En las principales metrópolis y pequeñas localidades de China coexisten dos realidades divergentes bajo un mismo sistema: mientras el país se prepara para disputar la hegemonía tecnológica global a Estados Unidos, los cimientos de su economía interna evidencian grietas profundas.
Según un análisis publicado por The Wall Street Journal, el gigante asiático ha logrado cerrar brechas críticas en sectores de vanguardia, desde la inteligencia artificial hasta la exploración espacial. No obstante, esos avances descansan sobre un modelo de intervención estatal que, según economistas y datos regionales, está generando un desperdicio masivo de recursos, una deuda insostenible y el descuido de necesidades sociales básicas.
La estrategia de Beijing, impulsada por la administración de Xi Jinping, prioriza la autosuficiencia tecnológica como una póliza de seguro frente a las tensiones con Washington. Esa urgencia se acentuó tras las restricciones estadounidenses a la venta de semiconductores avanzados, lo que llevó a China a aumentar su gasto en investigación y desarrollo (I+D) en casi un 50% entre 2020 y 2024.
Los resultados son palpables. En inteligencia artificial, la aparición de la startup DeepSeek demuestra que China puede competir en los niveles más altos. En el ámbito naval, el lanzamiento de su portaaviones más avanzado este año, equipado con sistemas de lanzamiento electromagnético, ha acercado sus capacidades a las de la Marina de los EE. UU. Sin embargo, esos hitos ocultan una ineficiencia estructural.
“Existe simplemente una asignación masiva de recursos errónea que recorre la economía en múltiples dimensiones”, señaló Loren Brandt, economista de la Universidad de Toronto, en declaraciones recogidas por el Journal.
Un caso crítico es la industria de los vehículos eléctricos (VE). Aunque los autos de fabricación local dominan las calles chinas, el sector está saturado. De las 129 marcas de vehículos eléctricos e híbridos enchufables que operaban el año pasado, la consultora AlixPartners estima que solo 15 serán financieramente viables para el año 2030. Situaciones semejantes se repiten en la robótica humanoide, donde ya existen más de 150 empresas y las autoridades advierten sobre un exceso de oferta.
La brecha entre las ambiciones nacionales y la realidad local se vuelve evidente en lugares como el condado de Mianchi, en la provincia central de Henan. Allí las autoridades han apostado por la tecnología en detrimento de servicios básicos.
Según datos obtenidos por el Wall Street Journal, el gasto en ciencia y tecnología en Mianchi aumentó casi un 50% entre 2022 y 2024, pese a que los ingresos del gobierno local cayeron más del 10%. Mientras el condado invierte en un parque industrial de robótica y fondos estatales compran participaciones en empresas de chips, los trabajadores públicos sufren las consecuencias.
A través de un portal de mensajes del gobierno local, maestros, trabajadores de limpieza e internos universitarios han denunciado el impago de sus salarios. En respuesta a la queja de un profesor sustituto en septiembre, el gobierno de Mianchi reconoció las dificultades: “En los últimos años, afectado por múltiples factores como la recesión económica, el condado de Mianchi ha encontrado dificultades sin precedentes”.
La administración prometió saldar las deudas de forma gradual, aunque sin precisar plazos, y cerró su mensaje con un irónico: “¡Le deseamos una vida agradable!”.
A escala macroeconómica, el panorama tampoco es sencillo. Se estima que las deudas gubernamentales en toda China se duplicaron entre 2019 y 2024, alcanzando los 23 billones de dólares. Ese endeudamiento coincide con una desaceleración del crecimiento de la productividad y una población que comienza a disminuir.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) calcula que las ayudas estatales —incluidos subsidios directos, exenciones fiscales y créditos baratos— redujeron el Producto Interno Bruto (PIB) de China en un 2% en 2023, lo que representa un costo aproximado de 800.000 millones de dólares.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ha instado a Beijing a cambiar su modelo de crecimiento, pasando de la inversión y las exportaciones al consumo interno. En una reciente rueda de prensa en Beijing, Georgieva destacó la necesidad de reforzar la red de seguridad social para que los ciudadanos se sientan seguros gastando su dinero en lugar de ahorrarlo por temor al futuro.
“Es patriótico gastar dinero”, afirmó Georgieva a periodistas chinos, según el reporte del Journal. Además, añadió que frenar el apoyo estatal permitiría que el mercado asignara el capital con mayor eficiencia: “Es una gran oportunidad. Aprovecharla requiere decisiones valientes”.
Pese a las advertencias internacionales y a señales de fragilidad interna —como una caída del 17% en los precios de la vivienda desde la pandemia— el liderazgo chino parece decidido a mantener el rumbo. La autosuficiencia no es solo una meta económica, sino un imperativo de seguridad nacional que remite a episodios anteriores de la historia china.
El modelo actual evoca el esfuerzo de Mao Zedong por la independencia tecnológica en las décadas de 1950 y 1960. No obstante, la China contemporánea dispone de recursos mucho mayores: una fuerza de científicos de primer nivel y un superávit comercial que superó el billón de dólares en el último año.
Aun así, la fuerte inversión estatal no se está traduciendo en una solución para el desempleo juvenil. Sectores estratégicos como los de semiconductores o robótica no generan la cantidad de empleos necesaria para absorber la avalancha de graduados universitarios.
SMIC, el mayor fabricante de chips de China, emplea a unas 20.000 personas, una cifra reducida frente a la magnitud del mercado laboral chino, donde uno de cada seis jóvenes en las ciudades está desempleado.
Para el Partido Comunista, el costo de este modelo parece secundario frente al objetivo de la soberanía tecnológica. Como escribió Guo Yuewen, secretario del Partido en la Academia de Ciencias Sociales de Guangdong, en un comentario reciente: “La autosuficiencia y el autofortalecimiento científico y tecnológico son la base de la prosperidad de la nación y la clave de su seguridad”.
Esa visión sugiere que, mientras China persista en su carrera por la dominancia técnica, la economía interna seguirá enfrentando ineficiencias y disparidades que el Estado, por ahora, considera un precio aceptable a pagar.




