
José Luis Manzano encarna un raro sincretismo en el que conviven dos culturas muy disímiles: la del poder político y la del capital. Él transitó esos mundos como capas superpuestas que se potenciaron mutuamente a lo largo de cinco décadas. Primero fue diputado nacional a los 27 años, y a los 35 ya ocupaba el estratégico Ministerio del Interior durante el primer gobierno de Carlos Menem. Desde entonces -y hasta sus actuales 69 años- ha dedicado la segunda mitad de su vida a convertirse en uno de los empresarios más influyentes y transversales del país y de la región, con inversiones en energía, medios, minería, telecomunicaciones, construcción e incluso gastronomía.
En ese trayecto, forjado entre el Congreso, los pasillos de la Casa Rosada y las oficinas corporativas, Manzano configuró un perfil empresarial casi único en la Argentina: el de quien no solo conoce el Estado desde adentro, sino que también aprendió a navegar con soltura los mercados internacionales. Es, en ese sentido, una figura comparable a contados exponentes del establishment económico argentino como Héctor Magnetto o Paolo Rocca, quienes tuvieron una formación política previa a su incursión como empresarios.
Liberperonista. Manzano siempre supo arrimarse al fuego sin quemarse. Con ADN peronista, tuvo afinidad con todos los gobiernos que le permitieran crecer. En los ‘90 fue uno más de la mesa chica de Menem, con el tiempo se aggiornó al relato K y durante los gobiernos de De la Rúa y Macri no perdió ni territorio ni negocios. Con Milei, mucho menos.

El empresario mendocino mantiene una red de contactos con el Gobierno libertario que no aparece en los organigramas. A su estilo, silencioso y eficaz, se metió por los costados. Desde el principio colaboró con la Fundación Faro, la usina de ideas que responde a Santiago Caputo. En la primera cena de recaudación, Manzano aportó, como si fuera un evento de campaña.
Pero los vínculos no se terminan ahí. Matilde Guardia, conocida en el mundo empresarial como Bettina Bulgheroni -amiga de Manzano de toda la vida en Mendoza-, fue secretaria de Carlos Corach durante el menemismo y hoy tiene línea directa con Karina Milei. A Karina también se llega por otra vía más directa: Santiago Viola, el principal asesor judicial de la hermana del Presidente. Trabajó con Manzano porque su madre, Claudia Balbín, también lo hizo.
Gracias a ese contacto, Manzano armó una reunión en Estados Unidos con Milei y Daniel Jaeggi, cofundador de Mercuria, el fondo suizo que financia buena parte de sus proyectos. El encuentro se dio en el Marriott Marquis de Miami, duró menos de una hora, y lo coordinó el propio Viola, quien además es apoderado legal de La Libertad Avanza. La presencia de Jaeggi no fue decorativa: quería ver de cerca a Milei.

Lo que se habló en esa reunión roza la geopolítica minera: inversiones en litio, potasio, yacimientos jujeños y catamarqueños, y el famoso yacimiento Potasio Río Colorado en Mendoza, donde Integra -el holding de Manzano- tiene participación. También estuvo Luis Caputo, el ministro de Economía, que no se pierde una cuando se trata de tentar a los mercados. La charla fue breve, discreta y dejó conforme a todos.
Un tema que le interesa al Gobierno sobre Manzano es la reciente adquisición de Telefe, el canal más visto del país. El Grupo América en pleno, compuesto por el propio Manzano, Daniel Vila, Claudio Belocopit y Gustavo Scaglione, le compró el canal a la norteamericana Paramount. Antes ya habían adquirido las repetidoras de Telefe en Entre Ríos y Mar del Plata, y hace dos meses ya le habían comprado Telefe Neuquén a Marcelo Fígoli, con quien competían para quedarse con el canal principal en Buenos Aires. Figoli estaba desalentado en la competencia por Telefe porque quien llevaba adelante la venta era la consultora Quantum del economista Daniel Marx, que es presidente de Edenor, propiedad de Manzano. Lo desmoralizaba pensar que competía contra el caballo del comisario.
