Del infierno al cielo en 33 años. Así podría titularse la historia de Deportivo Riestra, el equipo humilde y de contactos poderosos que ascendió por primera vez a la máxima categoría del fútbol argentino. En 1990 quedaba desafiliado tras ser el peor equipo de la D, y debió volver a empezar. Más acá, y ya con el fútbol a cargo del abogado Víctor Stinfale, tuvo a Diego Armando Maradona vistiendo su camiseta y apoyando al equipo en su estadio. En Córdoba, sede del partido final contra Deportivo Maipú, los futbolistas se acordaron del Diez: “Olé, olé, olé, Diego...Diego”. Ya eran de primera tras el gol de Gustavo “Tortuga” Fernández y el 1-0 final contra los mendocinos.
Riestra escaló en la pirámide del fútbol argentino envuelto en polémicas, como aquella recordada final por el ascenso desde la B Metropolitana a la B Nacional con Comunicaciones, en la que se lo acusó de agregarle dos metros de ancho a la cancha para que le dieran penales. O en 2020, cuando en plena pandemia de coronavirus se difundieron imágenes de sus futbolistas entrenándose en el estadio Guillermo Laza. Hubo expediente disciplinario en la AFA y causas en la justicia federal y el ministerio público fiscal porteño. Riestra siguió adelante, sin descuento de puntos.
Ya en 2023, partía como uno de los candidatos silenciosos al ascenso. Más que por sus nombres adentro de la cancha, por el peso específico de Stinfale, un abogado mediático que tiene la licencia en el país de una bebida energizante y estuvo 70 días preso en 2016 por la muerte de cinco jóvenes en la fiesta electrónica Time Warp. Fue sobreseído en marzo de 2020: había sido acusado de “facilitación de un lugar para la comercialización de estupefacientes, homicidio culposo y lesiones graves culposas”.
Este sábado, el vestuario de Riestra tuvo botellas de la bebida de Stinfale, que por supuesto figura en la camiseta. Junto a ella, la leyenda “Irak”, que no remite al país asiático directamente. Se trata del nombre del equipo en el que jugaba el propio gerenciador junto a algunos compañeros de su empresa. La camiseta es genérica: el club tiene apenas 1200 socios y un estadio con capacidad para 3000 personas. Lo más probable es que alquile otra casa para sus compromisos en la Liga Profesional. Para rivales de poca convocatoria tiene cerca el estadio del Deportivo Español. Para los grandes del fútbol argentino, el Nuevo Gasómetro, a un puñado de metros.
La primera sede del club fue la “lechería de Melucha”, ubicada en la intersección de la Avenida Riestra y el pasaje Del Bañado. En rigor, su nombre se debe porque quienes paraban allí eran conocidos como “los de Riestra”. La denominación completa es Club Social, cultural y Deportivo Riestra, y a sus hinchas se los conoce como “Los Malevos”. Sus colores son el blanco y el negro porque así era la camiseta del club El Trueno, que le prestó a Riestra la indumentaria para su primer partido oficial. Ese recuerdo queda relegado en la memoria, así como la inauguración del estadio Guillermo Laza en 1993, luego de perder su terruño en Lacarra y Riestra por la construcción de la AU7.
De historia nómade y pobre, el presente de Riestra habla de una gesta deportiva forjada a fuerza de voluntad. Porque a este equipo entrenado por Matías Modolo, un Sub 40 que dirigió a Centro Español y Midland antes de ser convocado por Stinfale y Diego Figueroa (el gerente deportivo) para hacerse cargo del plantel profesional, fue superior a todos los rivales en voluntad. Creyó como ningún otro equipo que podía ascender por las ganas, por el hambre de gloria.
Su juego es tan simple como una regla de tres: pelotazos, pivoteos de los delanteros, mediocampistas que llegan. Si el plan A falla, siempre puede sacar petróleo de una pelota parada. Fue una jugada preparada, justamente, la que le dio el primer ascenso de su vida como club: tiro libre de Walter “Cachete” Acuña y Gustavo Fernández fue más rápido que todos, contradiciendo a su apodo de “Tortuga”. El ex delantero de River y Laferrere se quedó parado y la pelota arribó a su cabeza. Colocó el balón junto a un palo, lejos del alcance de Juan Pablo Cozzani, arquero de los mendocinos. Un gol que vale un ascenso; un gol que vale millones: sólo en un mes de primera, Riestra percibirá casi lo mismo que cobraba en un año en la Primera Nacional.
Sus detractores dirán por lo bajo que ascendió el “antifútbol”. El manual de Riestra, es cierto, se basa en el rigor físico, en la marca férrea y algunas licencias al reglamento. En algunos partidos -varios decisivos- los árbitros obviaron sanciones para los futbolistas del flamante equipo de primera. Darío Herrera dirigió el encuentro final y no fue la excepción: Lázaro Romero intentó bajar a un rival con una zancadilla y... recibió una amarilla luego de que un asistente le confirmara a Herrera que el 9 había sido el autor de la falta. Más tarde, Eric Tovo se sacó de encima a un futbolista mendocino con un codazo que vio media Córdoba. Para Herrera, que tampoco dio un penal para Maipú por un agarrón en el primer tiempo, todo fue lícito.
“Todo el año nos cayeron; ¡todo el año!”, se desahoga el capitán, Milton Céliz. Es el tercer ascenso del delantero formado en Arsenal, que lleva la 8 negra y porta la cinta de capitán. El flamante ascendido agrega en TyC Sports: “Le duela a quien le duela, estaban todos contra nosotros. Nos menospreciaron. ¿Por qué no nos ganaron? Tenemos unos huevos tremendos”, sintetiza. Y añade, todavía con las pulsaciones a mil: “Se lo dedico a todos esos boludos, porque nos golpearon. En cinco años ascendí tres veces. All Boys, Tigre y Riestra. Este grupo es inmenso. Se entregó todo el año. Estoy orgulloso de ser el capitán de este equipo. Ahora vamos a jugar en primera. Que la cuenten como quieran”.
También habla Ignacio Arce, el arquero formado en Unión que en selecciones juveniles compartió equipo con un tal Emiliano “Dibu” Martínez, con quien sigue en contacto hasta el día de hoy: “Estoy muy feliz, es un momento muy lindo para todos. Venir y en seis meses lograr esto. Siempre intentando ir para adelante. Se nota lo que el grupo entrena. Hemos sido dignos. Eso habla de lo mentalizados que están los chicos. Es un momento muy especial. Al final del camino todo se equilibra. Los chicos se lo merecen. Nadie se creyó más que nadie”, dice Arce en TyC Sports.
Riestra es de primera con sus argumentos. Fútbol tan simple como jugado al límite. Con jugadores que pueden resultarles antipáticos a sus rivales, como Nicolás Dematei, pero con una voluntad infinita de trascender. Acaban de lograr algo histórico: un pasaporte a la máxima categoría. El cuarto ascenso en diez años. Pero, ahora, para codearse con los mejores.