
En ocasiones, la vida da giros completamente inesperados.Diego Bustamante fue estudiante de Agronomía. Quiso ser actor, trabajó de esoen México durante un tiempo, pero volvió a la Argentina con crisis vocacional.
Entonces, ni se imaginaba que unos años después sería elfundador de una ONG por los derechoshumanos en las zonas más inhóspitas deSalta, Mendoza, Buenos Aires y EntreRíos. Desde sus comienzos, la misión primordial de esta organización, PataPila, fue combatir la desnutrición infantil en comunidades wichis y guaraníesen condiciones extremas de pobreza, sin acceso al agua potable ni a la viviendadigna. Tarea nada fácil.
Ocurrió que la Iglesia y la misión le abrieron otropanorama: “Con los frailes franciscanos empecé a tener un poco más de actividadmisionera y descubrí sobre todo el modo de encontrarme con Jesús en el otro, através de la mirada de san Francisco de Asís”, explicó Bustamante en diálogocon Valores Religiosos. Sin embargo, aclaró que Pata Pila no realiza un trabajode tipo “pastoral” en territorio. De hecho, la mayoría de las comunidades sonevangélicas.
No obstante, el carisma franciscano está presente endistintas actitudes que tienen sus voluntarios como la humildad, la sencillez,la entrega de la vida, el respeto de las diferencias, la escucha atenta y laapertura al diálogo, la disposición a ocuparse del otro de manera amorosa y elponerse al servicio de los demás sin juzgar.
“Ese es el tinte que tiene la fundación -afirmó Bustamante-,el disfrutar del encuentro con las personas sin adoptar en ningún momento laactitud de ‘salvadores de los demás’. Es más, creo que todos vamostransformándonos en la medida en que vamos compartiendo la vida, el tiempo,resolviendo los problemas y animándonos a abrirnos. Eso es lo que genera laconfianza, que tiene mucho que ver con los valores de la organizaciónaprendidos de Jesús y de San Francisco de Asís”.
Desde el 2015, Pata Pila cuenta con centros en donde seimplementan programas de seguimiento intensivo para proteger la primerainfancia, brinda talleres en oficios que empoderan a las mujeres y proponeespacios de reflexión para fortalecer la inserción social de las familias, peroel foco principal es la desnutrición infantil.
“Hacemosrelevamientos de las necesidades de los habitantes de la zona y, cuandoencontramos niños que están en esa situación, convocamos a las familias paraque vengan al centro, sobre todo a las mamás, o vamos a visitarlas. Entonces,detectamos cuáles son las problemáticas en torno al niño desnutrido, porque ladesnutrición no es propia del niño sino que tiene que ver con la falta deacceso a alimentos o al agua potable, a que la madre no tiene ningún ingreso,está sola o en situación de violencia”.
A las madres también Pata Pila les ofrece talleres deformación en oficios como la costura, el tejido, la panadería, la repostería yla peluquería: “Hemos organizado varios para que las mujeres de las comunidadeselijan cuál quieren hacer y así salgan con herramientas; la intención es quepuedan acceder a algún crédito y comprarse lo necesario para empezar un pequeñoemprendimiento, empoderarse y tener un espacio para ellas. Los hombres tambiénestán invitados a participar de estos programas, pero lo que queremos sobretodo es fortalecer las herramientas de las mujeres”.
A medida que se entra más en confianza y que las familiaspermiten que se las aconseje, también se conversa sobre la administración de laeconomía familiar. Bustamante reveló que es muy común en estas comunidades quese realicen grandes festejos, especialmente para el primer año del niño o parala fiesta de 15 de las hijas. Entonces, aprender manualidades, a cocinar y aremendar la ropa también les permite obtener un poco más de dinero y ganar enautonomía.
Esta no es la única diferencia cultural que percibe entrelas comunidades y el equipo de voluntarios: “Muchas veces cuesta llegar a laspersonas porque tienen otra manera de entender la vida, lo cotidiano y el pasodel tiempo. No están ‘seteados’ con el anhelo de estar todo el tiempo haciendoalgo productivo. Tampoco tienen las aspiraciones puestas en cambiar su rutina,ni en aspectos económicos o en el poder”.
El director de Pata Pila reflexionó acerca de la existenciade una barrera cultural que algunas comunidades levantaron por su relegamientoterritorial, presionadas por la política y menospreciadas por otra parte de la sociedad:”Desde la colonización, hubo mucho desprecio por sus prácticas, su cultura, unaimposición que hizo que pensaran que te querés aprovechar de ellos”.
A su vez, está el problema de la barrera idiomática: “No latraducción de las palabras, sino de los conceptos. Ellos tienen otroentendimiento de las cosas, de la tierra; la naturaleza y la familia tienenotro significado… Hay mucho para entender, por eso es muy importante el modo dehablarles, elegir las palabras y hacerlo con respeto”, concluyó.
Esta forma de escucha está presente en el nombre de lafundación. Contrariamente a lo que los argentinos de Tucumán para abajo podemossuponer, la expresión “pata pila” hace referencia a los niños descalzos.Haberle asignado este nombre a la fundación tiene un profundo sentido paraBustamante:
“Es descalzarse de las prácticas, de lo que uno espera, decómo encaramos la vida, para recrear una oportunidad atada a la realidad local,a la cultura y a las creencias en la cosmovisión de cada comunidad. Pero también,significa descalzarse frente a la historia del otro para entrar con respeto,con cuidado, elegir qué palabras usar, cómo escuchar y pedir siempre permiso paraopinar y para recomendar”.
Actualmente la fundación está presente en 66 comunidades yse sostiene gracias a las donaciones de empresas solidarias y de una comunidadde voluntarios que realizan aportes únicos o mensuales en www.patapila.org apartir de 690 pesos (importe equivalente al tratamiento nutricional de unniño).
Durante la pandemia, la ONG fue fuertemente golpeada:cerraron los centros y muchos voluntarios volvieron a sus casas: “Pero nosotrosacompañamos a grupos muy vulnerables; no nos podíamos ir del todo, así quefuimos encontrando la manera de convocar, de acercarnos a los domicilios. Condistancia, mamelucos, máscaras, barbijos y alcohol nos arrimamos de a poco. Ymantuvimos contacto con los hospitales de cada localidad, seguimos atentos alas necesidades de las familias. Fue muy complejo y muy difícil”.
En medio del gran desafío que supone este tiempo, DiegoBustamante tiene la mirada puesta en Jesús: “Mi parte solidaria y humana sedesarrolló desde la fe. Es lo que me da la fuerza para sostenerme y seguir.Siento que todo este proyecto no se sostiene por mi voluntad ni por mi capricho;se sostiene por Dios, que abre puertas y está siempre presente en el camino dePata Pila. Eso lo tengo muy claro”.