Domingo, 26 de octubre de 2025   |   Internacionales

Los mayas y su algoritmo milenario del Sol y la Luna: cómo descifraron ciclos que marcaron poder y calendario

Expertos revelan cómo la observación continua, la matemática avanzada y el calendario Tzolk’in permitieron anticipar con éxito los eclipses durante siglos y consolidar un legado que aún perdura
Los mayas y su algoritmo milenario del Sol y la Luna: cómo descifraron ciclos que marcaron poder y calendario

La civilización maya, famosa por sus pirámides y ciudades de piedra, dejó una huella profunda en la historia de la astronomía. Durante siglos anticiparon eclipses solares y lunares gracias a un sistema lunar avanzado y a los saberes consignados en el Códice de Dresde.

Ese logro, todavía motivo de asombro, fue analizado por una investigación reciente publicada por Historia National Geographic, que ofrece una nueva perspectiva sobre el ingenio matemático y observacional de esta cultura mesoamericana.

El Códice de Dresde, pieza clave en este enigma, es uno de los pocos manuscritos mayas que sobrevivieron a la destrucción colonial. Actualmente se conserva en la Biblioteca Estatal de Sajonia, en Alemania; mide 3,56 metros y consta de 39 hojas plegadas a manera de biombo.

Además de rituales y representaciones de deidades, sus páginas contienen una tabla astronómica que ha intrigado a especialistas durante más de un siglo.

Escrita en glifos jeroglíficos, la tabla documenta 405 ciclos lunares —equivalentes a unos 33 años solares— y permitió a los mayas prever eclipses con una precisión que, según Historia National Geographic, resulta notable incluso frente a métodos actuales.

El funcionamiento del sistema se fundamentó en la observación exhaustiva de los ciclos lunares y en su integración con el calendario sagrado maya, el Tzolk’in de 260 días.

Los astrónomos mayas, denominados “vigilantes del tiempo”, registraron fases lunares y eclipses visibles, ajustando la tabla del códice con datos acumulados a lo largo de generaciones.

Los investigadores citados por Historia National Geographic señalan que 405 lunaciones equivalen casi exactamente a 46 ciclos del Tzolk’in, una relación que permitió a los mayas sincronizar el calendario lunisolar y proyectar futuras fechas de eclipses.

De ese modo desarrollaron un sistema funcional, comparable a un “algoritmo” moderno, para prever esos fenómenos celestes. Si bien con el tiempo se acumulaban errores, resultaba imprescindible efectuar ajustes periódicos.

Para mantener la exactitud de sus predicciones, los mayas identificaron dos puntos de reinicio en la tabla: en las lunaciones 223 y 358. Estos valores coinciden con los ciclos astronómicos modernos del Saros (223 lunaciones, alrededor de 18 años) y del Inex (358 lunaciones, aproximadamente 29 años), pilares en la predicción de eclipses.

Aunque desconocían esos términos modernos, el saber empírico maya identificó los mismos patrones, lo que les permitió una capacidad predictiva con un margen de error menor a un día a lo largo de siglos.

La precisión matemática, la integración calendárica y el seguimiento generacional de los ciclos permitieron a los mayas anticipar eclipses mucho antes del desarrollo de las herramientas astronómicas modernas.

El significado de los eclipses para los mayas trascendía la mera observación. Según Historia National Geographic, la tabla del Códice de Dresde no solo anticipaba eclipses visibles desde Mesoamérica, sino también los registrados en otras partes del planeta, lo que evidencia el doble propósito científico y ritual de la tabla.

Para los mayas, los eclipses eran momentos cargados de simbolismo y peligro cósmico. El Tzolk’in, además de facilitar la predicción astronómica, determinaba el destino, la organización de ceremonias y la elección de momentos propicios o riesgosos.

Así, la observación empírica, la matemática y el ritual se integraban en una cosmovisión donde ciencia y espiritualidad convivían.

La anticipación de eclipses, fruto de observaciones, registros y ajustes generacionales, sigue sorprendiendo a la comunidad científica.

Según la investigación difundida por Historia National Geographic, aunque los cálculos mayas no eran absolutamente perfectos, la mayoría de los eclipses previstos hace más de 800 años ocurrieron efectivamente, varios con un margen de error inferior a dos días.

Déjanos tu comentario: