
La conversación digital en Argentina se encuentra sumida en un clima de creciente hostilidad, donde el insulto ha dejado de ser un exabrupto para transformarse en parte estructural del intercambio político. Así lo evidencia el reciente informe “La provocación permanente“, elaborado por la consultora Ad Hoc y presentado por su director, el politólogo Javier Correa.
“Estamos más agresivos que incluso durante el proceso electoral de 2023, que ya sabemos que es una fiesta de agresividad”, afirmó Correa. En solo dos años y medio, la cantidad de insultos en las redes sociales argentinas se duplicó, pasando de 660.000 por mes a 1.300.000, lo que representa 1.747 insultos por hora. “Estos números no tienen precedentes. Ni siquiera en plena campaña electoral teníamos un volumen de violencia discursiva tan alto. Hoy estamos en niveles muy superiores”, subrayó.
Más allá de las cifras, el informe se enfoca en los actores que alimentan esta dinámica, diferenciando tres perfiles: trolls, provocadores y amplificadores. En este contexto, la figura del presidente Javier Milei se destaca como el principal provocador no troll de la conversación digital argentina.
“Milei es el usuario no troll que más insultos y agresiones ha emitido en los últimos dos años. Es la persona identificable con nombre, apellido y rol activo que más insulta, por lejos, en Argentina“, sostuvo Correa. Además, señaló: “De hecho, Milei ocupa el noveno lugar en el ranking nacional de usuarios que más insultan. Los ocho primeros son trolls, es decir, cuentas sin identidad clara o con comportamiento automatizado”.
“No se trata solamente de lo que dice, sino de cómo lo dice”
El informe detalla que Milei realizó o compartió 1.589 insultos en los últimos 18 meses. “No hay ningún otro político no troll que se acerque a esa cifra. Lo interesante es que no se trata solo de lo que dice, sino de cómo lo dice, cómo imita el tono de los trolls y lo legitima”, explicó Correa, director de Ad Hoc.
Según el estudio, el provocador es alguien que tiene legitimidad fuera de las redes, pero adopta sus códigos más extremos. “Cuando Milei o Galperín dicen algo, eso se convierte en noticia. Esa es la perversidad del sistema: los trolls generan agresión, el provocador la valida, y el amplificador la difunde. Así se activa lo que llamamos la cadena de la infelicidad”, señaló Correa.
Correa profundizó: “Un provocador es alguien que no necesita de las redes para existir. Milei es presidente, Galperín es el empresario más rico del país. Sin embargo, cuando se sumergen en las redes y reproducen las formas de los trolls, se convierten en figuras centrales de esta dinámica. No solo expresan ideas extremas, sino que permiten a otros hacer lo mismo”.
El director subraya que el informe no busca culpar exclusivamente a Milei o a su gobierno. “Nos pareció poco desafiante y hasta simplista atribuirle la responsabilidad solo a Milei. Lo que hacemos es mostrar cómo funciona un sistema que opera con incentivos perversos y validaciones múltiples. Y es un sistema que premia al que grita más fuerte“, planteó.
Los datos revelan que esta lógica se extiende por todo el espectro político. Mientras los provocadores asociados a La Libertad Avanza (excluyendo a Milei) sumaron 1.660 insultos, los del PRO acumularon 1.274 y los del peronismo, 480. “Esto no es exclusivo de un espacio político. La agresión se ha normalizado y se ha convertido en moneda corriente”, apuntó.
Las consecuencias de esta espiral son múltiples y profundas. “Cuando todo se convierte en griterío, perdemos la capacidad de dialogar. Ya no importan los datos, ni los argumentos. Lo único que cuenta es tener razón y lograr visibilidad“, reflexionó Correa. “El problema es que tener razón no construye puentes. Produce dopamina, genera placer, pero no genera acuerdos. Y en la política, eso es letal”.
Medios de comunicación = amplificadores
Otro de los puntos críticos que aborda el informe es el papel de los medios de comunicación. “A menudo, al replicar sin cuestionar los mensajes provocadores, los medios se convierten en amplificadores involuntarios. En lugar de desarmar la lógica del insulto, la multiplican. Es parte de un ciclo vicioso”, advirtió.
La viralización, según Correa, es el gran premio del sistema. “Si tú y yo comenzamos a insultarnos, eso probablemente se volverá más viral. Así funciona. La visibilidad es el incentivo, y el algoritmo premia más si generas más ruido. Es un sistema tramposo porque castiga la moderación y recompensa la agresión“, agregó.
El estudio de Ad Hoc concluye con una advertencia: la política argentina, en lugar de resistir a esta lógica, se está sobreadaptando. “Lo que observamos es una política que ha perdido capacidad de orientar el debate. En lugar de marcar agenda, se hunde en el barro digital. Y cuando eso sucede, la conversación se vacía de contenido y se llena de insultos. Nadie quiere detenerse, y quizás ya nadie puede”, lamentó Correa.