
El fuego está llegando a la casa de la maestra. Estoes imparable, necesitamos ayuda”, le escribieron a Ciro Korol, escritor yactivista de la Multisectorial Humedales, una agrupación que había nacido enforma espontánea, un mes atrás, con organizaciones y vecinos que se habíanautoconvocado en el Puente Rosario-Victoria para reclamar por los incendios delas islas, la indiferencia del Estado y la sanción urgente de la Ley deProtección de Humedales. Esa tarde del sábado 22 de agosto, Ciro se despertó dela siesta y se acordó que había soñado con serpientes, las mismas que, al díasiguiente, vería calcinadas.
La mañana del domingo 23 de agosto, 34 de los 1000voluntarios que se habían sumado a la multisectorial en pocos días cruzaron elpuente y fueron caminando hacia las llamas, monte adentro. Se abrieron paso amachetazos, entre el humo y los animales asustados que huían aturdidos.”El fuego se desparramaba bajo tierra, porque el suelo del humedal esesponjoso. Tenía una velocidad incontrolable y el viento cambiabaconstantemente. Nos preocupaban las yararás, que, en estos casos, se acercanmás al humano. Hasta ese día, el fuego nos había llegado por los ojos y por lanariz, pero nunca habíamos escuchado ese crepitar incesante que asusta, cautivay da respeto”, agrega Korol.
En pocas horas, la gente de la ciudad de Rosario les habíaalcanzado todo lo que encontraban en sus casas: palas, mangueras, baldes,bombas de agua, guantes y hasta un generador eléctrico. Con esas herramientas,cavaron zanjas alrededor de los ranchos y las llenaron con agua que traían enbaldes desde el río, formando un pasamanos. Los ojos se enrojecían, lospulmones se cerraban y entre gritos, corrían desordenadamente de foco en foco.No tenían experiencia y estaban desbordados. Don Benito, un vecino de 85 años,lloraba de emoción al ver estos esfuerzos. Le habían salvado la casa de toda suvida. Otros isleños como él no tuvieron la misma suerte y quedaron inmóviles,llorando junto a esqueletos de maderas.
Perdieron animales, colmenas, forestación añosa y frutalesque darían sus flores en pocos días. Entre astillas ardientes que volaban ytroncos encendidos que caían, el paraíso isleño se había transformado en uninfierno desolador de árboles negros y tierra agrietada. “El lunes yo mefui en kayak porque el puente estaba cortado por la policía. Cuando llegué alos lugares donde siempre acampo, me invadió una tristeza enorme y, mientrascorría con baldes de agua, no paré de llorar mientras”, dice CamilaFernández, de 26 años, voluntaria y estudiante de Ciencias Políticas.
Al anochecer, todos volvieron a sus casas. Tenían frío, lospies mojados, quemaduras, manos agrietadas, ropas cubiertas de cenizas y hambre.Al cruzar el puente, miraron por última vez hacia atrás y veían fulgurar lasllamas de las islas, como si nunca hubieran estado allí.
“Empezamos a llamar a las autoridades, a averiguar porqué no habían ido brigadistas en todo el día, a informar dónde estaban losfocos, a gestionar que vaya más gente el lunes. Los ojos nos ardían, el humonos había dejado el pecho cerrado y estábamos exhaustos”, cuenta Korol.
Tres días después de combatir solos el fuego, con la ayudade algunos bomberos y empleados de Defensa Civil ya retirados, llegaronbrigadistas, aviones hidrantes y profesionales del Plan Nacional de Manejo delFuego, que ofrecieron a los voluntarios acciones conjuntas para recibircapacitación.
¿Por qué se queman, todos los años, miles de hectáreas deesta región? El Estado Nacional culpa a los productores agropecuarios, aunqueno descarta la especulación inmobiliaria. “La soja expulsó el ganado delterritorio entrerriano y lo llevó a las islas. Queman la forestación paralimpiar la tierra y sembrar pasturas para el ganado. La Justicia ya tiene doceimputados que encontraron en distintas áreas, con material combustible, enplena acción y nosotros mismos nos presentamos como querellantes. Esresponsabilidad de la provincia de Entre Ríos, ahora, determinar a quiénpertenecen esos campos y procesar a los responsables.”, explica JuanCabandié, ministro de Medio Ambiente de la Nación.
Tirarse la pelota
Sin embargo, las organizaciones creen que los incendios seproducen también por la ausencia del Estado y por el modelo de producción y elavance inmobiliario que no controlan. “Son tres jurisdicciones y se tiranla pelota una a la otra. Lo poco que hacen, llega tarde. El domingo, antes desalir, llamé a todos pero, ante lo inoperancia, decidimos ir solos porque elfuego no espera”, explica Ivo Peruggino, actor, voluntario y activista deMundo Aparte, una ONG que protege y rehabilita animales maltratados.
