
En el marco de la difunsión de su reciente libro “Losnoventa: La Argentina de Menem”, el ex ministro del Interior conversó a solascon Infobae. Confesó cuál fue su trabajo más importante en el gobierno yrecordó su último encuentro con el ex presidente que marcó una década
Carlos Corach asegura que está retirado de la política, ysolo hace declaraciones para promocionar el volumen que escribió junto convarios de sus ex compañeros de Gabinete para resignificar la década de los 90.
La entrevista se pautó con él mismo vía WhatsApp, y el lugarelegido fue la biblioteca del estudio jurídico que integra junto con su hijo yotros abogados, en el piso seis de un antiguo edificio de San Telmo. Corach, de86 años, con tres hijos y un matrimonio de 57 años, mantiene intacta la imagende un político de raza.
Afirma que hace más de veinte años que no hace ningunadeclaración pública. Recordó que el último día que brindó las conferencias deprensa que daba por las mañanas durante el Gobierno del presidente CarlosMenem, le hicieron una despedida con mariachis y bailarinas, y que cuando unosperiodistas fueron a la mañana siguiente, él les dijo: “No, no, yo ya no hablomás”. Luego fue senador. Terminó ese mandato hace ya muchos años, y desdeentonces decidió no participar con un rol activo en la vida política.
En una charla a solas con Infobae, uno de los hombres clavesdel gobierno de Menem habló de todo. Explicó cuál cree que es el cargo másimportante de cualquier gobierno, rememoró sus días de gestión y detalló cómofue su último encuentro con el ex presidente.
—Los noventa: LaArgentina de Menem. ¿Cómo surgió la idea del libro y qué encontramos en él?
—Fue una idea que tuvimos el ex senador Eduardo Menem y yo,y fuimos interesando a diversos protagonistas sustanciales de la década del 90para redactar un artículo que contuviera qué es lo que hicieron cada Ministerioy cada funcionario durante ese gobierno, y que hiciera una apreciación lo másobjetiva posible. Y así lo hicimos. Conseguimos, finalmente, hace unos mesesya, completar el libro, que le interesó muchísimo a la editorial, y lo editó. Ycreo que se inaugura, de esta manera, una etapa importante en la informaciónpública. ¿Por qué? En primer lugar porque este libro, como puede ver cualquieraque quiera leerlo, no tiene objetivos electorales ni proselitistas ni preconizaninguna candidatura de nadie. Y lo escribe gente que si bien coincidió connuestro gobierno en la década de los 90, hoy, algunos de ellos tienenposiciones distintas, algunos apoyan una posición, otros, otra, pero acá lo quese requirió es un informe objetivo de las tareas de cada uno en aquella época.
—¿Por qué esto puedeinaugurar una etapa distinta en la comunicación pública?
—No inaugura, puede ser que inaugure una etapa distinta enla comunicación pública porque es como que si fuera un juicio de residenciaintelectual. Y creo que esto intelectualmente es un juicio de residencia porqueacerca a la opinión pública elementos necesarios para juzgar una etapahistórica que fue deformada, demonizada de alguna manera en algunos aspectos ynosotros confiamos en que dándole a la sociedad, a la gente que se interesa enesto, elementos objetivos y claros puedan desentrañar cuál fue realmente eldesempeño de los funcionarios y del Gobierno nacional en la década del 90, consus claros y sus oscuros, con sus errores y sus aciertos. Entonces, miimpresión personal es que esto debería ser recomendable para los futurosgobiernos.
—Al inicio del librohay una descripción del Gobierno que dejó el ex presidente Raúl Alfonsín. ¿Esnecesario para los gobiernos informar sobre la herencia recibida?
—Es necesario. Ningún presidente ni ningún gobierno quierenperjudicar a la gente. Ninguno. Es decir, ninguno quiere hacer un mal gobierno.A veces tienen más suerte, menos suerte, más habilidad, menos habilidad, lascircunstancias sociales y económicas nacionales e internacionales pesan. Y eldoctor Alfonsín, por quien yo tengo una gran admiración, tuve una relación muyfluida con él, tuvo que dejar el gobierno seis meses antes. Y Menem asumió seismeses antes y extendió su mandato después. Cuando lo clarificamos en laConvención Constituyente de 1994, extendió su mandato por seis meses más.Quiere decir que Menem tuvo un mandato de seis años y medio y uno de cuatroaños, ya con la reelección, después de la reforma constitucional.
