Martes, 16 de diciembre de 2025   |   Campo

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“Nos tocó a nosotros”, sentenció Edgardo Siandra, un productor citrícola de la localidad de La Criolla, departamento de Concordia, Entre Ríos, donde esta mañana cayó un fuerte temporal con un granizo que rompió parte de la estructura del establecimiento. El impacto de la tormenta confirmó el peor de los temores que compartía con su hermano Iván, con quien conduce el invernadero, hasta entonces exento. La furia del clima arrasó con la plantación de vid y con las estructuras que protegían los plantines de cítricos. También alcanzó a otras economías regionales.

Iván y Edgardo son especialistas en la producción de planta cítrica bajo cubierta, un método que aplican respetando la estricta normativa del Senasa, requisito indispensable para esta actividad. Según relató Edgardo a LA NACION, la infraestructura del emprendimiento es su principal activo y, ahora, se transformó en el epicentro del daño en la quinta. Para cumplir las exigencias sanitarias, los productores invirtieron en una serie de invernaderos con costosos techos parabólicos de gran tamaño, recubiertos con polietileno, media sombra y malla antiáfida. “Muchos de esos techos se rajaron. Incluso los más nuevos quedaron como un colador. Nunca había visto algo así: media sombra con polietileno completamente dañado. Es la primera vez”, relató Siandra.

La rotura en la infraestructura

El área afectada en su establecimiento asciende a casi tres hectáreas de producción bajo cubierta y, según comentó, prácticamente “todos los techos quedaron dañados”.

Aclaró que, por ahora, cuantificar el monto de la pérdida es una tarea compleja, aunque la estimación apunta a cifras millonarias. Solo el polietileno, material clave para la cubierta, tiene un costo elevado: “un rollo de los que usamos cuesta alrededor de 800.000 pesos”, y cada invernadero requiere cuatro. “Tenemos entre 15 y 20 invernaderos, todos dañados. Es incalculable dar un número hoy por hoy; la situación es bastante compleja”, explicó el productor, quien recordó que levantar dos invernaderos destruidos por una tormenta de viento en 2014 les costó “entre 27 y 28 millones de pesos” cada uno.

El productor aclaró que la producción de plantines “no se perdió”, pero sí se destruyeron las estructuras de protección. La situación se complica además por la dificultad para conseguir mano de obra calificada que repare las grandes estructuras parabólicas.

El momento de la tormenta en la zona de los plantines

Además de los cítricos, la familia Siandra es propietaria de cuatro hectáreas de un viñedo de alta densidad, que abastece su propia bodega y vende uva a la bodega La Caroyense, de Córdoba.

No obstante, este proyecto, “muy elogiado y muy bonito” por especialistas vitivinícolas, también sufrió el embate del clima. “Estaba precioso el viñedo, y ahora verlo todo golpeado genera mucha tristeza. Encontramos mucho racimo en el suelo y muchos granos de uva caídos”, lamentó Siandra. El viñedo, que suele producir entre 60.000 y 70.000 kilos, ve comprometida su rentabilidad tras el impacto.

Los hermanos llevan 13 años con su viñedo y bodega. Esperan poder articular la ayuda necesaria para “poder salir adelante” de este golpe.

Destacó no solo la intensidad del fenómeno, sino la forma del granizo: “Las piedras eran deformadas, con muchas puntas, lo que genera mucho más daño. He visto fotos y videos de otros lugares con granizo redondo, pero acá no: eran todas piedras irregulares, deformadas”.

Así quedaron las uvas del viñedo familiar

La franja de granizo fue excepcionalmente amplia y abarcó más de 10 kilómetros de la región, donde afectó no solo a las propiedades rurales, sino también al casco urbano de La Criolla y a otros viveros cercanos que quedaron “completamente destruidos”.

Según relató, la cosecha de arándanos, que está finalizando por esta época, también sufrió “daños importantes”, y la producción de sandía, actualmente en pleno desarrollo, fue prácticamente aniquilada. “En sandía, por ejemplo, no queda prácticamente nada”, anticipó.

Así cayó granizo en La Criolla, Concordia, Entre Ríos

Confía en poder recomponerse apoyado en un modelo productivo que se sostiene en el tiempo. “Nací haciendo plantitas. Me emancipé a los 16 años y crecí en la tradición citrícola que me inculcó mi abuelo, Agustín”, cerró.

La rotura en la infraestructura

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