Dos días después del encuentro en Miami, Manzano voló a La Paz para asistir a la asunción del nuevo presidente boliviano, Rodrigo Paz. Los une una amistad de años y, más que un gesto protocolar, el viaje fue una señal. El mendocino quiere empezar a jugar también en Bolivia, donde le interesa explorar el negocio minero. Esos vínculos se cultivan con tiempo, y él ya empezó a regar.

Historia. La trayectoria de Manzano es una metamorfosis en sí misma. En 1983, con apenas 27 años, fue electo diputado nacional por Mendoza y luego reelecto en 1987. En 1991 Carlos Menem lo ungió ministro del Interior, convirtiéndolo en uno de los funcionarios más jóvenes y poderosos de su gabinete. Su estilo desfachatado le valió tanto protagonismo mediático como polémicas: quedó grabada en la cultura política una frase que se le adjudica y que él siempre negó haber dicho: “Yo robo para la corona”. El latiguillo quedó impreso en un libro del periodista Horacio Verbitsky. Aquel escándalo aceleró su salida del gobierno en 1992 y marcó el fin de su primera vida pública.
Lo que siguió fue un autoexilio estratégico. En 1993 Manzano se refugió en Estados Unidos para reinventarse lejos de los flashes porteños. Se instaló como académico visitante en universidades de California y Georgetown, donde se dedicó a perfeccionar inglés y relaciones internacionales. A los 40 años, el otrora funcionario peronista se convertía en alumno aplicado, convencido de que dominar idiomas y entender el mundo era la nueva clave del poder. “Chupete” -apodo que le quedó de la juventud- volvió bilingüe y con un diploma en política norteamericana, obsesionado por la idea de que “el lenguaje es poder”. No solo perfeccionó su inglés: años después sumaría nociones de francés y hasta chino, alentando a sus hijos y colaboradores a formarse en el exterior. En Mendoza fundó la Universidad de Congreso, que controla una academia de idiomas. Aquellos años fuera del país refinaron su perfil internacional y marcaron el punto de inflexión: Manzano pasaría de la política criolla a los negocios globales, sin perder sus mañas de operador.
Negocios. Instalado de nuevo en la Argentina a partir de 1996, ya no buscó cargos electivos sino oportunidades de inversión. Junto a Daniel Vila -otro mendocino audaz- cofundó Grupo América, que con los años se convirtió en el segundo multimedios del país. Empezaron comprando canales de TV en Mendoza, San Juan y La Rioja, hasta adquirir América TV en Buenos Aires, su señal de noticias A24, la radio La Red y una red de diarios regionales. Hoy Grupo América compite con el Grupo Clarín en influencia mediática. Esta relación pasó por altibajos. Hubo momentos de muchísima tensión con causas judiciales cruzadas y acusaciones mediáticas. Momentos de paz y hasta de indiferencia. En el futuro no se sabe, pero la puja de poder con Héctor Magnetto marcó la forma de desenvolverse de Manzano en el mundo empresario. Por ejemplo, no integra cámaras empresarias, en especial aquellas en las que el Grupo Clarín podría tener algún grado de injerencia, porque prevalecería la influencia del multimedios. Manzano prefiere su capacidad de persuasión mano a mano.