La sequía intensa y la bajante histórica del Paraná fueronagravantes que se sumaron a este escenario de destrucción del ecosistema, enmedio de una pandemia y en cuarentena. El 11 de agosto, ante la anomia estatal,la Corte Suprema ordenó a la Nación, a las provincias de Santa Fe y Entre Ríosasí como a los municipios de Rosario y Victoria, la urgente conformación de unComité de Emergencia Ambiental y la activación del PIECAS (Plan Integral yEstratégico de Conservación y Aprovechamiento Sostenible en el Delta delParaná), un plan creado en el 2009 para proteger a la región, pero que nunca seterminó de implementar.
“El pronóstico para el año que viene es que seguirán labajante, la sequía y los incendios. Nosotros somos parte del PIECAS y nos vamosa enfocar en la prevención para evitar que se repita lo de este año”, dijoGabriel Fuks, secretario de Articulación Federal del Ministerio de Seguridad dela Nación.
El pasado 5 de agosto, se empezó a discutir en el CongresoNacional el proyecto de la Ley de Protección de Humedales (dos veces archivadasin tratamiento, en 2013 y en 2016). Hay nueve proyectos que las comisiones deespecialistas están debatiendo y sus puntos principales son la protección y elinventario de las 600.000 hectáreas que comprenden estas áreas (el 21% delterritorio del país), la creación de un fondo para poder implementarla, laparticipación ciudadana en la discusión y una perspectiva de género en elmomento de regular.
Las organizaciones ambientalistas que defienden esta leyaclaran que no se trata de estar en contra de la actividad ganadera yproductiva que hoy son fuentes de trabajo para los isleños, sino del modeloelegido para realizarlo. “La ganadería existe en las islas hace 500 años,el problema está en el modelo de producción que se elija. Si este consiste enendicar, quemar terrenos, cerrar arroyos, y deforestar, el modelo es ecocida yes lo que hoy está pasando”, explica Rodolfo Martínez, voluntario,estudiante de Ciencias Políticas y ayudante en la Cátedra del Agua de la UNR.”La pesca industrial indiscriminada también desfavorece hoy a los isleñosy la ley se ocuparía de controlarla para que reciban un precio justo por sutrabajo “, agrega Martínez.
Entonces, ¿es la ley la solución para frenar y erradicar losincendios que se repiten año a año y producen desertificación, muerte deanimales y destrucción del ecosistema? “Los dueños de la tierra le dicen alos isleños que la Ley de Humedales no los va a beneficiar, que se van a quedarsin trabajo y sin territorio. La palabra humedal no significa nada para ellos.Hay que mejorar la comunicación para que ellos sepan qué se está discutiendo yparticipen de ello, algo que la Multisectorial está haciendo”, explicaMacarena Romero Acuña, antropóloga y becaria del Conicet.
Gabriel Callegari confirma lo que dice Romero Acuña. Esisleño, tataranieto de un cacique chaná y séptima generación de pescadores.”Al río voy desde que nací. Me llevaban mi abuelo y mi tío de muychiquito. Nos echan la culpa del fuego a nosotros, pero eso no tiene sentidoporque, con los incendios, perdemos nuestro ganado, nuestras gallinitas,nuestras casas, perdemos todo”, dice.
Como poblador originario, también está en contra de lainvasión turística y el avance inmobiliario. “La música electrónica de losparadores se escucha a kilómetros y detrás de eso vienen muchas cosas malas. Laisla se llena de basura y entierran botellas, latas, plástico, colillas decigarrillo. Yo no sé bien qué es la Ley de Humedales pero la apoyo si es paraproteger nuestra vida y evitar los incendios. Nos gustaría que nos escuchen ynos consulten porque nadie sabe mejor que nosotros cómo cuidar nuestratierra”, finaliza.
La lluvia de la semana pasada apagó el fuego, pero en losúltimos días volvieron a encenderse varios focos. Sin embargo, los días dedescanso sirvieron a la Multisectorial para reorganizarse y capacitarse. Latragedia ambiental y la movilización espontánea de la sociedad despertaron a unEstado anestesiado, abrieron el debate por la ley y se pusieron en marcha losplanes de protección. “A mí me quedó claro que ir al territorio, estar conlos isleños, ayudar a apagar el fuego y escucharlos ayudó a que nos conozcamos,nos uniéramos”, concluye Ciro Korol.