
Adán fue el comienzo de todo para la humanidad. Macri tambiéncreyó que él era el comienzo de algo totalmente nuevo, de una nueva política.El derrumbe de esa utopía no es solo culpa de Macri sino un nuevo fracaso degran parte de la sociedad, porque Macri se vio a sí mismo en lo que reflejabanlos ojos de todos los que creyeron (desearon) ver en él a un Adán argentino dela conducción, un fundador de una estirpe nueva, el salvador del populismo.Quizás esto último todavía pueda serlo si comprendiera que su desafío no esoctubre de 2019 sino octubre de 2018, e hiciera una coalición de gobierno conel peronismo contribuyendo a su propia gobernabilidad y a que el peronismodejara atrás al kirchnerismo y fuera alternativa.
Las causas de corrupción, consu marea de empresarios y funcionarios arrepentidos, estarían comenzando ahacer descender la consideración por Cristina Kirchner, pero sería un error delGobierno regodearse de esa caída, aun si fuera mayor que la caída de Macri porla crisis económica, imaginándose un ballottage donde Cambiemos volviera a venceral kircherismo, porque la narración del oficialismo implosionó después de unabuso de optimismo discursivo.
Aun si la economía mejorara en 2019, Cambiemosno podría volver a hacer campaña prometiendo bajar la pobreza, reducir lainflación y un boom de inversiones porque, aunque de verdad pudiera lograrlo enun segundo mandato, sus promesas no resultan más creíbles.
El problema es elmensajero, no el mensaje. Cada vez que Macri, Marcos Peña o Dujovne hablan, noimporta lo que digan porque su palabra no tiene crédito. Incluso hay personasque votaron por Cambiemos que comienzan a pensar que son tontos, autistas omitómanos. Cuando ahora quieren promover la idea de que Toto Caputo es Messi enel Banco Central, inmediatamente en la cabeza de la gente surge la promesaincumplida de contar con el “mejor equipo de los últimos cincuenta años”. Ya noimporta qué se diga, sin otros sujetos de enunciación no habrá enunciadoverosímil, incluyendo al propio Presidente.
Falló la política más que laeconomía porque la política no es solo para ganar elecciones. Pero no fracasóMacri, fracasó el adanismo, el mismo adanismo que viene hundiendo a todos losgobiernos de Argentina de las últimas décadas porque cada uno llega creyendoser el comienzo de una nueva era. Fracasa la grieta con sus distintos puntos dequiebre y quizás ya sea hora de pensar que la única forma de superar nuestrafrustración esté, realmente, formando una coalición que sintetice nuestropasado en lugar de rivalizar despreciativamente con él.
La Constitución de1994, surgida del Pacto de Olivos entre el radicalismo y el peronismo de los90, creó la figura del jefe de Gabinete para que pudieran instrumentarsegobiernos de coalición ante situaciones de crisis: que el presidente fuera deun partido y el jefe de Gabinete de otro, sobre la base de acuerdosprogramáticos y legislativos que potenciaran la gobernabilidad. Por ejemplo, siMacri realizara un acuerdo con el peronismo y nombrara jefe de Gabinete aSchiaretti, Urtubey o Lavagna y realizara una verdadera coalición de gobiernode Cambiemos con el peronismo acordando un plan común, quizá la Argentinatendría una recuperación vertiginosa, como la tuvo cuando Alfonsín y Duhalde sealinearon tras la conducción económica de Lavagna, a comienzos de la décadapasada.
Macri se podría dedicar a las relaciones exteriores, energía y obrapública, tres áreas donde demostró eficacia, mientras el radicalismo con elperonismo, a las leyes que requieren las reformas estructurales necesarias paraque la economía avance. Si el gobierno de Macri siempre sostuvo que no podíarealizar las reformas necesarias porque carecía de poder político para lograraprobarlas en el Congreso, lo lógico no hubiera sido esperar a ganar laselecciones legislativas de 2017 y luego las de 2019 para sumar la suficientecantidad de diputados y senadores para tener mayoría en ambas cámaras, sinohaberle ahorrado esos cuatro años a la sociedad pactando con una parte delperonismo que le diera esa mayoría en ambas cámaras lo antes posible.
Con unjefe de Gabinete de la oposición, Macri tendría que renunciar a su reelección yasumir que a esa persona que designara la estaría eligiendo también comocandidata presidencial 2019 para competir con Vidal o Rodríguez Larreta. Perodejaría el gobierno como un estadista.
Otra alternativa sería nombrar un jefede Gabinete que no fuera de la oposición pero fuera lo suficientementecontrario al statu quo actual del gabinete y lo suficientemente dialoguista conla oposición como para lograr sumar confiadamente al peronismo. Los primerosnombres posibles que surgirían para esa hipótesis serían Emilio Monzó, ErnestoSanz y Rogelio Frigerio.
Probablemente Raúl Alfonsín tenía razón cuandoatribuía todos los males de la Argentina al presidencialismo excesivo denuestro sistema de gobierno y propuso la figura del jefe de Gabinete como puntode intersección con el parlamentarismo. Y quizá también Duhalde la tenga con suprédica de un sistema de acuerdos entre oficialismo y oposición bipartidario,más allá de su interés en promover nuevamente a Lavagna como prenda de esaunión. Y no sea la Argentina la que no tiene solución o la que es imposiblegobernar sino es el adanismo, con su secuela de “reelección o muerte”, lo queno tiene solución y es partero de grietas que inviabilizan las mejores ideaspor la propia dinámica de una competencia política planteada en términos denosotros y ellos.
Siempre la economía posible es resultado del apoyo políticoque la sustenta. Más allá de las distintas coyunturas internacionales, Cavallotuvo un resultado con la mayoría que gozaba Menem y otro con la minoría de laAlianza. La lira turca también está afectada por el estilo autoritario deErdogan y las turbulencias políticas de Turquía, que hasta sufrió un intento degolpe de Estado. El real brasileño padece la incertidumbre política de uncalendario electoral impredecible.
La culpa no es de Marcos Peña y losvicejefes de Gabinete sino de Macri, a quien le gusta ese sistema Argentina,Turquía y Brasil, los tres países cuyas monedas más se devaluaron a partir delaumento de la tasa de interés en Estados Unidos, son también las tres nacionescon menor predictibilidad política. Otro ejemplo es México, cuya moneda fueinicialmente muy afectada al comenzar la apreciación del dólar pero, a partirdel triunfo de López Obrador y un futuro político predecible, el peso mexicanose recuperó y es uno de los que terminaron sufriendo menos.
Macri no tiene laclásica predisposición del político al diálogo ni la empatía, ojalá que larealidad le permita desarrollarla porque, aun si fuera reelecto en 2019, algohoy menos probable, la precisará para que su gobierno tenga éxito y no sevuelva a estancar en un gradualismo eterno.