El 11 de julio de 2024, seis diputados de La Libertad Avanza
(LLA) llegaron al penal de Ezeiza. Ingresaron con sus celulares y estuvieron
largo rato compartiendo un diálogo amigable con quienes secuestraron,
torturaron, asesinaron, desaparecieron, arrojaron personas adormecidas a las
aguas y se apropiaron de sus hijos durante los años de la dictadura. Del
encuentro se quisieron llevar, además de algunas ideas para ayudarlos a salir
de las cárceles, un recuerdo: para ello, posaron todos juntos -con excepción de
una de las legisladoras- en una foto de familia. El retrato significó la
confirmación, para los organismos de derechos humanos, de que había un plan de
impunidad en marcha. Seis meses después, no hubo respuesta institucional: ni un
tirón de orejas para los legisladores que se acercaron a los criminales de lesa
humanidad. Lo que sí hubo, medio año después, fueron decisiones judiciales que
favorecen a los represores y la determinación del gobierno de Javier Milei de
desmontar las políticas de derechos humanos.
El cónclave con Alfredo Astiz y compañía arrojó luz sobre
muchas cuestiones que estaban en penumbras. En primer lugar, que había un
núcleo activo bregando por la impunidad de los perpetradores de los delitos más
aberrantes. A partir de los chats que reveló la diputada Lourdes Arrieta, una
de las arrepentidas de la excursión, se supo que este núcleo estaba conformado
por el cura Javier Olivera Ravasi, los abogados Laura Olea y Ricardo Saint
Jean, el excamarista Eduardo Riggi, entre otros.
La visita a Ezeiza no fue la primera. En marzo, tal como
contó este diario, dos de los integrantes de la comitiva, Beltrán Benedit y
Alida Ferreyra, habían estado en la Unidad 34 de Campo de Mayo, justo una
semana después de que Luis Petri enviara a dos de sus funcionarios a reunirse
con los detenidos. Los chats mostraron contactos con la ministra de Seguridad,
Patricia Bullrich, y el jefe del Servicio Penitenciario Federal (SPF), Fernando
Martínez.
Cuando estalló el escándalo, el SPF incurrió en varios
bloopers a la hora siquiera de explicar quiénes habían ingresado al complejo.
Llegó incluso a informarle al juez Adrián Grünberg que había entrado una
diputada que nunca llegó a subirse a la combi que salió desde Congreso.
Esas irregularidades -denunciadas por otro juez, Daniel
Obligado- dieron inicio a una causa penal que tramita en Lomas de Zamora.
Arrieta se sumó y apuntó contra sus colegas libertarios. El fiscal ciñó la
cuestión al rol del SPF, pero no se registraron grandes avances. Todo indica
que al expediente no le espera una larga vida.
“Que uno de los actos más antidemocráticos del 2024 aún no
haya tenido respuestas institucionales y por parte de la Justicia indica que
hay un desinterés por parte de algunos funcionarios, tanto legislativos como
del Poder Judicial que pinta toda una época”, dice Pablo Llonto, que actúa como
abogado querellante en la causa sobre la visita.
"La responsabilidad mayor es de los diputados y diputadas
del PRO, de un sector de la Unión Cívica Radical, y de otros sectores que
apoyan a Milei que se llenaron la boca con el respeto a la Constitución, la
democracia y los derechos humanos, pero a la hora de defenderla se ocultan bajo
la mesa. A nivel judicial, estamos esperando que las indagatorias por los
delitos cometidos al permitir esa visita lleguen en las próximas semanas, y que
en esas indagatorias aparezcan las responsabilidades penales de los diputados
de Milei que gestaron esos abrazos con los mayores asesinos de la Argentina”,
remarca Llonto.
El Poder Judicial viene dando algunas señales que preocupan.
“La visita anticipó la postura de la coalicion gobernante ante el genocidio. El
repudio no alcanzó pero fue un freno temporal”, evalúa Guadalupe Godoy, abogada
de la Liga Argentina por los Derechos Humanos (LADH). “Hoy asistimos al
desguace de toda política pública en materia de memoria, verdad y justicia y
comienzan a aparecer los frutos del lobby pro-genocidas en el ámbito judicial.
Es un escenario difícil de revertir hasta que no se construya una alternativa
popular a este gobierno fascista y negacionista”, añade.
En la semana, Olea y Saint Jean -los abogados que
participaban de los grupos de WhatsApp con los diputados- se anotaron una
victoria. La sala de feria de la Casación Federal le dio la libertad
condicional al represor Diego Chemes, condenado por crímenes en el centro
clandestino conocido como Vesubio. Los mismos letrados estuvieron detrás de un
hábeas corpus colectivo que permitiera salir de las cárceles a los represores
y, a mediados de diciembre, celebraron otro fallo: la Cámara Federal ordenó
investigar la bomba contra el edificio de Coordinación Federal, colocada en
julio de 1976. La resolución parece ir en línea con el deseo de la
vicepresidenta Victoria Villarruel de “meter presos” a todos los militantes de
los años ‘70.
Silencios
Villarruel nunca habló de la visita a Ezeiza, pese a que
ella solía frecuentar a los represores presos. Milei buscó despegarse al decir
que la libertad de los criminales de la dictadura no formaba parte de su
agenda, sino de la de su vice, con quien está abiertamente enfrentado. Ella no
reaccionó. Ni siquiera lo hizo cuando apareció un chat de Guillermo Montenegro,
uno de los visitantes y su exmano derecha, que decía que había recorrido
penales con ella. Página/12 pidió información al gobierno nacional, pero éste
respondió que no era un asunto de interés público.
En el Congreso, el tema se fue cayendo de agenda
paulatinamente. “Es evidente que hay una complicidad del gobierno y su socio
Juntos por el Cambio para no avanzar en el pedido de expulsión que hicimos
desde los organismos. No se pudo avanzar siquiera con una sanción menor”, se
lamenta Carlos Pisoni, referente de H.I.J.O.S Capital. “Quedó claro que hay un
plan de impunidad para liberar a los genocidas. Hay fotos y proyectos que lo
atestiguan. Hubo una respuesta positiva de un sector social, pero no una
institucional”, completa.
“A seis meses del picnic en Ezeiza que no haya respuestas
muestra cuál es la orientación de este gobierno y representa una interpelación
a actores políticos -diputados y senadores- que se vieron impotentes o
renunciaron a tomar alguna medida”, opina Graciela Daleo, sobreviviente del
campo de concentración de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).
“La estrategia en favor de los genocidas tiene varias
estaciones: impunidad, lavarles la cara, que obtengan la prisión domiciliaria
como mínimo y que sean reivindicados como máximo”, explica Daleo, socióloga e
integrante de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Todo este proceso se da
conjuntamente con la liquidación de las políticas públicas de derechos humanos
y las instituciones que las sostuvieron”, dice.
Continuidades
El año arrancó con el Centro Cultural de la Memoria Haroldo
Conti cerrado. A pocos metros dentro del mismo predio de la exESMA, policías
controlaban los ingresos a la Secretaría de Derechos Humanos. Más de 250
personas fueron despedidas en una sangría que podría prolongarse durante los
próximos meses.
“Si uno se pone a analizar la cronología que terminó con los
despidos en la Secretaría, se podría decir que todo esto fue parte de un plan
de impunidad. La visita a Ezeiza funcionó como un termómetro de que estas cosas
iban a poder hacerlas sin demasiada oposición”, sostiene Mabel Careaga,
referente de Familiares y Compañeros de los 12 de la Santa Cruz. Su madre, Esther
Careaga, fue una de las víctimas de Astiz, anfitrión de los diputados.
Para Careaga, la democracia no mostró anticuerpos para
defenderse a sí misma. “Estos personajes que reivindican el terrorismo de
Estado lo hacen desde el Congreso, que es la institución democrática por
excelencia. Los diputados y las diputadas no han hecho lo suficiente para
separarlos, proteger la democracia y evitar el avance de la destrucción de las
políticas públicas de derechos humanos. No pueden desentenderse de esto quienes
forman parte de la fuerza política que hizo de la memoria, la verdad y la
justicia una política de Estado”.
Si bien los proyectos que llegaron a manos de los diputados
oficialistas no prosperaron, el gobierno dio señales que fueron del agrado de
quienes reclaman impunidad. Un mes después de la visita, Milei desmanteló la
unidad especial de investigación que funcionaba dentro de la Comisión Nacional
por el Derecho a la Identidad (Conadi), que busca a los bebés robados durante
la dictadura.
“Nadie, absolutamente nadie, hubiese imaginado que, desde el
retorno a la democracia hasta este evento, posar con los peores criminales de
la historia de nuestro país no iba a tener ningún tipo de costo político”,
opina Guillermo Pérez Roisinblit, que nació en la ESMA y restituyó su identidad
gracias a Abuelas de Plaza de Mayo. “Hoy por hoy, el blanco preferido del
Ministerio de Justicia son las Abuelas. Atacan a las Abuelas, buscan denostar a
Estela (de Carlotto) porque lo único que no pueden justificar es lo que
hicieron con nosotros -el robo de bebés, la apropiación y el cambio de
identidad”, agrega.
“A seis meses de la visita, lo que queda en evidencia son
las consecuencias de no haber legislado a tiempo contra el negacionismo”,
aporta la legisladora Victoria Montenegro, otra de las nietas encontradas por
las Abuelas. “No solo los diputados que fueron a Ezeiza, que reivindican la
dictadura cívico-militar, continúan en la misma lógica, sino que se agrava más
porque hay una definición del Ejecutivo nacional con los despidos en la
Secretaría de Derechos Humanos, el ataque a la Conadi o a los sitios de
memoria. Tenemos que unir las partes y poder construir una estrategia que pueda
enfrentar las acciones de odio y la disolución de las políticas de derechos
humanos. También tenemos que prepararnos para cuando nos toque revertir esta
situación en cuanto a leyes que impidan retrocesos tan violentos como los que
estamos viviendo”.