Pero la comunicación es solo una pata de su conglomerado. A través de Integra Capital -holding que fundó en Washington en 1995- armó una cartera impresionante de activos. En energía, Manzano fue uno de los fundadores de Andes Energía, precursora en explorar Vaca Muerta, y terminó asociándose con Mercuria (trader suizo de commodities) para ampliar sus dominios. Hoy es accionista de Phoenix Global Resources, compañía petrolera con 24 concesiones en Argentina, de las cuales varias están en Vaca Muerta. También, junto a Mercuria, controla Integra Gas Distribution, vehículo con el que compró una porción significativa de Metrogas, la mayor distribuidora de gas de Buenos Aires. En electricidad, además de Edenor en Capital y GBA, es dueño de Edemsa (la distribuidora de Mendoza) y de la hidroeléctrica Ameghino en Chubut. La lista sigue: campos vitivinícolas (bodega Altus en Tunuyán), emprendimientos agrícolas y hasta tecnología. Recientemente Edenor -donde Manzano y Vila son principales accionistas- modificó su objeto social para incursionar en inteligencia artificial, minería y telecomunicaciones, anticipando un juego más amplio en la era Milei. El último negocio que hizo con el Gobierno fue venderle a YPF su parte accionaria en la refinería Refinor, permitiéndole tener el control total de la empresa. Producto de la explosión productiva de Vaca Muerta, la mayoría de los yacimientos petrolíferos del país están sufriendo una desaceleración de su producción, por lo que bajó la capacidad productiva de esta refinería. Manzano había comprado en 2022 el 50 por ciento que pertenecía a Pampa Energía y Pluspetrol en 10 millones de dólares y luego le vendió a YPF en 25 millones de dólares. La petrolera estatal ya era dueña del otro 50. La explicación del aumento de precio es porque el fondo Integra habría invertido unos 7 millones de dólares y también saneado parte de las cuentas de la empresa.
El capítulo minería merece mención aparte. Manzano posee, según estimaciones, más del 60 por ciento de las áreas de litio desarrolladas en Jujuy y Catamarca, un posicionamiento clave ahora que Argentina busca ser potencia en ese mineral. Integra Capital desembarcó en La Rioja con exploraciones de litio (a través de Litios del Oeste) y opera minas tradicionales: por caso, adquirió Mina El Aguilar en Jujuy, rico yacimiento de plomo, plata y zinc. Y en 2023 dio el salto al exterior: compró en Perú el 55 por ciento de las acciones con derecho a voto de Volcán Compañía Minera, uno de los mayores productores de plata del mundo. Esta jugada, concretada por apenas US$ 20 millones -una ganga que muchos atribuyeron a su pericia negociadora-, fue la llave para su siguiente golpe: la adquisición de Telefónica del Perú. A través de Integra Tec, Manzano tomó control de la filial peruana de Telefónica por apenas 900.000 euros, pero con deudas que ascenderían a 1.200 millones de dólares.
Ni siquiera el rubro gastronómico le es ajeno. Es dueño de la parrilla VIP Roldán en Palermo y también del restaurante de sushi Rashomon en Recoleta. Estos emprendimientos gourmet, aunque menores frente a sus mega inversiones, demuestran la versatilidad de Manzano para los negocios… y su gusto por el buen vivir. El verano pasado inauguró su producción de aceite de oliva en Punta del Este: Lote 8. Porque si algo caracteriza al personaje es su estilo de vida suntuoso: mansiones, autos de lujo y hasta un yate figuran en su inventario personal. “Chupete” aprendió a jugar como magnate global y diversificó su portfolio del petróleo al malbec, de la TV a la alta cocina, siempre con la premisa de no apostar solo a un número.
Helvético. A los 69 años, Manzano vive una tercera vida con proyección internacional. Hace ya un tiempo fijó su residencia principal en Suiza, lejos del radar público argentino. Su mansión en Barrio Parque está en venta (aunque en el fondo no quiere venderla). En Ginebra, centro global del trading de commodities, tiene oficinas cerca de sus socios de Mercuria, lo que le permite manejar sus inversiones con comodidad. Apenas visita Argentina unas pocas veces al año, generalmente por cuestiones de negocios puntuales o eventos estratégicos. En lo que va de este 2025, estuvo apenas 30 días en todo el año. Sin embargo, su ausencia física no implica desconexión: mantiene comunicación diaria con sus equipos en Buenos Aires y Mendoza.
Muchos lo ven como un “hombre puente” que acerca capitales extranjeros a la Argentina y abre puertas en el exterior. “Tengo el saber del Estado y la lógica del mercado”, le gusta decir en privado a modo de autopresentación. Ese cóctel le ha permitido surfear los cambios de época sin perder relevancia. Con los años dejó el dogma peronista y se volvió más pragmático.
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