Miércoles 24 de enero de 2007
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Departamentales
A los bifes
Este jueves se realizará una prueba de faena con 3 animales, es decir la puesta a punto de las instalaciones y maquinarias. Taselli pondría en marcha el demorado Frigorífico Santa Elena.
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SERGIO TASELLI, dueño del Frigorífico Santa Elena (Fotomontaje)

F

ue el intendente de Santa Elena, Domingo Daniel Rossi, quien afirmo que "Santa Elena Alimentos SA (ex frigorífico Regional Santa Elena), este jueves 25 de enero de 2007, a partir de la hora 8, realizará una prueba de faena con 3 animales es decir la puesta a punto de las instalaciones y maquinarias" e ilusiona a todo un pueblo al decir que "esto es fundamental, porque es un paso previo a la reapertura definitiva, y que paralelamente, esta tramitando ante el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) la habitación nacional e internacional". Refirió además, en un comunicado enviado a INFORME DIGITAL, que "es el momento mas esperado por el pueblo de Santa Elena, ya que la ultima faena del frigorífico data del año 1992, y esto se logro gracias al acompañamiento del pueblo, que nunca bajo los brazos en la lucha para la reapertura de la planta frigorífica". Santa Elena, ciudad del norte entrerriano, Dpto. La Paz, 150 km de Paraná, creció a sus orillas. Sus residentes originales migraron de otros puntos de la provincia y de la vecina Corrientes; con una población estable histórica de 22.000/23.000 habitantes, hoy sufre un proceso migratorio inverso y escasamente llegaría a los 16.000 habitantes. Como Saladero, fue fundado el 2 de Octubre de 1871. En el año 1880, es adquirido por la Compañía alemana E. Kemmerich que además de preparar carne salada, monta las plantas de fabricación de carne, Peptona y carnes Conservadas, usando las barrancas del río Paraná, desde la altura hacia el río para el Lay-Out. Sobre el río instala el muelle y puerto, contando desde sus orígenes con Aduana propia. Desde allí se embarcaba la producción hacia Europa. Su ubicación geográfica, 150 Km al norte de Paraná Ciudad Capital de la Provincia, modelo de “ciudad-fábrica”, rápidamente se constituyó en un centro de atracción migratorio. Tanto de otros departamentos del norte provincial , como de Corrientes y aún de Paraguay. En 1909 el establecimiento es comprado por la firma inglesa: Establecimientos Argentinos de Bovril, que además adquiere grandes extensiones de campos para cría e invernada, a tal punto que ocupan varios espacios provinciales, ya que a partir de la salida de Paraná (Km 50. aproximadamente) hasta Formosa eran de propiedad de la empresa. Hasta 1973, donde cambia el ciclo internacional de producción y comercialización, junto con otros factores políticos y sociales, tal como lo reconocen distintos autores, sigue en poder de los ingleses, tomando la decisión de retirarse del país junto con otros frigoríficos norteamericanos (1). Aún hoy, se puede observar en Santa Elena, como testimonio mudo, aunque elocuente, de su historia, los edificios e instalaciones del complejo destinado originalmente a vivienda del personal, expresión definida de una relación social. Así aún se preserva el “Barrio Sur” originalmente destinado a funcionarios ingleses y sus familias, luego a la plana mayor de las distintas administraciones, conjunto de residencias individuales , chalets cuyo estilo trasladado de la campiña británica, sobre la barranca ribereña, rodeado de grandes jardines (hoy en estado de abandono, como el resto de las instalaciones), club con cancha de gol, tenis, pileta de natación, contrasta con lo que se conocía como el “cuartel de los solteros”, barracas grises, situadas en el extremo opuesto, que alojaba a los jóvenes que llegaban atraídos por un trabajo industrial. Así lo refiere un morador, de 82 años, jubilado luego de 48 años de trabajo, “Allá por la década del 30, antes del 45 los ingleses eran dueños de todo. No solamente de la fábrica. La muchachada venía buscando trabajo, que no había. Como ahora Así los ingleses les pagaban lo que querían, los alojaban en unas barracas de las que salían para trabajar y para dar una vuelta por el río los fines de semana. Nada más. Ellos eran dueños de todo. Hasta que la gente