Es como un segundo inicio del año, casi tan fundacional como
el 1° de enero. El comienzo de clases marca el reencuentro de millones de
estudiantes con sus docentes, la continuidad de los aprendizajes, la
consolidación de vínculos, el restablecimiento de una rutina que organiza las
vidas de las familias. Implica un nuevo principio, pero también la repetición
de un ciclo.
Este lunes 24 de febrero está previsto que vuelvan a las
escuelas los alumnos en CABA, Chubut, Córdoba, Entre Ríos, Mendoza, San Luis,
Santa Cruz y Santa Fe, mientras que el martes 25 se suma Neuquén. Los gremios
docentes anunciaron un paro nacional que puede afectar el inicio en estas
jurisdicciones, en reclamo por la actualización del salario mínimo garantizado.
Según informó el Ministerio de Capital Humano, la reunión para negociar será
recién este lunes, mientras que las provincias se encuentran en distintos
estadios de avance en sus paritarias.
Paros docentes en el inicio de clases y paritarias
convocadas de manera tardía forman parte de un ciclo que se repite año tras
año. Y pueden inscribirse en una lista de desafíos básicos que el sistema
educativo argentino sigue sin resolver. El inicio de un nuevo año escolar es,
también, una oportunidad para quebrar la inercia y asumir esas deudas
pendientes.
Mientras las escuelas abordan cuestiones novedosas como la
irrupción de la inteligencia artificial o los retos de la ciudadanía global,
varios indicadores muestran la necesidad de “volver a lo básico”. Cumplir con
el tiempo de clases obligatorio para todos los alumnos, garantizar el
seguimiento de la asistencia y las trayectorias, asegurar la alfabetización a
tiempo, fortalecer el aprendizaje de Matemática y consolidar el presupuesto
educativo en todo el país aparecen como cuestiones primordiales y a la vez
críticas para la educación argentina.
“Hay dos cuestiones básicas para cualquier sistema educativo
que son la producción de los aprendizajes fundamentales y la garantía de que
todos los estudiantes puedan alcanzar esos aprendizajes Hacer realidad estos
desafíos básicos implica poner en marcha múltiples engranajes que van desde el
presupuesto, la formación, carrera y salarios docentes, la infraestructura
escolar, la revisión de los contenidos y las didácticas, los sistemas de
información, evaluación y supervisión, y desde luego, la protección del tiempo
escolar”, afirmó Claudia Romero, doctora en Educación, investigadora y
profesora en la Universidad Torcuato Di Tella.
1. Cumplir con el tiempo de clases obligatorio
En 2025, 16 provincias no cumplirán con la meta -establecida
en el Consejo Federal de Educación- de garantizar al menos 190 días de clase
para todos los estudiantes, según mostró un informe del Observatorio de
Argentinos por la Educación difundido esta semana. Solo los calendarios de La
Pampa (con 191 días) y CABA, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Río
Negro y Salta (con 190) se ajustan a lo acordado por los ministros de
Educación. Si se miden las horas de clase (en vez de los días), 11 provincias no
alcanzan el mínimo pactado a nivel federal.
Es aún más llamativo que tres provincias -Chaco, La Rioja y
Jujuy- hayan diseñado calendarios escolares que no llegan a los 180 días, según
ese mismo informe. El objetivo de asegurar al menos 180 días efectivos de clase
para todos los estudiantes rige por ley desde 2003 y marca un piso mínimo para
el debate educativo: abordar los aprendizajes, la deserción o las cuestiones
curriculares requiere primero definir calendarios que aseguren un umbral de
tiempo escolar para todos los chicos.
“Se inicia un nuevo ciclo lectivo y volvemos a las amenazas
de huelga, a la incertidumbre sobre los aprendizajes, a las demandas por más y
mejores datos, y a la insatisfacción general de la sociedad por los resultados.
Desde hace muchos años la Argentina no tiene políticas educativas que
modifiquen las condiciones estructurales que la han llevado al fracaso. No
tenemos políticas docentes, no producimos datos, no cambiamos las metodologías,
no introducimos los cambios que requiere la era digital”, afirmó Guillermina
Tiramonti, investigadora de FLACSO y autora de El gran simulacro. El naufragio
de la educación en Argentina.
2. Garantizar la asistencia y las trayectorias
Algunos gobiernos provinciales diseñan calendarios que no
alcanzan para cumplir con los acuerdos federales. Pero los días de clase
planificados no equivalen a días de clase efectivos: muchos estudiantes pierden
tiempo escolar porque faltan con frecuencia, por problemas de infraestructura o
por paros docentes. La encuesta de Aprender 2022 a directores de escuela mostró
que, para ellos, el ausentismo estudiantil es el principal obstáculo para el
proceso de aprendizaje. En secundaria, 1 de cada 4 estudiantes (26%) reconoce
que tiene al menos 20 faltas por año.
“El tiempo escolar no es condición suficiente, pero es
necesaria. Aunque parezca increíble, que haya clases todos los días, que
docentes y alumnos asistan de manera regular a las clases, es todavía utópico
en la Argentina, sobre todo para los contextos escolares de gestión estatal
donde el ausentismo docente y los paros pesan más. Aprender requiere de
secuencias temporales, de un ritmo, de una regularidad que es fundamental
garantizar”, dijo Claudia Romero a Infobae.
A nivel nacional todavía no está consolidado un sistema de
información nominal que permita hacer un seguimiento preciso de la asistencia y
la trayectoria de cada estudiante, advierten desde Argentinos por la Educación.
