
La norma no escrita en la política argentina sostiene que el vicepresidente conspira contra el presidente. O al menos, que el presidente tiene esa percepción. Existen excepciones que avalan esta maldición, pero Javier Milei y Victoria Villarruel no son parte de ellas. La confrontación abierta y manifiesta entre el primer mandatario y la presidenta del Senado ha desenmascarado una tóxica lucha en la cúspide del poder, con repercusiones institucionales y un desenlace incierto. Hay una cronología de desconfianza, sospechas de traiciones y una conversación secreta conocida por pocos y cuya veracidad nadie ha confirmado.
“Lo positivo es que ahora Victoria Villarruel actúa de manera transparente”. Esta declaración surgió desde las entrañas del Gobierno tras la contundente derrota sufrida por la Casa Rosada en la Cámara alta. La votación terminó 7 a 0. “Arruinaron el superávit con las jubilaciones, la ley de discapacidad y varios proyectos de los gobernadores. Incluso aprobaron el día del cóndor andino; fue una burla y la vicepresidenta permitió que sucediera. No defendió a su Gobierno”, relató uno de los operativos de la Casa Rosada tras realizar un análisis de lo ocurrido la semana pasada en el Congreso.
Este episodio se suma a una larga serie de desacuerdos entre la pareja presidencial. Hablando de reglas y excepciones, la discordia ha sido la constante en su relación. Existen factores genéticos que predisponen a estas diferencias, reconocidos por ambos: Milei es un economista liberal libertario, mientras que Villarruel, una abogada nacionalista católica. En política y economía, se expresan en lenguajes distintos.
El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, denominó esta bifurcación que se materializó el jueves pasado. “Sin duda estamos ante una crisis, no institucional, sino política dentro del Gobierno. Existen desavenencias entre el presidente de la Nación y la vicepresidenta”, aseguró Francos en una conversación con la señal de noticias DNews.
La situación es una “crisis política” inoportuna para el Gobierno, que se prepara para enfrentar su desafío más complicado. En menos de dos meses se llevarán a cabo las elecciones bonaerenses, donde La Libertad Avanza, en alianza con el PRO, buscará derrotar al peronismo kirchnerista, su principal adversario. Los resultados de estas elecciones pueden influir en el próximo turno electoral, programado para el 26 de octubre, que definirá el nuevo Parlamento.
Milei enfrenta un panorama conocido. El 7 de septiembre llegará con la misma soledad política que lo acompañó en su candidatura presidencial. Sergio Massa suele recordar que, el día en que fue reconocido como futuro presidente en la asamblea legislativa, más de 300 legisladores nacionales aplaudieron a dos diputados que vencieron a todo el sistema. De esos dos, ahora solo queda uno.
Con todos los gobernadores alineados en defensa de “la caja” -o de “los recursos de las provincias”, como dirían ellos-, una Cámara de Senadores decididamente opositora y Diputados listos para un ataque final, el Presidente eligió el conflicto en lugar del acuerdo. Esta es una reacción condicionada, un método que hasta ahora ha sido efectivo. Golpear primero para negociar después, convencido de que los votantes (“los argentinos de bien”) están de su lado.
En su confrontación con Villarruel, un reciente sondeo de la encuestadora Casa 3, dirigida por Mora Jozami, parece respaldar esa intuición presidencial. “El apoyo dentro del oficialismo está cambiando. En enero de 2024, el 92% de quienes valoraban positivamente a Milei también apoyaban a Villarruel. Hoy, ese porcentaje ha caído al 76%. A pesar de que las imágenes de ambos se mantienen estables, este dato indica un desplazamiento dentro del electorado libertario”, indicó.
Sin embargo, la encuesta revela un dato inquietante para la Casa Rosada que podría arrojar luz sobre las causas de este divorcio político. Para la mayoría de “la gente” que votó por este Gobierno, Milei y Villarruel aún representan una misma entidad. Desconectados de los pormenores del poder, los votantes están sumidos en sus urgencias diarias. Nada resulta más extraño que las intrigas palaciegas, y así lo han manifestado, como un grito que la dirigencia no ha escuchado: la mitad del electorado vota.
Traiciones y desencuentros
La ruptura de la fórmula presidencial marcó el desenlace de una mutación sigilosa que se ha gestado desde fines del año pasado. Villarruel ha renovado todo su entorno y se prepara para un nuevo capítulo. Son fragmentos de una película que ahora se proyecta con claridad en el sistema político.
