendo desde 2005 la necesidad de un relevamiento, una segunda etapa del Censo 2001 para poder ver cómo ha evolucionado la población. Y ahora nos acaban de informar desde el Indec que ya se aprobó en el Presupuesto Nacional para este año la realización de un conteo de viviendas, una especie de segunda etapa del Censo 2001”. Esa segunda etapa permitirá despejar algunas dudas, que Mingo de Bevilacqua se permite expresar en palabras. “Nos servirá para determinar qué tanto ha mejorado la situación de los pueblos chicos, y qué tan importante es la cantidad de gente que ha vuelto a su lugar de origen, empujada por la reactivación económica”, sostiene.