
Determinar de manera precisa dónde y cuánto aplicar, medir meticulosamente lo que sucede en la planta y su entorno, y gestionar tanto a las personas como los procesos para que la tecnología sea eficaz. Estas fueron algunas de las ideas que compartieron especialistas durante el Congreso CREA 2025, al discutir la aplicación selectiva como herramienta clave en una de las luchas más significativas del agro: el control de malezas. En este marco, enfatizaron que no se trata únicamente de reducir el uso de herbicidas, sino de implementar una estrategia que redefina la forma de producción.
Luis Robles Terán, asesor de CREA, advirtió que el ahorro de herbicidas no debe ser un objetivo en sí mismo, sino “la consecuencia de trabajar con aplicación selectiva”. Recordó que la agricultura es un proceso de aprendizaje constante: “Hemos aprendido que no sabemos todo en la agricultura, lo que implica errores, desaciertos y frustraciones… pero eso no significa rendirse”.
Además, destacó que, a pesar de los avances tecnológicos en sensores, cámaras e inteligencia artificial, aún no se puede reemplazar el papel del ser humano. “Aunque desearamos un proceso 100% automatizado, todavía no hemos llegado a ese punto. Los ingenieros y técnicos seguimos siendo necesarios”, subrayó.
Hoy, estimó, más de 850 equipos de aplicación selectiva están operativos en el país, lo que refleja una adopción creciente, aunque persisten desafíos: “La maleza es parte del ecosistema y evoluciona; por lo tanto, el conocimiento no es estático. Debemos seguir generando alternativas”.
Nicolás Romagnoli, productor del CREA Sacháyoj, relató que en su empresa Yagua —con 1800 hectáreas en Santiago del Estero— enfrentaron el problema de contar con demasiadas malezas conviviendo simultáneamente en un mismo lote, cada una demandando insumos cada vez más específicos y costosos. Además, les preocupaba la acumulación de preemergentes de la misma familia química, especialmente ALS. Frente a esta situación, sus expectativas eran dobles: reducir la presión de malezas y al mismo tiempo asegurar que la inversión en maquinaria se sostuviera económicamente.
La decisión fue incorporar un equipo pequeño de arrastre, de 16 metros de ancho y 1100 litros de capacidad, para trabajar en las 1800 hectáreas en bloques y con una frecuencia de cuatro o cinco pasadas al año. Los resultados, medidos a lo largo de seis o siete campañas, fueron claros: reducción del 25% en dólares en herbicidas y labores, menor logística (menos agua, menos movimiento de insumos, menos personal) y mapas de distribución de aplicaciones que permitieron entender cómo varía la dinámica de malezas según los ambientes.
“El equipo de 16 metros logró generar márgenes positivos incluso cubriendo amortizaciones”, indicó. Sin embargo, reconoció que no todo fue lineal: “No pudimos reducir el uso de preemergentes cuando quisimos. Intentamos hacerlo y nos sorprendieron las malezas”.
Entre los aprendizajes, resaltó la importancia del capital humano. “El operario capacitado desempeña un papel crucial, no solo por su criterio en la máquina, sino porque forma parte del proceso de gestión. Antes le dábamos una orden de trabajo y eso era todo. Ahora necesitamos que nos informe cuánto consumió el equipo”, explicó. No siempre es sencillo, admitió, establecer procesos de registro en un equipo acostumbrado a las tareas de tractorista.
La experiencia también evidenció que aplicar con malezas muy pequeñas y consumos bajos —entre el 10 y el 20%— produce mejores resultados y costos aceptables. “A veces el equipo detecta la maleza antes que nosotros. Salimos a censar, observamos y encontramos malezas diminutas que ya estaban en control”, relató.
Subrayó una lección fundamental para la durabilidad de la maquinaria: la limpieza. “Es clave, realmente. El mantenimiento se torna muy costoso cuando algo se rompe. No suele romperse, pero cuando ocurre es por falta de limpieza. A veces es preferible aplicar 40 o 50 hectáreas menos al día y limpiar el equipo todos los días”.
Por su parte, Emilio Martini, de Syngenta, presentó un trazador ultravioleta para medir con precisión la calidad de la aplicación. Compartió que una encuesta interna reveló que más del 75% de quienes aplican evaluaban la calidad con una tarjeta solamente una vez por campaña o menos. Ante esta falta de información, se presentó un trazador ultravioleta formulado que mejora la lectura de lo que realmente sucede sobre la hoja. “La diferencia radica en la formulación que rodea al ingrediente activo: lo protege y le proporciona alta fotoestabilidad y fijación en la superficie”, explicó.
Con esta base, describió un conjunto de mediciones que abarca desde recorridos nocturnos con luz UV hasta análisis cuantitativos en laboratorio para calcular cobertura por estrato (espiga, hoja bandera, etc.), depósitos recuperados en gramos por centímetro cuadrado y deriva con colectores fuera del área aplicada. “Esta metodología es más exacta que las tarjetas hidrosensibles”, destacó.
Asimismo, Pablo Provera, gerente de Soluciones Digitales de BASF, presentó la solución digital Xarvio Field Manager, que se basa en vuelos de dron que generan ortomosaicos y mapas de presión de malezas. En menos de 24 horas, la plataforma proporciona una prescripción sectorizada que puede ser utilizada con pulverizadoras convencionales que cuenten con corte por secciones. Así, detalló que más del 95% del parque argentino de maquinaria está en condiciones de aprovecharla. Los resultados son contundentes: en algunos lotes se alcanzó un ahorro del 79%, y el promedio se sitúa entre el 55 y el 60%.