no se afincaba, debía comprarles los víveres, que después se los descontaban del sueldo. Hasta tenían prohibido comprarle a los “turcos” que venían con su “atadito” La misma policía realmente estaba a disposición de ellos. Ni hablar si alguno de esos jóvenes se entreveraba con una gringa” (2). En 1973, la empresa santafecina Safra (Sociedad Anónima Frigorífico Regionales Argentinos) adquiere, en condiciones sumamente ventajosas, la fábrica y gran parte de sus campos. Esta empresa integrada por Friar S.A. y Frymat (Casilda. Pvcia. de Santa Fe) provoca una acelerada actualización tecnológica de la planta y la reorganización del proceso de trabajo, produciendo la transformación del complejo, habilitado para todos los mercados del mundo. La década del ‘80 lo va a consolidar como uno de los grupos exportadores cárneos más importantes del país . El excedente posibilitó la capitalización del núcleo productivo santafesino, hoy uno de los más concentrados de la actividad, objetivo estratégico de la conducción empresaria (Lomassi-Ingaramo-Gorleri). Posteriormente, la empresa entra en una profunda crisis tanto por el cierre de mercados, retraso cambiario, retenciones a la exportación, pero también, por el flujo de capitales hacia las plantas de origen, el grupo cierra la empresa, siendo reabierta en 1984 por el Estado provincial. Hasta abril de 1991 el complejo Industrial sigue en poder del dominio estatal. En 1987 asume el Ejecutivo provincial , disponiendo hacia 1990 su privatización que se concreta en 1991. El adjudicatario fue un consorcio integrado por el City Bank y el grupo Huancayo (Frigorífico Rioplatense) bajo el nombre de Euromarche S.A. El proceso de privatización Respecto del proceso licitatorio, cabe señalar que luego del dictamen del Tribunal de Cuentas de la provincia y posteriores modificaciones en el pliego licitatorio (se optó por el modelo de Aerolíneas Argentinas) el único grupo oferente, fue el finalmente adjudicatario. Decía Clarín (31/08/90): “ENTRE RIOS. Polémica por la licitación del frigorífico Santa Elena. El grupo Malleco formula una serie de objeciones al llamado advirtiendo que podría llegar a los estrados judiciales en demanda de la nulidad de la convocatoria. Específicamente la firma se refiere al decreto 3.514, dictado el pasado 14 de agosto, que modifica –dice– el pliego de base y condiciones en forma ilegítima, irrazonable y arbitraria con el expreso objetivo de excluir a Malleco SA y favorecer a un oferente determinado”. La planta comenzó a operar en abril de 1991 con 1.400 operarios. Previamente el Gobierno provincial abonó U$S 5.000.000 en concepto de indemnizaciones. Como en otros lugares del país remises y kioscos, inundaron el paisaje. Los pocos esfuerzos comunitarios que se alentaron a efectos de orientar programas de desarrollo de empleo productivo, fueron hundiéndose rápidamente en la indiferencia del conjunto, y en la falta de apoyo técnico y estratégico de las autoridades. Progresivamente los sectores más jóvenes se fueron desplazando hacia Paraná, para trabajar en otras actividades o a la provincia de Santa Fe (Casilda, Rafaela, Reconquista) procurando mantener su identidad de trabajadores calificados de la industria. Un año después, mayo de 1992, luego de sucesivos cierres temporarios cierra la playa de faena y en una maniobra irregular, transgrediendo normas impositivas y sanitarias, progresivamente la gestión privada traslada la producción al Frigorífico Rioplatense en General Pacheco (Bs. As.), convirtiéndose en otro ejemplo más de “fabrica con rueditas”. Finalmente en noviembre de 1993 se cierra definitivamente la empresa, despidiendo a todo el personal. De este modo y luego de intensas y continuas movilizaciones de la comunidad, no solamente de los trabajadores despedidos, se puso en marcha el procedimiento de crisis, forzando el marco legal para su aprobación, tanto por la Dirección Provincial de Trabajo, como por el Ministerio de Trabajo de la Nación, la que homologó los acuerdos. El personal aceptó una suma equivalente al 50% de sus indemnizaciones legales, renunciando a cualquier otro reclamo aun por enfermedad laboral o secuela de accidentes de trabajo. Las indemnizaciones, fueron pagadas por el Gobierno provincial, subrogando las obligaciones de la empresa