Tras un proceso de expansión que derivó en la alianza Juntos por el Cambio, que llevó a Mauricio Macri a la presidencia, el PRO dio otro paso en el rumbo contrapuesto, el de la contracción, para refugiarse en el macrismo puro, ante los riesgos de licuarse tras la irrupción de Javier Milei.
El movimiento comenzó inmediatamente después de las elecciones, cuando la UCR y la Coalición Cívica se bajaron de la aventura de militar a los libertarios de cara al balotaje.
Allí también se despidió del espacio Horacio Rodríguez Larreta, el primer derrotado. El exjefe de Gobierno porteño entró en el radio de tiro por sus intentos de autonomía respecto al liderazgo de Macri.
Ahora, llegó el turno de Patricia Bullrich: ya convertida al mileísmo, fue corrida a la fuerza para no arrastrar al PRO a una fusión con La Libertad Avanza, que hubiese dejado al sello amarillo en riesgo de diluirse en la amorfa masa de LLA.
Sin identidad, socio de una posible derrota, y accionista minoritario de eventuales ganancias. Algo así como el lugar del radicalismo en el extinto Juntos por el Cambio, que apenas sobrevive en una liga de gobernadores con distintos intereses en tensión.
Por supuesto, la pelea de fondo es evitar la fusión con LLA, que le viene comiendo al PRO su base electoral. Y, en ese sentido, la lapicera para firmar las alianzas, potestad de la Asamblea, la tendrá el exintendente de Pinamar Martín Yeza, y no Patricia Bullrich, como indicaba un acuerdo gestado cuando Mauricio Macri selló su reasunción en la presidencia del partido que él mismo fundó en 2008.
Si el fin justifica los medios, en el entorno de Mauricio Macri analizaban esta tarde que el escándalo que se generó en el Hotel Abasto en la cumbre amarilla, con retirada de los alfiles de Bullrich, no fue sano para el partido, pero al fin y al cabo el resultado obtenido era el que quería el expresidente: desplazar a la ministra de Seguridad, evitar la fusión, mantener los órganos del partido concentrados en poder del macrismo y definir la estrategia 2025 en una mesa reducida.
La temperatura venía en ascenso, sobre todo desde que dirigentes de Bullrich fueron apartados del partido en tierras bonaerenses, a cargo ahora de Cristian Ritondo, y luego la ministra contraatacó al despedir a su segundo, Vicente Ventura Barreiro, referenciado en Ritondo.
Y dio un paso más al denunciarlo en la Oficina Anticorrupción, en contra de todo código de la política. ¿Eso significa que no habrá alianza PRO-LLA en las legislativas del año próximo?
De ninguna manera, la posibilidad de una asociación electoral sigue en pie. Pero una cosa es una alianza y otra una fusión. Inclusive, si bien un año en el país de Milei es una eternidad, todo hace presagiar que Mauricio Macri se verá obligado a jugar como candidato a senador por la Ciudad, el distrito madre del PRO, para bloquear a los libertarios en su intento de ganar territorialidad. Eso, claro, si las elecciones fuesen hoy.
Además, vale recordar que la conformación de alianzas es en cada distrito, y LLA anda a los tumbos en la conformación del sello en diferentes provincias. Hubo escándalos en Río Negro y Mendoza por supuestos avales truchos.
Los dos distritos donde los libertarios tiene mejor estructura es la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, pese a que en ambos escenarios tiene los bloques partidos en las respectivas legislaturas. Como anticipó este medio, pasada la Ley Bases Macri sería menos condescendiente con Milei.
Una necesidad de supervivencia, máxime cuando las últimas encuestas mostraron que el caudal de votos del PRO migraba a LLA. Pero, a su vez, los (ya no tan) fieles amarillos piden acompañar al Gobierno. Un cuadro de situación que obliga a Macri a hacer equilibrio.
Esta semana comenzó el operativo despegue, que tuvo tres episodios en cuatro días: el informe de Fundación Pensar (think tank del PRO) que elogió la macroeconomía pero pegó por la pobreza e ingresos; el tuit de Mauricio reclamando la deuda de coparticipación a la Ciudad, con fallo de la Corte Suprema; y esta mañana el desplazamiento de Bullrich de la estructura partidaria. Los actores satelitales del PRO miran de reojo la pulseada Macri-Bullrich.
Los gobernadores Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut) prefieren estar lo más lejos posible de esa pelea. Están en buena sintonía con Mauricio Macri, pero deben gestionar con Patricia Bullrich cuestiones ligadas a la seguridad.
El porteño Jorge Macri puede tener problemas de rebote en una Legislatura donde no tiene mayorías consolidadas, pero ya optó por su primo. En Parque Patricios observan que hay varios saltos políticos en la historia de Bullrich, pero en la Ciudad debe haber coherencia y gestión, ligada a la piedra fundacional de Mauricio.
En tanto, Horacio Rodríguez Larreta sigue afiliado pero en la práctica está fuera del partido. Decidió no tender puentes para sumarse a la conducción, y de hecho es tentado por sectores del radicalismo y del PJ no K para un armado heterogéneo.
La visión del exjefe porteño la expresó una dirigente de su riñón, la senadora nacional Guadalupe Tagliaferri, a través de un documento: "Ninguna de las dos opciones representa lo que siempre este espacio defendió. El PRO que fundamos fue siempre un partido moderno y alejado de todos los extremos, defensor de la vida democrática y respetuoso de las diferentes visiones. Nunca creímos en el agravio, la agresión, el insulto como algo que debíamos aceptar en la vida democrática", señaló.
"Lo único que se está debatiendo acá es quien va a tener la lapicera para negociar con LLA el frente electoral del año que viene. Hay una postura de fusión absoluta y otra de mantener cierta 'autonomía especulativa' para poder conversar con más poder los apoyos y las alianzas electorales del año que viene", dijo.