
El año 2025 se aproxima a su fin y el mercado sojero internacional comienza a delinear las variables con las que deberá enfrentarse a comienzos de 2026. Como es natural a esta altura, lo que ocurra con el clima en Sudamérica es el factor más vigilado. No obstante, por ahora no se advierten situaciones complicadas en el corto plazo, más allá de que algunos pronósticos anticipan un verano más seco y caluroso de lo normal en determinadas zonas productivas.
Según los datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA por sus siglas en inglés), si Brasil alcanzara una cosecha récord de la oleaginosa de 175 millones de toneladas y Argentina mostrara una muy buena performance acercándose a los 49 millones, la producción mundial no superaría la marca de la temporada pasada y quedaría en segundo lugar. En ese escenario, los días de aprovisionamiento a escala global se ubicarían levemente por debajo del ciclo previo, en 106 días frente a los 109 días de 2024/25. Si bien estos guarismos mantienen un nivel de abastecimiento mundial “cómodo”, resulta innegable que son inferiores al año anterior, algo que los precios de la soja deberían haber descontado. Claro está que el resultado productivo aún está en pleno proceso de definición y no pueden descartarse variaciones en un sentido u otro, con su consecuente impacto en las cotizaciones.
Por otro lado, este año más que otros, el mercado estará “orejeando” el avance semanal de las exportaciones estadounidenses de soja. Claramente, el acuerdo comercial al que arribaron Estados Unidos y China tendería a normalizar las ventas externas estadounidenses. Sin embargo, hay días en los que los operadores no parecen muy convencidos de que se cumplan los “tiempos” para llegar a buen puerto con lo acordado entre ambos países. Ello podría repercutir en los stocks finales de la oleaginosa en el País del Norte y explica la atención puesta por los operadores. También hay que monitorear la molienda: para muchos, la alta demanda de aceite de soja para la producción de diésel renovable y biodiesel podría -eventualmente- compensar las menores exportaciones de poroto.
Producción de biodiéselEITAN ABRAMOVICH – AFP
En nuestro país, la rebaja en los derechos de exportación (DEX), si bien resulta casi simbólica en términos de precios o de alivio para el sector productivo primario, marca un rumbo, un cambio de tendencia y la comprensión de que, si otros sectores no poseen DEX, el nuestro tampoco debería tenerlos. Es un principio: la idea de que el sector agropecuario argentino puede ser mucho más competitivo, más eficiente y, en definitiva, con posibilidades reales de incrementar la producción si estas políticas continúan en la misma dirección. Mientras en los principales países productores y exportadores de granos muchos agricultores atraviesan serias dificultades económicas y financieras, los productores de nuestro país siguen traccionando e invirtiendo. Imaginemos por un momento el potencial que podríamos alcanzar con retenciones cero. Sólo resta esperar que el clima acompañe el resto de la temporada y que el próximo año sea mejor que este. Desde Nóvitas ese es nuestro deseo. ¡Felicidades!
El autor es socio de Nóvitas SA.