—¿Qué mitos de esaépoca se desmitifican en el libro?
—Creo que uno de ellos es en torno a la reforma de laConstitución. Existe una concepción popular, digamos, que dice que la reformade 1994 se origina en el deseo de Menem de ser reelegido. Eso es de comúnopinión, digamos, una opinión bastante común. Y no hay nada menos cierto. Y lequería mostrar, le quiero mostrar, la tapa de Clarín muestra que diceclaramente: “Convocaron a la reforma constitucional”. ¿De cuándo es esta tapa?Acá muestra otra, es en un acto en el Salón Blanco, donde estoy yo, estánDuhalde, Menem, Bauzá. ¿De qué fecha es esta tapa [se fija en otra] que dice“Convocaron a la reforma constitucional”? ¿Sabe de qué fecha es? La fecha es“viernes 22 de septiembre de 1989”. 1989. ¿Usted cree que Menem, que habíaasumido al poder en julio de 1989, estaba pensando en septiembre, dos mesesdespués, en ser reelegido? No, es mentira. Y otra cosa muy interesante en tornoa la reforma constitucional es que es la primera Constitución en la historiaargentina que se sanciona por consenso. Todas las otras Constituciones,incluidas la de 1852, la reforma del 60, la reforma del 27, la reforma del 49 yla de Perón, fueron imposiciones.
Recién en 1994, para esta Constitución, se consigue unconsenso de la sociedad. Se comienza en el Pacto de Olivos. Y algo hay quedecir, también, porque este pacto fue demonizado porque en la Argentina laspalabras pacto y acuerdo, tienen mala prensa, digamos. Pareciera que fuerancosas oscuras, detrás de bambalinas, y no hay nada más tonto que señalar eso.¿La política qué es? Son pactos, son acuerdos. Como el caso de la política, dela guerra, donde hay que destruir a un adversario, o matarlo, la política es elacuerdo, es el pacto, es ceder algo para recibir otra cosa. En política no hayenemigos, no debe haber enemigos, hay adversarios. Al adversario usted puedetratar de convencerlo, o convivir con él. Esa es la democracia, y ese es eljuego de la política. La política no es la guerra.
—¿Del Pacto de Olivosrecuerda qué fue lo que más les costó acordar?
—Bueno, hubo una discusión sobre la interrupción del tercersenador. Fue uno de los ítems. Otro de los ítems era el acortamiento delmandato presidencial. Otro era de qué manera iba a haber una elección desegunda vuelta, y con cuánto implicaba ganar la segunda vuelta. En fin, todos.Pero no hubo asperezas.
—Hablando de segundavuelta. ¿Qué opina de que el ex presidente Menem no se haya presentado en lasegunda vuelta?
—Creo que cometió un error grave, porque es cierto que iba aperder, pero en la democracia, cuando usted participa, gana y pierde. Y hay queaguantarse perder. No siempre se gana. Y creo que Menem cometió un error en esesentido. Lo digo hoy aquí porque yo se lo dije a él en el momento que ocurrió.
—¿Cree que no sepresentó porque tenía miedo de perder?
—No, porque creo que hubo presión de su entorno para que nose presentara. Gobernadores que lo acompañaron en la elección. Pero aparte, élpodría haberse presentado igual; obviamente, él no era un hombre de dejarsemanejar por presiones. Pero bueno…, y ahí sale Kirchner presidente, que habíasacado el 22% de votos. Y ahí, Kirchner, hay que reconocerlo, se manejó conmucha inteligencia, afortunadamente para el país. Si Néstor Kirchner no hubieraarticulado un sistema para recuperar el poder presidencial, es muy probable queeste país podría haber vivido un período anárquico. Y él, en ese sentido, tuvola inteligencia, el coraje de, de alguna manera, reconstruir el poderpresidencial. Después, yo puedo discutir cómo lo hizo o no, pero lo cierto esque lo reconstruyó.
—Usted asegura que elmenemismo no existió. ¿Por qué?
—Yo escribí un artículo en Clarín que decía claramente: “Elmenemismo no existe.” ¿Por qué decía eso? Porque el menemismo fue una tácticapara encapsular al grupo de hombres peronistas que gobernaron durante la épocade Menem y, de ese modo, aislarlos del peronismo. Entonces, estos sonmenemistas, y el resto, los peronistas. Y esto hay que resistirlo. Y creo queun fenómeno parecido se está dando ahora, pero bueno, veremos su evolución.