privada, aceptando como garantía documentos de nula ejecución. Algunos comentarios de los actores involucrados en el proceso de ese momento: “Nunca vi algo parecido. Mire que tengo experiencia en conflictos de la industria de la carne”. (Del funcionario del Ministerio de Trabajo de la Nación, responsable de la homologación de aquel momento). “Me pasé toda la vida dentro de la playa de faena. Yo había entrado a la fábrica como changarín. Con los ingleses pude empezar a construir mi familia. Luego con Lomazzi me desarrollé técnicamente. Estuve en la comisión organizadora de todas las inspecciones del exterior. Jamás desaprobaron la planta. Esto no tiene nombre...” (De un trabajador de la planta). “Acá hay responsabilidades políticas, jurídicas y económicas. Vamos a seguir exigiendo que se investigue y castigue a los culpables de la desaparición no sólo de la fábrica sino también de nuestra ciudad. La empresa privatizada no cumplió nada. Por la tremenda crisis económica y social, fuimos acorralados por Constantini y por el mismo gobierno. Aceptamos una y otra imposición. El Estado debió hacerse cargo de todo y en definitiva somos los ciudadanos de esta provincia y de este pueblo quienes pagamos el costo más alto: desocupación, exclusión, marginalidad. Yo denuncié y lo voy a seguir haciendo que en el tema de Santa Elena hubo una sociedad siniestra política-empresarial”. (Del actual Secretario General del Gremio de la Carne de Santa Elena). Hoy la comunidad de Santa Elena no tiene una sola fuente de trabajo productiva de envergadura. Se distribuyen 900 planes “Trabajar” entre su población de manera arbitraria y discrecional, apuntando a las elecciones que en el caso de Entre Ríos, no han tenido desdoblamientos. A pesar de ello nuevas instancias organizativas van apareciendo lentamente. Foros multipartidarios, sociedades vecinales y proyectos aún no suficientemente desarrollados, procuran encontrar un perfil productivo distinto. En el imaginario colectivo, particularmente en los más jóvenes, crece la idea que el Frigorífico Regional Santa Elena no tiene futuro. No tiene destino. El fin de un ciclo... Quizás como símbolo de la década, la privatización y posterior cierre del Frigorífico Regional Santa Elena dio por tierra el paradigma de un Estado con capacidad de generar políticas de desarrollo industrial y, consecuentemente, de empleo. Esta es una dimensión posible para analizar el caso. La otra, inevitable, es el carácter de las privatizaciones, el marco jurídico de las mismas, los grupos económicos beneficiarios de ellas, que, y no por casualidad, en éste particular negocio de las carnes se repiten, oscura y cíclicamente. Se puede analizar la paradoja de un Estado que se desprende de un activo que generaba recursos fiscales directos e indirectos, nacionales, provinciales y municipales, que ocupaba 2.115 personas en su dotación, sin contar las de sus proveedores y productores de la provincia de Entre Ríos, así como servicios de distinto tipo, energía eléctrica, gas. Que asimismo había constituido un centro de excelencia, para la industria, en la formación de sus recursos humanos; laboratorios “testigos” certificados internacionalmente, una línea de investigación y desarrollo aplicado, considerado por la FDA (organismo de control norteamericano), con su consiguiente aprobación. Paradoja decíamos, ya que al momento de la privatización y en el período 1987/1990 la explotación había alcanzado un punto de equilibrio en su operatoria, que si bien no era suficiente para enjugar su pasivo histórico, estaba en plena renegociación del mismo. Más extraño aun cuando al cierre de la planta por el operador privado, en 1993, los dos únicos acreedores son el Banco de la Nación Argentina y la Provincia de Entre Ríos , entidades que, una vez más, absorben el “riesgo” empresario. Obviamente, queda una comunidad inerme, cuya desocupación abierta es el 73,8 % de la PEA. Perdiendo no solamente la identidad que por generaciones construyó alrededor de su condición de trabajador de la carne, sino que, tampoco ha sido incluida hasta el momento, en ningún programa de reconversión productiva, que tenga serio carácter de continuidad. (Agradecemos la gentileza del periodista Jorge Riani en esta noticia)
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