
La campaña del peronismo la están haciendo los libertarios. Cristina Kirchner, Sergio Massa, Axel Kicillof y Máximo Kirchner no tienen muchas coincidencias ni van detrás de los mismos objetivos en el mediano y largo plazo, pero coinciden por estos días en no interrumpir la interna a cielo abierto que conmociona a la fuerza del presidente Javier Milei. Por el contrario, alientan la multiplicación de comisiones investigadoras en el Congreso, el escenario donde a La Libertad Avanza y sus escasos aliados les están “entrando todas las balas”.
Según pudo saber LA NACION de fuentes partidarias, al PJ y sus socios se los verá promoviendo actuaciones parlamentarias en el caso del fentanilo mortal, donde apuntarán sus cañones contra el ministro de Salud, Mario Lugones; y pondrán el dedo en la llaga que acaba de abrir Diego Spagnuolo, el desplazado titular de la Agencia de Discapacidad, sobre una presunta operatoria mediante coimas que ya investiga la Justicia. Señalarán el nexo entre el clan Menem y Karina Milei en medio del escándalo.
En este escenario impensado para ellos hace tan solo un mes, cuando casi se rompe la alianza Fuerza Patria antes de anotar las candidaturas bonaerenses, los principales referentes del peronismo afrontan dos desafíos electorales inmediatos: en uno buscarán la victoria y en el otro, salir segundos. La elección del 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires y una semana antes, la que elegirá al próximo gobernador de Corrientes el 31 de agosto, están marcadas con un círculo rojo en el calendario del PJ.

En ese breve período, en tan solo dos semanas, se jugará el peronismo la posibilidad de moldear un clima político que le permita al menos emparejar lo que todas las encuestas pronostican para las elecciones legislativas del 26 de octubre: una derrota a nivel nacional ante La Libertad Avanza. Si en Corrientes los libertarios terminaran cuartos y en Buenos Aires ganara Fuerza Patria el comicio provincial, las perspectivas serán otras para la principal fuerza de oposición, sostienen en las mesas partidarias.
Sin embargo, pese al inesperado “ayudín” libertario, en el peronismo trazan proyecciones realistas: cuando el 10 de diciembre se haga el recambio parlamentario tendrán unos 90 diputados -contra los 98 actuales- y menos de 30 senadores, contra los 34 que ahora se sientan en la bancada que es la amplia primera minoría en la Cámara alta. Esa merma impedirá al PJ imponer su agenda parlamentaria y lo llevará, por necesidad, a buscar aliados que irían más allá del Congreso. Imaginan una suerte de frente antiMilei de cara a 2027.
En ese punto empieza la desconexión peronista. Cristina Kirchner dio una muestra de su interés por preservar el poderío en el Senado cuando aceptó una candidatura de Juan Manuel Urtubey en Salta, previa visita del exgobernador a su departamento de San José 1111, donde cumple la prisión domiciliaria. Urtubey pasó la última década alejado del kirchnerismo y si bien dijo que para él el liderazgo de Cristina estaba terminado, nunca avanzó con críticas personales ni descalificaciones a la expresidenta. Ese es, justamente, el límite a la “ampliación” que persigue la jefa del PJ.

Por eso, el kirchnerismo envía señales de concordia a otros dirigentes que, al igual que Urtubey, se distanciaron en los últimos años. Uno de ellos es Miguel Pichetto, el diputado que llegó a ser compañero de fórmula de Mauricio Macri en 2019 pero que nunca condenó a Cristina Kirchner. “Hay una idea que todavía no se concretó”, sostuvo una fuente cercana a la expresidenta, sobre la posibilidad de que su jefa y Pichetto se vean las caras próximamente. Pero el caso es que el nombre del legislador sirve como ejemplo de las alianzas que estaría dispuesta a tejer la exmandataria.
Cristina afronta un problema político evidente: no podrá ser candidata a presidenta en 2027. La condena en la causa Vialidad -y las que podrían sumarse en otros casos- la sacan de la cancha para cuando el peronismo levante la vista más allá de lo que suceda en las elecciones de este año. En ese horizonte aparecen por ahora solamente dos nombres en danza: el del gobernador Kicillof y el del exministro Massa. Ninguno dijo abiertamente que quiere competir contra Milei en dos años, pero sus entornos los quisieran ver en esa compulsa. Y ellos no los desalientan.
“Cristina quiere sumar posibles candidatos a esa grilla que ahora solo integran Axel y Sergio; es una forma de ampliar el PJ y, a la vez, de seguir teniendo incidencia”, deslizó un dirigente que la visitó en Constitución, puesto a interpretar los movimientos políticos de la expresidenta. “Si no son dos los candidatos, sino tres, cuatro o cinco, entonces ella seguiría siendo la gran electora”, razonó. El juego ambiguo que hizo Cristina Kirchner con Juan Grabois, quien amenazó con irse del PJ y terminó como uno de los ganadores del cierre de listas, forma parte de esa estrategia.
Cristina y Massa ratificaron su sociedad política en las últimas semanas, pero el cierre de listas no estuvo exento de cortocircuitos entre ambos. Uno de ellos se registró en Entre Ríos, donde el peronismo terminó inscribiendo las candidaturas a senador de Adán Bahl y para diputados de Guillermo Michel, un dirigente de máxima confianza de Massa, lo que dejó en el camino a la diputada Carolina Gaillard. A diferencia de Cristina, que se focaliza en el Senado, al tigrense le importa más sumar diputados: “Van a ser unos cuantos, provenientes de listas de todo el país, y hasta se podría armar un bloque propio”, deslizaron en el Frente Renovador.
Máximo Kirchner, al igual que Massa, también prioriza lo que sucederá en la Cámara de Diputados desde el 10 de diciembre. Tanto es así, que ya hay rumores de que podría retomar la jefatura del bloque peronista, a la que renunció en medio del gobierno de Alberto Fernández. “Algunos compañeros lo están diciendo”, admitieron en la bancada kirchnerista. El hijo de la expresidenta encarna, más que su madre, la pelea con Kicillof. En el fondo, disputan el control de la provincia de Buenos Aires y la posibilidad de poner al sucesor en el sillón de Dardo Rocha.

El enfrentamiento se filtra hasta en los detalles más insignificantes. En La Cámpora se divirtieron con un concejal matancero de Fernando Espinoza -alineado con el axelismo- que fue a ver a Independiente contra la U de Chile en Avellaneda y apareció entre los descarnados testimonios de los hinchas del Rojo que cuestionaron la inacción de la Policía bonaerense de Kicillof. En el kirchnerismo saben que el Gobernador levantó la cabeza, en buena medida, por el empuje de intendentes que estaban a la búsqueda de un nuevo jefe político. Ya no está Eduardo Duhalde, tampoco Néstor Kirchner y, para ellos, Cristina no es una opción de futuro.