
La presencia de dos gobernadores vecinos, pero de distintosigno político, le dio un particular significado a la Expoagro del Norte.Gustavo Valdés, gobernador correntino aliado del oficialismo, cortó la cintainaugural junto a su tocayo Gustavo Bordet, titular del ejecutivo entrerriano,que milita en la oposición.
Unos minutos después, ambos compartían la misma mesa en lacena con las autoridades de la muestra, directivos de Exponenciar (entidadintegrada por La Nación y Clarín) y de la Sociedad Rural de Corrientes, con sus111 años de vida. Toda una señal. No los unía el espanto, ni su añosa amistadde pescadores, sino una visión común: la Mesopotamia tiene una vocacióndefinitivamente agroindustrial, que era el leit motiv de la muestra.
Con el denominador común de una ganadería de primer mundo,el potencial inexplorado aún de la industria forestal, más el arroz, la yerbamate, los frutales, y hasta el ecoturismo, actividades repotenciadas a partirde la fulgurante demanda internacional. Es lo que diferencia a este momentohistórico, de la profunda crisis política y económica del 2001/2002.
En aquél momento los precios agrícolas estaban deprimidos,consecuencia de grandes excedentes, a los que contribuía la Argentina con suproducción en plena expansión. Habíamos pasado de 45 a 70 millones detoneladas. Pero la soja, que era la locomotora, había caído por debajo de los200 dólares la tonelada.
Encima, por un error imperdonable de las autoridadessanitarias, se había dejado de vacunar contra la fiebre aftosa. La falta deinmunidad provocó el inmediato regreso de la enfermedad y la Argentina perdiótodos sus mercados de exportación.
Hoy el panorama es diametralmente opuesto. Acabamos delevantar una cosecha récord, de 147 millones de toneladas. Y los precios másque duplican a los de aquél momento. Irrumpió y se consolida la demanda de losnuevos consumidores de proteínas animales, que necesitan maíz y soja paraalimentar a sus cerdos, aves y vacunos. Y por el lado de la ganadería, irrumpiócon fuerza la demanda de carne vacuna, de la mano del crecimiento del poderadquisitivo de los emergentes, en particular los asiáticos.
A estos se suma el impacto de la fiebre porcina africana en lapoderosa industria del cerdo china. Esto afectó en parte la demanda de soja,pero disparó la de cerdos y también la de otras carnes, que ya venía creciendovigorosamente.
El potencial ganadero de la Mesopotamia, y también de lasotras provincias del Norte, es extraordinario. Se viene dando una profundatransformación tecnológica, que empieza con la genética y sigue con eldesarrollo de las pasturas, la complementación con el arroz y la forestación,dando lugar a un cluster lleno de oportunidades de inversión, generación deempleo y arraigo. Es lo que perciben y encuentran los gobernadores en loshechos. Lo resaltó Valdés en su discurso, lo ratificó Bordet en sus diálogoscon todo el mundo.
Hay además una Vaca Muerta en el sur, que ya empieza aconcretar sus promesas y puede convertir a la Argentina en una potencia enpetróleo y gas. Y hay una Vaca Viva que se mueve en todo el país, pero queencontró su espacio en el Norte Grande.
Muchos ven a la actividad ganadera como algo bucólico yhasta de poco valor agregado. Grave error. El ganado transforma recursosbásicos, como el pasto y los granos (que ya de por sí cuentan con aportestecnológicos de alto valor), en carne de calidad.
Un reciente artículo de The Economist destaca tres íconos deBuenos Aires: el Teatro Colón, el Malbec y la Carne. Así, con mayúsculas. Unafama bien ganada, y que cobra nueva perspectiva. La Argentina es viable, si semira un poquito hacia adentro. Todos los gobernadores lo saben. Valdés y Bordetlo expusieron.





