El 23 de octubre la Cámara de Diputados de Entre Ríos dio
media sanción al proyecto de ley que regula el uso de fitosanitarios y promueve
las “Buenas Prácticas Agrícolas” (BPA). Con la necesidad de actualizar un
paquete de normas vigentes desde la última dictadura como argumento, Juan
Manuel Rossi (Juntos por Entre Ríos), presidente de la Comisión de Recursos
Naturales y Ambiente, defendió la iniciativa oficialista: “Hay una maraña de
resoluciones y decretos ministeriales dictados a lo largo de los más de 40 años
que tiene la ley”, declaró. Entre los cambios más tangibles y determinantes
respecto a las normativas vigentes, este proyecto modifica las distancias para
poder fumigar con “productos de banda verde y azul”, como el glifosato.
El proyecto de ley establece una distancia mínima a las
escuelas rurales de 500 metros para la fumigación aérea (150 metros menos que
lo que dicta el Decreto 2239/19); de 200 metros para las viviendas, rurales o
urbanas, habitadas de manera estable, y de 100 metros respecto a los cursos de
agua permanentes, áreas naturales protegidas, granjas avícolas y apiarios. La
distancia se reduce si las aplicaciones son con “mosquitos”. De las escuelas, a
150 metros; de las viviendas, 100 metros; de los cursos de agua, 50 metros.
El proyecto que ahora deberá tratar el Senado entrerriano
-donde el gobernador Rogelio Frigerio tendría el número para aprobarlo- también
reglamenta la aplicación de agrotóxicos con drones, que deben cumplir las
mismas distancias que quienes fumigan con mochila: 15 metros de escuelas
rurales, 10 de viviendas y sólo a 5 de los ríos. El decreto vigente (2239/19)
no permite el acercamiento de mochilas pulverizadoras a menos de 250 metros de
las escuelas y la Ley de Plaguicidas, a 100 metros de cursos de agua
permanentes.
RIGI y BPA
“Se traza un camino de desarrollo y bienestar para todos los
entrerrianos. Por lo tanto, mi voto es afirmativo”, expresó la vicegobernadora
Alicia Aluani el miércoles pasado en la Cámara Alta, cuando le tocó definir la
aprobación del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI) en Entre
Ríos, tras el empate que significaron los ocho votos a favor y los ocho en
contra del cuerpo legislativo.
“Tanto el RIGI como la Ley de Buenas Prácticas Agrícolas en
Entre Ríos comparten una visión centrada en facilitar la inversión y el
crecimiento económico a expensas de impactos sociales y ambientales. Ambos
proyectos se enfocan en favorecer sectores económicos (la minería y el
agronegocio, respectivamente) con políticas de desregulación y privilegios”,
expresó Emilio Vitale, en representación de la coordinadora por una vida sin
agrotóxicos en Entre Ríos “Basta es Basta”.
Esta agrupación se conformó hace siete años. Desde entonces
se ha manifestado en defensa del ambiente en diversas ocasiones y ha presentado
informes y estudios científicos, ante el poder político y en la Justicia, que
dan cuenta de los efectos nocivos del uso de los agroquímicos.
“Los diputados, cuando aprobaron las buenas prácticas en
Entre Ríos, decían que no hay estudios que avalen el daño que hacen los
agrotóxicos, y eso no es verdad, está lleno de estudios”, expresó Luján Erpen,
integrante de la coordinadora. “Hay estudios de la CARU (Comisión
Administradora del Río Uruguay) que dan cuenta que los peces tienen diferentes
tipos agrotóxicos en su cuerpo; los barros del río Paraná también tienen
agrotóxicos; hoy, hasta llueve con agrotóxicos, hay agrotóxicos en todos
lados”, cuestionó la activista. “Te pueden fumigar a diez metros, con un dron o
con mochila, pero existe ‘la deriva’, que son las partículas que empuja el
viento y hace que viajen muchos metros, incluso kilómetros”, reforzó.
En carne propia
Durante 23 años, Estela Lemes fue directora de la Escuela
Rural N° 66, de Costa Uruguay Sur, en Gualeguaychú. Allí las fumigaciones son
un problema frecuente, por lo menos, desde el año 2009. En 2012, la docente
recientemente jubilada debió someterse a los estudios médicos que, finalmente,
confirmaron que en su sangre tiene Clorpirifos etil (insecticida) y Glifosato
(herbicida). Actualmente, Lemes posee una neuropatía aguda, que afecta su vida
diaria, tanto en lo neuronal como en lo muscular.
“Está comprobado que la deriva de las fumigaciones lleva el
veneno a distancias increíbles, que contamina el aire, el agua, el suelo y las
personas. Nos afecta el sistema respiratorio, la piel y es altamente
cancerígena”, expresó Lemes, referente nacional de la lucha contra las
fumigaciones en cercanía de las escuelas rurales. Y agregó: “Cualquier veneno
que se esparza es perjudicial para la salud. Los más perjudicados somos quienes
vivimos en la ruralidad, los niños, los maestros y los alumnos de escuelas
rurales, pero también están afectando a la gente que vive en la ciudad porque
consume alimentos que están contaminados”.