Sábado, 13 de septiembre de 2025   |   Internacionales

La historia se repite: el fantasma que amenaza con desatar un conflicto en el estrecho de Taiwán según Foreign Affairs

Ejemplos históricos muestran cómo hechos fortuitos han provocado conflictos bélicos. La situación actual en la región podría seguir el mismo patrón si no se toman medidas preventivas eficaces
La historia se repite: el fantasma que amenaza con desatar un conflicto en el estrecho de Taiwán según Foreign Affairs

El riesgo de un conflicto accidental en el estrecho de Taiwán ha adquirido una relevancia creciente, incluso por encima de la posibilidad de una guerra deliberada entre China y Taiwán. La cercanía de las fuerzas militares de ambos bandos, unida a la presión política interna y la potencial intervención de Estados Unidos, configura un escenario en el que un incidente menor podría escalar rápidamente hacia una confrontación de gran magnitud, según el análisis del investigador Joel Wuthnow del Institute for National Strategic Studies de la Universidad Nacional de Defensa, publicado en Foreign Affairs.

A diferencia de los escenarios más debatidos —una guerra de elección, en la que Beijing decide invadir Taiwán tras evaluar riesgos y beneficios, o una guerra de necesidad, provocada por una acción política como una declaración formal de independencia en Taipéi—, existe una tercera opción menos considerada pero potencialmente más probable: la guerra por accidente o error de cálculo. En este contexto, un simple malentendido o un incidente menor podría desencadenar una cadena de reacciones que se salgan del control de ambas partes.

La historia proporciona múltiples ejemplos de cómo conflictos de gran escala han surgido a partir de sucesos fortuitos. La Primera Guerra Mundial estalló tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, un acontecimiento que, en cuestión de semanas, arrastró a las principales potencias mundiales a la guerra. De manera similar, la Guerra de Independencia de Estados Unidos comenzó cuando un soldado británico abrió fuego en Concord, Massachusetts, desobedeciendo órdenes, lo que dio inicio a un conflicto que transformaría el curso de la historia.

El análisis de Foreign Affairs señala que “las guerras de oportunidad no requieren actos de violencia política como detonantes; también pueden ser desencadenadas por incidentes militares o diplomáticos menores”.

Hoy en día, los tres factores que históricamente han incrementado el riesgo de guerras accidentales están presentes en el estrecho de Taiwán. En primer lugar, la frecuencia y cercanía de las operaciones militares chinas en torno a la isla han crecido notablemente. En enero, aviones chinos cruzaron la línea central del estrecho en 248 ocasiones, en comparación con las 72 veces registradas en enero de 2024.

Durante el ejercicio militar Strait Thunder en abril de 2024, buques de la marina china ingresaron por primera vez en la zona contigua de 24 millas náuticas de Taiwán. Además, la Guardia Costera china ha intensificado su presencia cerca de territorios controlados por Taiwán, llegando incluso a arrestar a la tripulación de un barco taiwanés cerca de Kinmen, una isla bajo control taiwanés pero situada frente a la provincia china de Fujian.

Es probable que la presión militar de China sobre Taiwán aumente en los próximos años. A medida que Taipéi se acostumbra a las maniobras agresivas, el Ejército Popular de Liberación podría verse obligado a asumir riesgos mayores para mantener su capacidad de coerción. Esto podría traducirse en incursiones más profundas en el espacio aéreo y marítimo de Taiwán, lo que elevaría la probabilidad de colisiones o interpretaciones erróneas de las intenciones chinas por parte de los defensores taiwaneses.

Las consideraciones políticas internas complican la desescalada en caso de un incidente. Ningún líder chino querrá asumir el costo de retroceder ante lo que el Partido Comunista Chino define como un movimiento separatista. Una retirada frente a la intervención de Estados Unidos o de otras potencias extranjeras podría desatar el descontento nacionalista en una población educada en la defensa de los intereses fundamentales del país.

Por su parte, los dirigentes taiwaneses, aunque conscientes de su inferioridad militar, también enfrentarían altos costos políticos si se mostraran complacientes, dada la considerable proporción de la población —alrededor de una cuarta parte— que apoya la independencia, lo que podría provocar protestas y fortalecer a los activistas independentistas.

La posible intervención estadounidense añade una capa de complejidad. Washington podría no distinguir entre un accidente y una provocación deliberada, o interpretar un incidente como pretexto para una invasión, lo que llevaría a movilizar fuerzas en la región. La presión bipartidista sobre la Casa Blanca para actuar podría forzar una respuesta rápida, y el temor a parecer débil ante aliados como Japón y Filipinas podría precipitar una escalada, incluso ataques preventivos si Beijing percibe una amenaza inminente de Estados Unidos.

