
En su círculo cercano, afirman que Javier Milei había tomado la decisión una semana antes del duro golpe que el Gobierno sufrió en las elecciones bonaerenses. El domingo previo a esa debacle, el candidato libertario en Corrientes, Lisandro Almirón, finalizó en cuarto lugar en esa provincia, encendiendo todas las alarmas debido a los paupérrimos resultados que el espacio ha estado obteniendo en el interior del país. Almirón se identifica con “Lule” Menem, el segundo de Karina Milei en la Secretaría General de la Presidencia, y, como otros postulantes del partido, no estuvo a la altura. “Lule” enfrenta un problema adicional a causa del Coimagate, donde se le señala como el recaudador informal de los supuestos sobornos del 3 por ciento que debían pagar las farmacéuticas que mantienen contratos con el Estado en el área de Discapacidad. En definitiva, el riojano parecía tener el boleto picado.
No obstante, bastó que el Presidente sugiriera pedir su cabeza tras la derrota en Corrientes para que Karina, en el acto, se plantara: “de aquí no se va nadie”, le dijo a su hermano. Y “Lule” se quedó.
Santiago Caputo, el asesor estelar de Milei, fue el primero en alimentar la idea de que el polémico funcionario podría convertirse en “fusible” en el caso de las coimas para proteger a la hermana del Presidente, pero se topó con una resistencia infranqueable. Karina es su rival en la interna del llamado Triángulo de Hierro y, tras la intentona de “Santi”, no solo mantuvo a “Lule” a su lado, sino que además promovió a su primo, Martín Menem, como miembro de la nueva “mesa política” presentada la semana pasada por el Gobierno. En esa mesa, Martín ostenta el mismo rango que Caputo, a pesar de que también él se encuentra salpicado por el Coimagate: el titular de la Cámara de Diputados era el supuesto nexo con la droguería Suizo Argentina, señalada como vehículo de los sobornos.
La negación de Karina, que persiste en mantener a los Menem en medio de la tormenta, podría deberse a su falta de experiencia política. Los funcionarios están allí, en momentos de crisis, para que el agua no les llegue a sus superiores. Si el fusible no termina siendo “Lule”, por citar al nombre más cuestionado, la siguiente en la fila no es otra que Karina. Y detrás de ella, el Presidente.
Sin embargo, ¿es realmente fácil despedir a alguien acusado de recaudar por izquierda con el aval de su jefa, es decir, de “robar para la corona”, como se decía en los años del menemismo? ¿Dejar de lado a los primos riojanos no representaría un riesgo demasiado grande? Por otro lado, ¿cuánto le cuesta al Gobierno, en términos de imagen, sostenerlos?
La solución temporal que ha encontrado Karina Milei es no despedir a “Lule”, pero tampoco exponerlo. Está escondido.
Las elecciones de octubre determinarán si esto es suficiente.