A
lguien llamó al Comando Radioeléctrico ayer preocupado por una situación en Los Arenales. La repartición avisó entonces a la Comisaría 14ª para que atendiera un “disturbio” en su jurisdicción. Cuando llegó el patrullero al lugar se dio cuenta que la cosa era mucho más que un desorden callejero: más de 200 vecinos rodeaban una casa en calle Surubí dispuestos a desalojar a sus ocupantes. A pocos metros de la casa, se quemaban unas cubiertas. Faltaba poco para el mediodía. La gente esperaba afuera. No volaba una mosca. “En realidad, los vecinos no los querían dejar ir”, explicó un agente. Viendo que los sucesos podían desmadrarse, la Comisaría 14ª decidió pedir refuerzos al Comando y a la Departamental y solicitó la presencia de la División Minoridad, porque había menores en la casa. Los acontecimientos aparecían tan complicados que hasta se hizo presente en el lugar el jefe departamental, Hugo Miño. Cerca de la 1 de la tarde, agentes de Minoridad lograron sacar primero a los nenes, y se los llevaron en una camioneta de la Policía. Junto con ellos salió una mujer, con bultos, y por último los hombres. En ese momento empezaron a llover las piedras y los insultos a los desalojados, que se prolongaron hasta que la Policía los sacó del barrio. Eran 11 personas, entre grandes y chicos. Se bajaron en la Comisaría 14ª, que está en barrio José Hernández. Después intervino el Juzgado de Menores y la familia quedó a disposición de la Defensoría, que iba a resolver dónde iban a quedarse hasta tanto se resuelva su situación. “Ahí viven como 20 personas grandes. Hace como dos meses que vinieron al barrio. Eran de Bajada Grande y de ahí los habían echado. Les roban a los vecinos”, contó una mujer joven que amamantaba a su bebé y seguía los acontecimientos desde una distancia prudencial. “Hubo una fiestita de cumpleaños anoche y mientras festejaban estos le robaron la radio y el estéreo del remise al vecino. Eso fue lo último que aguantó la gente y ahora los quieren echar. Espero que se vayan porque mi marido también es remisero”, confió. En ese momento salía del barrio un móvil policial y en la caja iba uno de los miembros de la familia cuestionada, que sería de apellido Robles. Se oyeron gruesos términos entre ese hombre, que iba entre paquetes y objetos domésticos, y una mujer que miraba los sucesos desde una esquina. “Son como 15 ó 20 los que vivían en la casa pero los fines de semana se sumaban más. Este es un barrio tranquilo, que nos conocemos todos, pero desde que llegaron estos era imposible salir a la noche porque esta esquina es como que ellos la tenían comprada”, narró otra vecina. Después de lograr que la familia saliera ilesa del barrio, la Policía encontró en la vivienda objetos que presuntamente habían sido robados, entre ellos una radio de remise. Más tarde, a la siesta, gente del lugar empezó a desmantelar la casita, aunque en un primer momento se hablaba de cedérsela a vecinos en situación precaria. Pero, finalmente, ladrillo por ladrillo, la casa fue tirada abajo y nada quedó de ella. La familia había morado en diferentes barrios, entre ellos la Villa 351, pero al parecer no habían sido bienvenidos en ningún lado. Esta vez, los vecinos de Los Arenales, hartos de que les robaran, decidieron expulsarlos del barrio. En el medio quedaron los chicos, que tuvieron que salir en brazos de la Policía mientras los vecinos esperaban a sus padres afuera, enfurecidos. (El Diario)