Lunes 04 de diciembre de 2006
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Policiales
Quiso rescatar a sus hijos y terminó preso por un asalto
Ella ejercía la prostitución en una wiskería de El Pingo y se enamoró del dueño del lugar. Su concubino, al saber que no volvería, viajó desde Santa Fe para buscar a sus hijos que ella mantenía a su lado.

C

on la ayuda de otros llegó al lugar, pero uno se descontroló y concretó un asalto. Luis Alberto Molina tiene 35 años y vivió 16 junto a Teresa González, de 28, su concubina, en el Barrio Progreso de Santa Fe. Juntos tuvieron cuatro hijos, dos de los cuales quedaron viviendo con su padre y otros dos con Teresa, cuando ella viajó a mediados de 2005 a ejercer la prostitución en la Wiskería El Gauchito Gil, en la localidad entrerriana de El Pingo. Quiso el destino que Teresa empezara a distanciarse del trabajo y a acercarse sentimentalmente al dueño de este prostíbulo, Rubén Darío Penáu. Según el proxeneta, Molina sabía lo que hacía su mujer y cada tanto mantenía charlas por teléfono, e incluso dijo que hasta el día en que él llegó para buscar a sus otros dos hijos, el día que se produjo el asalto, sólo se conocían por esas charlas. Sólo Molina sabrá si su enojo y la intención de salir aquella noche del 12 de febrero de 2006 en un remise junto a un amigo, Gonzalo Romero, de 20 años y llevando los dos gurises que estaban con él en Santa Fe fue una actitud despechada por haber sido abandonado por su pareja o si el enojo era porque el trabajo de su mujer ya no generaría más beneficios económicos. Si fue a retirar a los dos gurises que estaban con Teresa por una cuestión paternal, o para presionarla a que vuelva, aunque esta es otra de las cuestiones que quedan hoy al margen de la historia que le interesa a la Justicia. LA HISTORIA Lo concreto es que Molina y Romero fueron a buscar un remise y se entrevistaron con un tal Daniel Oscar Pérez Lindo, un chofer que vive en el barrio Pompeya de Santa Fe. Negociaron el viaje y salieron en un Fiat Duna hacia El Pingo, el chofer, Molina, sus dos hijos y Romero. Al llegar a la wiskería, Molina y Penáu se conocieron frente a frente por primera vez y el comerciante admite que no tuvo inconvenientes con el padre de los gurises, pero que mientras hablaban, fuera del local, se escuchó un disparo y que una de las “chicas” le contó que fue un disparo accidental, que se le escapó a Romero; pero luego admitió que Romero, antes de que salieran hasta un domicilio particular, donde estaban Teresa y los dos críos, le apuntó y lo obligó a entregar lo que tenía encima. La historia llevó a algunos a pensar que Molina fue con la sola intención de sacarle los gurises a su mujer y que lo llevó a Romero para que le cuide las espaldas, analizando quizá que la situación podría ponerse violenta. No es descabellado pensar que Romero se cortó solo al momento de entrar al prostíbulo, envalentonándose arma en mano y aprovechando a cobrarse el favor que le estaba haciendo a Molina, sin intuir que su actitud los iba a terminar catapultando a prisión desde esa misma noche. Fue así porque luego de buscar a los dos chicos, Molina, Romero, el chofer y los cuatro gurises emprendieron el regreso por la ruta. Penáu intentó denunciar el robo en su negocio en la comisaría de El Pingo, “pero estaba cerrada, no había quedado nadie, por lo que pensé en ir hasta Hasenkamp, pero cuando pasé por el local, la Policía ya estaba allí, la habían llamado unos clientes que llegaron después”. INCÓGNITAS Algunas situaciones bastante enroscadas y rayanas con relaciones muy poco normales surgieron luego, cuando el fiscal Juan Carlos Almada logró que Penáu admitiera que lo fue a visitar a Molina a la cárcel e incluso que lo distanciara en todo momento de la escena del asalto. También su ex mujer, al ser interrogada admitió que lo había ido a visitar a la celda —pese a que actualmente mantiene una relación de concubinato con el proxeneta— justificando su acercamiento a su ex marido preso por una cuestión humanitaria y debido a sus hijos. Fue notable además que no sólo González y Penáu buscaron ayudar a Molina en su situación, sino también hasta las tres alternadoras de esa noche, algunas de las cuales vieron —sorprendentemente— a otros actores en escena que nadie más vio. El único que optó por declarar en el juicio fue el remisero Pérez Lindo, tratando de convencer al tribunal que “yo les cobraba 100 pesos por cada 70 kilómetros y cuando regresamos nos paró la Policía. Yo detuve el auto y cuando me esposaron no entendía nada, porque siempre me quedé en el coche. Nunca usé armas, el revólver que hallaron debajo del asiento no es mío y no sé qué habrán hecho ellos, pero estoy preso desde febrero sólo por haber hecho mi trabajo de manejar un coche de alquiler, si hubiera sabido que corría el riesgo de meterme en un problema, ni mi patrón lo hubiera permitido ni yo hubiera salido de Santa Fe, dijo el encartado. El debate se reiniciará mañana a las 9, con el alegato del fiscal Juan Carlos Almada, al que le sucederá la defensa de Romero, el doctor Alberto Silva Velazco, para luego escucharse al representante de Molina, el doctor Juan Carlos Rubio Pérez y finalmente, los responsables de la defensa del remisero Pérez Lindo, doctores Marciano Martínez y Lisandro Darío Halles. (Fuente: El Diario)
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