—¿Usted se refiere aque ese fenómeno se refleja hoy en el kirchnerismo, por ejemplo?
—Claro.
—¿El kirchnerismo vaa morir?
—No lo sé. No lo sé. Sinceramente no lo sé. Perdón.
—De su época al ladode Menem, ¿Recuerda lo mejor y lo peor que haya vivido?
—Peor no tuve con Menem. Menem era un hombreextraordinariamente seductor. Yo nunca lo escuché a Menem ni hablar mal denadie ni maltratar a nadie. Ni enojarse con nadie. Nunca.
—¿Nunca habló mal denadie?
—Nunca. De lo que vi, nunca. Por otra parte, Menem tenía lavoluntad de seducir, no de pelear. Es decir, cuando Menem recibía a alguien,ese alguien, fuera simpatizante o no, salía seducido por Menem. Por ejemplo,cuando alguien tenía una audiencia con el presidente, si era importante lapresencia de alguno de los ministros por los temas que se iban a tratar, Menemnos convocaba. Entonces, yo recuerdo que a veces me convocaba, muchas veces,antes de la entrevista, antes de que entrara la persona que iba a participar dela audiencia. Menem me preguntó muchas veces: “Carlos, Carlitos, cómo se llama–póngale Victorica–”, entonces yo le decía “Federico”. “¿Y la señora?” “No, nosé, presidente, cómo se llama la señora, la verdad que no sé”. “¿Y tienehijos?” “No sé”. “Bueno, averíguame”. Entonces iba, le averiguaba: “Se llamaElsa, tiene una hijita que se llama tal y que estudia en tal lugar”, y le dabainformación al presidente. Entonces, el presidente (Menem) autorizaba al edecána hacer pasar al señor este, y siempre, al entrar al despacho presidencial, seencontraba a su derecha al hombre con una fila de la gente que estaba ahí conel presidente y los ministros. Cuando este hombre aparecía por la puerta deldespacho presidencial, Menem lo recibía, le decía “Federico, qué gusto detenerte. Y cómo está Elsa. ¿Y la nena? ¿Sigue estudiando en tal lugar?”, y elhombre no lo podía creer. No podía creer. Ese era Menem. Y salía seducido. Nodigo que lo había convencido, pero salía seducido. Por más mala voluntad quepudiera haber tenido.
—¿Cuál era su mayorcualidad?
—Que él sabía delegar. Menem delegaba casi todo. Vigilaba,pero delegaba. Y tenía un sistema para vigilar la tarea de los ministrosabsolutamente imbatible.
—¿Cómo era esesistema?
—Hacer todas las semanas una reunión de Gabinete. Pero unareunión de Gabinete real. Estaba él sentado y los ministros le informaban sobrelo que estaba pasando en el país. Al mismo tiempo, mucha gente se confundía,porque a Menem le gustaba jugar al golf –bien no jugaba, pero a lo mejor queríair a jugar un día de semana e iba–. Y yo a veces lo consultaba, llamaba porteléfono, y el edecán me decía: “Mire, está jugando al golf”. Y yo lerespondía: “Bueno, no lo moleste”. “No, no, no, espere un poquito”. El hombresalía de donde estaba, contestaba, y ya. A todos, eh, no a mí solo, a todos losministros. Otra cosa que tenía Menem muy interesante para gobernar es que Menemnivelaba, no nivelaba para abajo, no le importaba tener ministros más cultos,más inteligentes o técnicamente más capaces que él. No le importaba. ¿Por qué?Porque él sabía que él era el jefe. Él no lo dudaba, no necesitaba maltratar anadie para demostrar cada diez minutos que él era el jefe. Surgía de maneranatural.
—¿Eso del maltrato lodice en alusión a la actualidad?
—No.
—¿Cómo convivía Menencon los aduladores?
—Menem tenía una cualidad importante, que era poderdistinguir con qué gente gobernaba y con qué gente se divertía. Es decir, yodigo muy pocas veces que iba de noche a Olivos, muy pocas. Cuando me llamaba,nada más. Menem sabía con quién jugaba al póker o con quién veía películas a lanoche y con quién gobernaba durante el día. Y no los mezclaba.
—¿Cómo ve alperonismo hoy?