Las acciones imprudentes de las fuerzas militares chinas han incrementado el peligro de una guerra accidental. Aunque la intención de Beijing podría ser ejercer presión psicológica sobre el gobierno taiwanés liderado por el presidente William Lai, sin que llegue a estallar un conflicto abierto, el comportamiento de pilotos y marineros individuales podría cruzar límites imprevistos. Un caso ilustrativo es la colisión en 2001 entre un caza J-8 chino y un avión de reconocimiento estadounidense EP-3 en el mar de China Meridional, que resultó en la muerte del piloto chino y la detención de la tripulación estadounidense durante diez días, hasta que Estados Unidos emitió una declaración formal de “lamento”. Foreign Affairs subraya que “el mal pilotaje del aviador chino fue responsable del accidente, pero Beijing no pudo retroceder fácilmente debido a la indignación nacionalista”.

Incidentes similares han seguido ocurriendo en la región. En octubre de 2023, un caza J-11 chino voló a menos de tres metros de un bombardero estadounidense B-52 en condiciones de baja visibilidad. En junio de 2024, marineros chinos abordaron un buque de la marina filipina en el Second Thomas Shoal, destruyendo sus sistemas de comunicación y navegación y causando graves heridas a un infante de marina filipino.

En agosto, un barco de la Guardia Costera china colisionó con un buque de la propia marina china mientras ambos perseguían a una nave filipina. El enfrentamiento más grave en tiempos recientes ocurrió en 2020 en el valle de Galwan, en la frontera sino-india, donde murieron veinte soldados indios y más de cuarenta chinos tras acusaciones mutuas de provocación.

A pesar de que ninguno de estos incidentes derivó en una guerra, la combinación de geografía, historia y política en el estrecho de Taiwán hace que un episodio similar podría tener consecuencias mucho más graves.

Prevenir una guerra accidental exige reducir las oportunidades de malentendidos. El Ejército Popular de Liberación debe ejercer una especial cautela en la cercanía de aviones, buques y guardacostas a Taiwán y sus islas periféricas, como Kinmen y Matsu. Por su parte, las fuerzas taiwanesas deben aplicar reglas de enfrentamiento prudentes y evitar asumir que cada incidente es intencional. El liderazgo, especialmente el presidente Xi Jinping, puede contribuir transmitiendo mensajes internos claros de que no se tolerarán actos temerarios de sus efectivos.

Incluso en el mejor de los casos, los incidentes seguirán siendo probables. Establecer mecanismos de retroalimentación que permitan que la información sobre encuentros peligrosos llegue a los niveles más altos ayudaría a Beijing a controlar las acciones de individuos que puedan provocar conflictos. En el incidente del B-52 en 2023, el Departamento de Defensa de Estados Unidos sugirió que “el piloto chino no era consciente de lo cerca que estuvo de causar una colisión”.

Aunque actualmente no existe contacto directo entre los responsables de defensa de China y Taiwán, Estados Unidos puede transmitir información sobre comportamientos peligrosos de aviadores o unidades chinas a Beijing. Los líderes chinos tienen interés en controlar la escalada, lo que permitiría al ejército disciplinar a los infractores y reducir el riesgo de una guerra accidental.

La comunicación entre China y Taiwán es esencial para discutir la prevención de crisis y establecer vías de desescalada que sean aceptables para ambas partes. Aunque las autoridades chinas rechazan el diálogo directo con Lai por considerarlo proindependentista, existen posibilidades de mantener conversaciones indirectas a través de institutos de investigación u otros canales informales. Estos mecanismos deben establecerse y protegerse en tiempos de paz para que puedan activarse rápidamente en caso de crisis, como ocurrió con los contactos informales entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la crisis de los misiles en Cuba.

Por su parte, Washington debe evitar que un compromiso similar a una alianza con Taiwán desencadene un conflicto mayor. Mantener la política de ambigüedad estratégica respecto a la defensa de la isla permite a Estados Unidos conservar flexibilidad ante posibles incidentes. El análisis de Foreign Affairs considera positivo que el presidente Donald Trump haya evitado ofrecer garantías específicas a Taiwán.

No obstante, la prevención tiene sus límites. Estados Unidos y Taiwán deben contar con un plan creíble para evitar la escalada si ocurre un incidente. Lo preocupante es que la mayoría de los ejercicios de simulación pública parten de la premisa de un uso intencional de la fuerza por parte de Beijing, sin prestar atención a cómo responder ante una crisis accidental. La falta de preparación obligaría a improvisar, lo que podría resultar en una nueva catástrofe histórica efecto del azar.

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