En algunas jurisdicciones, los regímenes académicos flexibilizaron sus
exigencias de presentismo y hay familias que se desentienden de la asistencia
regular de sus hijos. Que el Estado cuente con información pública y
actualizada sobre este tema resulta crucial para poder abordarlo.
3. Asegurar la alfabetización a tiempo
Si los calendarios escolares definidos por los gobiernos aseguran una dosis adecuada de tiempo escolar, y si familias, alumnos y docentes asumen el compromiso de estar presentes, recién entonces empiezan a plantearse los problemas específicamente educativos, es decir, los desafíos de aprendizaje. Y de nuevo surgen viejas deudas, empezando por la alfabetización, que hace posible la comprensión lectora y, a partir de ella, el resto de los aprendizajes escolares.
En 2024 las 24 jurisdicciones y la Nación presentaron planes
de alfabetización que apuntan a abordar esta cuestión con cierto sentido de
urgencia. Para la Secretaría de Educación, se trata de la principal política
educativa impulsada desde el Gobierno nacional. Garantizar el desarrollo de los
niveles de lectura y escritura apropiados para los estudiantes de tercer grado
es el objetivo central del Compromiso Federal por la Alfabetización, y resulta
a su vez una premisa esencial para poder resolver los problemas de aprendizaje
que surgen de las pruebas internacionales, nacionales y provinciales.
El Plan Nacional de Alfabetización fue uno de los temas centrales de la última reunión del Consejo Federal de Educación en febrero. “Ya logramos, junto con todos los titulares de educación provinciales, un acuerdo unánime para priorizar el aprendizaje de los chicos. Desde Nación seguimos fijando metas claras, siempre con respeto por la libertad curricular de cada provincia y de cada escuela”, planteó allí el secretario Carlos Torrendell.
4. Fortalecer el aprendizaje de matemática
En los últimos años parece haber aumentado la conciencia
social sobre la situación de la comprensión lectora. Pero las evaluaciones de
aprendizaje muestran dificultades aún más severas en matemática: 8 de cada 10
alumnos terminan la secundaria sin los saberes esperados en esta área, según
los resultados de la prueba Aprender 2022. Solo uno de cada cuatro estudiantes
argentinos de 15 años puede resolver una consigna que requiere aplicar la regla
de tres simple, según mostró un análisis de los ejercicios de la última prueba
PISA.
Los resultados de los estudiantes argentinos en Lengua y
Matemática evidencian que, a lo largo de 14 años de educación obligatoria, el
sistema no logra garantizar los aprendizajes básicos. Para algunos
especialistas, el problema tiene que ver -entre otros factores- con el exceso
de demandas que recaen sobre las escuelas.
“Hoy pesan sobre la escuela demasiadas expectativas. Desde
atender las múltiples necesidades de los estudiantes en situación de pobreza
(que afecta a la mitad de la población menor de 18 años) hasta incorporar la IA
o el celular en clase. Con un Estado sin suficiente músculo, los docentes
quedan, en condiciones materiales deficitarias, al frente de todas las
batallas”, consideró Cecilia Veleda, doctora en Sociología de la Educación y
coordinadora de educación en la Fundación Argentina Porvenir.
“Hay que facilitarles la vida a las escuelas mediante una
mejor articulación con las políticas sociales y de salud, edificios y
materiales adecuados, prioridades curriculares claras, formación y escucha a
los docentes, y apoyo para lograr tiempo suficiente y un clima saludable de
trabajo”, agregó Veleda.
5. Consolidar el presupuesto educativo
El recorte histórico del 40% en el presupuesto educativo
nacional en 2024 implica un ajuste que afectó los salarios, las becas, las
obras de infraestructura, las acciones de formación docente y el acceso a
libros, materiales pedagógicos y dispositivos tecnológicos, entre otras
condiciones elementales para que las escuelas puedan desarrollar sus
actividades normalmente. La continuidad en 2025 del Presupuesto 2023, después
de dos años seguidos de inflación de tres dígitos, sugiere que la “motosierra”
sobre la educación se seguirá profundizando.
Las cifras de los salarios docentes muestran grandes
diferencias entre provincias: en Catamarca el sueldo mínimo es de $420.000, en
línea con el piso salarial nacional -por debajo de la línea de indigencia-,
mientras que en Río Negro ese mismo sueldo asciende a $931.186, según informó
la Unión de Docentes Argentinos (UDA). La retirada del Estado nacional
contribuye a profundizar esa dispersión, y suma presión sobre la tarea de las
escuelas, de por sí sobrecargadas por los efectos de la prolongada crisis
económica.
Algunos expertos plantean que, más que nunca, las
posibilidades de fortalecer la educación dependen de los gobiernos provinciales.
“A los tradicionales temas de agenda, este año se suma el nuevo escenario en
que el gobierno nacional retiró gran parte del financiamiento de programas de
apoyo a las provincias. Estas ahora deberán valerse por sus propios medios si
aspiran a algo más que el eventual plan de alfabetización que comprometió el
gobierno central. En la mayoría su situación era endeble antes, cuando contaban
con esa asistencia; todo indica que será más complicado ahora, sin ella”,
analizó Alejandro Morduchowicz, especialista en planeamiento y políticas
educativas.
Morduchowicz concluyó: “Por eso la mirada comenzó a
dirigirse hacia algunas pocas provincias y la Ciudad de Buenos Aires que están
proponiendo cambios, sobre todo, en su organización escolar y régimen académico.
El mayor desafío en estos casos es que esas reformas no terminen
transformándose más en un dispositivo de cuidado que de enseñanza. De las otras
jurisdicciones se sabe poco y su gran desafío será sortear la inercia actual”.