—El peronismo es una referencia, hoy, insoslayable de lavida argentina, claramente. Hay una interesante anécdota del general Perón:cuando un periodista le pregunta por la proporción, cómo se dividía la sociedadargentina en preferencias políticas. Y Perón le dijo: “Bueno, hay tantosradicales, hay tantos socialistas, comunistas”. Y el periodista, sorprendido,iba haciendo mentalmente la suma, y le preguntó: “Pero, general, ¿y entonceslos peronistas…?” “Ah, no”, le dijo Perón, “peronistas somos todos”.
—Alberto Fernández,en la época que ustedes eran gobierno fue superintendente de Seguros. ¿Seacuerda de esa época?
—Sí, fue un buen superintendente.
—Y de esa época hastahoy, ¿cómo lo ve?
—Yo le dije que no iba a hablar de la actualidad.
—¿Por qué no quierehablar de la actualidad?
—Porque no me corresponde. Mis opiniones sobre la actualidadlas reservo para mis amigos.
—Respeto su decisión,pero como ciudadano le pregunto, ¿cómo lo ve al Presidente?
—Es el presidente, hay que respetarlo. Creo que el ciudadanotiene que aprender a respetar las instituciones. Acá, desgraciadamente…, encualquier país importante del mundo, un hombre que fue presidente, que ocupócargos importantes, siempre es reconocido por adversarios y por partidarios.Nunca es denigrado. Acá es distinto, desgraciadamente. Fíjese que en Francia,en Inglaterra, en Estados Unidos, el hombre queda siendo presidente por toda lavida, todos le dicen “presidente”.
—¿Siente que lafigura presidencial está devaluada en la Argentina?
—No es que esté devaluada, los argentinos no estamosacostumbrados a respetarlos en ese sentido. Tenemos que cambiar algunos aspectossustanciales de nuestro comportamiento con la historia, con el presente y conel futuro. Todavía hay gente que discute si Sarmiento fue positivo o negativo,si Roca fue bueno o malo, si Rosas fue tal o cual. En todos los países delmundo, personajes que vivieron hace 150, 270 años no son discutidos. Porejemplo, hoy si usted va a Estados Unidos, los próceres del Sur son respetadoscomo los del Norte, tienen estatuas y calles y etcétera. Eso es lo que tenemosque aprender. Aprender a convivir con la historia, con nuestra historia ytratar de generar algo que es muy importante y que a nosotros nos faltó mucho,nos falta mucho, nos faltó históricamente, que es tener la conciencia de unanación. ¿Cuál es la conciencia de una nación? Tener destino común. Y acá, no,acá, qué sé yo, los camioneros lo máximo que tienen como destino común son losotros camioneros o los industriales.
— ¿Es necesario elsindicalismo hoy en el país?
—Totalmente. Creo que es la columna vertebral del peronismo.Ahora no solo hay que compartirla con un fenómeno social nuevo, que son lasorganizaciones no gubernamentales, los Barrios de Pie, Polo Obrero, etcétera.Todo esto cambia bastante el panorama popular argentino. Para bien.
—Usted asegura que seretiró de la política, ¿los políticos se retiran de la política o es una frasehecha?
—Se deben retirar, no se pueden quedar para siempre. Quizásno lo hagan, pero es un error. Mire, creo que uno de los mayores errores quecometen los políticos es no saber retirarse a tiempo. No percibir cuándo tienenque retirarse. Y creen que la función pública es para siempre. La funciónpública es un paréntesis de la vida pública de un político. No es para siempre,y hay que estar preparado para dejarla. Y cuando yo dejé el gobierno muchagente me preguntaba: “Che, ¿pero vos no extrañas?”. Digo: “No, la verdad que noextraño nada”. Cuando uno tiene intereses en la vida distintos, como puede serleer, estudiar, viajar, no todo es la función pública. Stefan Zweig hizo unabiografía de uno de los grandes políticos franceses, uno de los más astutospolíticos franceses, que era Fouché, y dijo que era un extraordinario políticopero que tenía un grave defecto, no se supo retirar a tiempo. Entonces los políticosterminan mal.
—De todos sustrabajos, ¿cuál fue el que más le gustó hacer?
—Mire, el que más me gustó…, todos me gustaron, pero megustó mucho ser el secretario de Legal y Técnica del presidente. Es el puestomás importante que tiene el Gobierno, lejos. Sobre lo que son los puestossecundarios es el más importante. Uno de los más importantes que tiene elgobierno. Porque es el hombre que ve al presidente dos veces por día, le llevaa la firma, controla la firma, sabe qué se firma, sabe qué no se firma, y conun gesto liquida un decreto.