“Ella es institucionalista; nunca impulsaría un golpe ni buscaría desestabilizar al Presidente. Reaccionó porque se cansó de los ataques y las acusaciones de traición”, reconocieron sus colaboradores. De una forma más brusca, explicaron sus reacciones ante comentarios en Instagram: “Se cansó.”
Son explicaciones que no convencen al Gobierno, especialmente porque en esos intercambios cruzó una línea. Más allá de las diferencias políticas, la vicepresidenta atacó personalmente al primer mandatario y a Karina Milei: “¿Un Presidente que ni siquiera puede saludar a la persona con la que llegó al poder? Si tiene un reclamo, que se lo haga a él, porque yo no pierdo la educación. Cuando el Presidente decida comportarse (sic) como un adulto, podré entender cuáles son sus políticas, ya que no habla (…) No uso aviones del Estado; esos los utilizan Milei y su hermana.”
Estas declaraciones evidencian que Villarruel ha transicionado de una postura defensiva a una ofensiva, anticipando una convivencia difícil. Escenas que recuerdan la relación entre Julio Cobos y Cristina Kirchner tras el “voto no positivo” en 2008. En la Casa Rosada, la vicepresidenta ya es considerada una opositora.
“El Senado cuenta con 34 votos kirchneristas, alineados con Cristina Kirchner, dispuestos a ir por todo. Martín Lousteau, Guadalupe Tagliaferri y Pablo Blanco son votos en contra del Gobierno: suman 37. ¿Qué podemos esperar si además Villarruel juega abiertamente a su favor? En Diputados, tendremos que resistir”, proyectan en el oficialismo.
Antes de los “ataques” en Instagram, Villarruel había hecho otra provocación. Reveló que, durante la sesión del 7-0, resistió la presión para suspender la sesión o, al menos, posponerla. Guillermo Francos, Santiago Caputo y Martín Menem la llamaron en momentos cruciales, pidiéndole un alineamiento in extremis para evitar una derrota parlamentaria. No solo rechazó la solicitud, sino que comentó que ni siquiera escuchó el mensaje de voz que le había enviado el asesor del presidente. “No es un interlocutor válido”, se dice que afirmó. “Se alineó con el kirchnerismo y la casta. Es la alta política que le interesa a ella”, le respondieron desde la Casa Rosada.
“Victoria podría haber hecho mucho más. Tiene razón en que el Senado es soberano y decide cuándo sesionar, pero puso al secretario Parlamentario, ordenó como presidenta de la Cámara y se sentó cuando le pidieron que no lo hiciera. El kirchnerismo podría haber lanzado una falsa amenaza de bomba si no quería que hubiera sesión. Nos entregó sin luchar”, resumió un senador que la considera valiosa, pero lo expresó en estricto off the record.
Este contexto presenta antecedentes y también valida la desconfianza hacia Villarruel desde el inicio de su sociedad política con Milei. En la primera línea de estas preocupaciones se encuentra Karina Milei, “El Jefe”, y Santiago Caputo, el asesor que conforma con el presidente el “triángulo de hierro”.
La secretaria General de la Presidencia siempre ha estado atenta a los movimientos. Fue la encargada de gestionar para que no fuera Villarruel, sino Cristina Kirchner, quien tomara el juramento a Javier Milei el 10 de diciembre. Su renuencia a esa imagen habla por sí sola.
Y ha documentado cada disidencia, sombra o sospecha de deslealtad. Desde los tiempos de la campaña hasta hoy. En una rápida y desorganizada cronología: reuniones con diplomáticos, jefes militares y policiales, con Mauricio Macri -la mayoría realizadas sin previo aviso ni consulta-; la aparición del logo propio con la V de Victoria en actos proselitistas; el apoyo a los aumentos de dietas de senadores; la frase despectiva “pobre jamoncito” sobre Milei; críticas a los acuerdos por Malvinas, ataques a Francia antes de la reunión con Emmanuel Macron; el rechazo a la propuesta para la Corte del juez Ariel Lijo; caracterizando al Senado como “alta política”; su ausencia en reuniones de Gabinete; y la foto con Isabel Perón y la inauguración de un busto en el Senado, entre tantas otras.
Sin embargo, hay un secreto que se cuenta como el origen de la desconfianza. Una conversación ante varios testigos, en la que Villarruel habría sugerido a Milei retirarse de la carrera presidencial ante la posibilidad de una derrota catastrófica. Era otoño de 2023. Pocos conocen este hecho y, por el momento, nadie lo ha confirmado.