—¿Cómo se enteró dela muerte de Menem?
—Unos quince días antes de morir, o veinte días –usted no sési sabe que Amazon está haciendo una serie–. Entonces me llama un día Zulemitay me dice que le van a hacer para la serie un reportaje muy largo al padre, yme pidió que me sentara al lado de él y lo ayudara a recordar. Bueno, nosencontramos esa vez con el periodista que había elegido Amazon para hacer elreportaje, Luis Novaresio. Hicimos un muy buen reportaje, que duró casi doshoras o tres. Armaron como un estudio mucho más grande que este en su casa, enla casa de la calle Echeverría. Se sentó Menem, yo me senté a su izquierda, yle hizo preguntas a Menem, yo interviné bastante, le hizo un reportaje muylargo y muy bueno, que es el último que hizo Menem en vida.
—¿Se acuerda de esaúltima entrevista?
—Fue maravillosa. Además él tenía una lucidez total y unapicardía propia de él, absolutamente maravillosa.
—¿Algo que nos puedacontar de esa entrevista?
—Contestó largamente todo. Estaba Zulema, estaba Zulemita. Yeludió con tanta elegancia todo el tema de su divorcio, de su casamiento con laBolocco. La verdad que fue una maravilla.
—¿Cómo vivió lapandemia?
—¿Cómo la viví? Bueno, medio encerrado, como todos.
—¿Se pudo vacunar?
—Tengo la primera dosis. Me vacuné en febrero con laAstraZeneca Covishield, que quiere decir escudo contra el COVID. Pero dicen queva a llegar ahora la segunda dosis a fin de mes y nos vacunarán.
—¿Cómo le gustaríaver al país?
—En primer lugar, creo que lo más importante que tenemos ala vista es poder salir de la pandemia. Y después vemos cómo, qué pasa con laArgentina.
—¿Qué mensaje ledaría a los jóvenes que quieren ser políticos?
—Los que quieren ser políticos tienen que persistir en elesfuerzo, no desanimarse. No porque no consigan un puesto público se tienen quedesanimar. Tienen que insistir una y otra vez, y si tienen vocación, van allegar. Algunos llegan, otros, no.
—Por último, ¿cómopodría resumir el Gobierno de su amigo?
—Menem siempre contaba el cuento del monito, esa historia lorepresenta.
—¿Puede recordarlo?
—Sí. Contaba que un día un nene le pide al padre: “Papá,quiero que me compres un monito”. “¿Un monito?”, le dice el papá. “Estamos enun departamento, nene, cómo vamos a comprar un monito, lo único que falta acáes un monito”. “No, papá, quiero un monito”. Usted sabe cómo termina eso, yendoa comprar un monito, claramente. Bueno, va el señor este a donde venden losanimales y había varios monitos en jaulas. “Nene, ¿cuál te gusta?” “Y, me gustaeste”. Le da uno el vendedor. El padre dice: “¿Y cuánto está este monito,cuánto sale?”. El vendedor trae el listado de precios y dice: “Este monito estáen 1.000 dólares”. “¿Qué? ¿1.000 dólares un mono?” “Y sí, señor, este mono sabebastante francés y habla en inglés”. “No, no, no. ¿Y este otro?” “Y este otro,2.500 dólares”. “¿Cómo 2.500 dólares? ¿Y este qué sabe hacer? “Bueno, este sabeinglés, francés, bastante alemán, pero tiene, además, nociones de matemática.”“¿Y este otro mono?”. “Este otro mono, 3.000 dólares.” “¿Cómo? ¿Y este?” “Y sí,este señor tiene, además de todo lo demás, que sabe español y tiene nociones defísica.” Ya desesperado, el padre dice: “Voy a elegir yo.” Elige el peor de losmonitos, el más flaquito, negrito. Y le dice al vendedor: “Bueno, ¿y este monocuánto vale?” El vendedor lo para en seco: “Mire, señor, si usted no pudocomprar los monos, tampoco va a poder comprar este, desde ya le digo.” “Pero,cómo, ¿y este qué sabe”. “Mire, como saber no sabe nada, pero todos los demásle dicen jefe.” Ese era Menem.
Realización entrevista: Gastón Taylor – Edición: AgustinaKlix
Fuente: Infobae