
Javier Milei juega, de a ratos, a no ser JavierMilei. Sucede desde la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, cuando le prometió a su equipo que, salvo que le quisieran hacer cambiar el rumbo de la economía, él estaba dispuesto a modificar lo que le dijeran para encauzar la gestión y retomar la iniciativa rumbo al 26 de octubre. Algunos interpretaron que había espacio para plantear un drástico cambio de rumbo. Pero quienes conocen en serio al Presidente, que son pocos, no tardaron en comprender que esas supuestas modificaciones tenían límites: no habría reestructuración del Gabinete ni una convocatoria sincera a los aliados, ni siquiera un intento por atender las demandas sociales que lo acorralan en el Congreso y ponen en jaque el valor de los vetos presidenciales. Milei, tan solo, hizo un esfuerzo por no tener desbordes emocionales en público y emergió con un tono moderado en la cadena nacional del lunes pasado, en la que hasta se privó de cerrar su presentación con el clásico “Viva la libertad carajo”. Pero este tiempo de recogimiento y de presunta paz, que contrasta con una crisis que amenaza la política, la economía y el sistema financiero estaría por llegar a su fin. No habría provocado los resultados deseados, según el monitoreo de humor social que manejan en la Casa Rosada. Los votantes blandos de Milei desconfían del giro repentino y permanecen inmiscuidos en sus problemas cotidianos, y los feligreses más fieles lo observarían como una claudicación del estilo que lo condujo al poder en tiempo récord.
Pues bien, en las últimas 48 horas -un poco por esas razones y otro tanto por su propia personalidad- Milei volvió a ser el mismo de siempre. Apeló a las descalificaciones de quienes difundieron los audios de Diego Spagnuolo y, llamativamente, dijo que fueron confeccionados con inteligencia artificial. A propósito: ¿por qué no lo reincorporan si fuera así? Milei pudo haber exhibido alguna prueba para desmentir las palabras del ex titular de la Agencia de Discapacidad o, incluso, ensayado una autocrítica por haber permitido que fuera una de las cuatro personas que más lo visitó en la Residencia de Olivos. No lo hizo. Durante su paso por Córdoba para presentarse en la Bolsa de Comercio y hacer campaña, el primer mandatario se molestó con una periodista que le preguntó por el Gordo Dan -su amigo-, atacó a Juan Schiaretti y le echó la culpa a la oposición por la suba del dólar y el riesgo país.

Mientras, su administración sucumbe frente al mercado y a la precaución del establishment. Los movimientos se iniciaron antes de la contienda bonaerense y se aceleraron tras la victoria del peronismo por casi catorce puntos en el distrito más populoso del país. Quizá, por la falta de reacción política. La velocidad de los acontecimientos hacen pensar que podría tratarse de una de las tantas crisis cíclicas que irrumpen en la Argentina. ¿Qué cartas tiene el Gobierno para detenerla?
El dólar se ancló desde el miércoles en el techo de la banda y cerró el viernes a 1.515 pesos. Muy atrás quedó la jactancia del equipo económico, que lo veía más cerca del piso de 1.000, y que se negaba a acumular reservas hasta que no descendiera a ese nivel. El riesgo país terminó en 1.442 puntos básicos, el número más alto desde la salida del cepo, lo que dejó a la Argentina con pocas chances de aprovechar el envión que el miércoles les dio la Reserva Federal de Estados Unidos a las economías emergentes, cuando bajó la tasa de interés por primera vez en el año. El Banco Central, además, tuvo que desprenderse de US$ 1.110 millones en los últimos tres días. Solo el viernes sacrificó 678 millones, una de las diez cifras más altas para un solo día de los últimos años.
Milei admitió que existen tratativas con el Tesoro de Estados Unidos para cubrir los pagos de deuda del año próximo, una montaña de dólares de 4.000 millones para enero y de 4.500 millones para julio que, desde luego, el país no tiene cómo afrontar. Viajará hoy a Nueva York para participar de la Asamblea de las Naciones Unidas y se verá con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien le entregará el premio Global Citizen Award del Atlantic Council. Desde hace tiempo se dice que Bessent podría facilitar una línea del Fondo de Estabilización Cambiaria de EE.UU, aunque la cuestión se maneja en los más altos niveles y bajo un hermetismo total. Milei podría dar un paso clave el martes a la mañana: ayer, su vocero, Manuel Adorni, informó que mantendrá una reunión bilateral con Donald Trump.

Para las elecciones nacionales quedan 24 rondas. La gran incógnita del sistema de poder pasa por saber si Milei dimensiona la gravedad de la crisis. Luis Caputo, el ministro de Economía, pasó de incentivar la compra de la divisa norteamericana con la ya célebre frase “comprá, campeón, no te la pierdas” -hace poco más de dos meses-, a decir, el jueves, que venderán hasta el último dólar con tal de sostener el sistema de bandas. ¿Alcanzará con esa voluntad? La presión sobre la moneda verde podría crecer si los argentinos siguen desarmando sus posiciones en bonos y acciones. Al economista que más visita a Milei, Juan Carlos De Pablo, le preguntaron en El Destape si alcanzarán las reservas para satisfacer la demanda. Su respuesta fue: “Solo Dios sabe”.
El Presidente luce como un león enjaulado, de acuerdo a sus confidentes, y cierra filas, como siempre, con su hermana, Karina, a quien el aparato de comunicación extraoficial le montó días atrás un operativo de reivindicación en las redes sociales. El Círculo Rojo, que presionó con fuerza para fomentar cambios en la estructura de poder libertaria después de que se contaron los votos, acaba de volver a comprobar que Milei y su hermana son indivisibles y que, llegado el caso, la hermanísima toma decisiones con mano de hierro y, a veces, de modo inconsulto. Es muy difícil acceder a ella. Empresarios, inversores, hombres de medios y viejos operadores de la política lucen desconcertados.
La secretaria General de la Presidencia trabaja con la idea de que La Libertad Avanza no necesita acuerdos políticos. Que le basta con soldados que digan que sí. Por eso se negó a hacer pactos electorales. Con esas premisas armó las listas y los cierres electorales, desairando a gobernadores cercanos que, hasta no hace tanto, estaban rendidos a sus pies y colaboraban con las votaciones en el Parlamento. A varios de ellos, ahora, los guía un espíritu de venganza.
El martes, un día antes de que se produjeran los rechazos a los vetos en la Cámara de Diputados a la ley de emergencia pediátrica y al financiamiento de las universidades, desde la Casa Rosada, Lisandro Catalán y Martín Menem unieron en un Zoom a los diputados más cercanos, como Cristian Ritondo, Pablo Cervi y Rodrigo De Loredo, y a los tres gobernadores con los que van en alianza electoral en sus provincias, Alfredo Cornejo (Mendoza) Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Leandro Zdero (Chaco). Intentaron seducirlos y explorar una salida al conflicto.
Uno de los mandatarios propuso, con el apoyo de sus pares, buscar alguna excusa -anuncio, promesa o lo que fuera- para que los diputados pudieran cambiar el voto. Hasta se sugirió que se rastreara algún mecanismo para que quedaran vigente la leyes hasta que se aprobara el Presupuesto. No hubo caso. Los funcionarios mileístas pretendían convencer a los gobernadores de que sus legisladores y otros afines comprendieran la gravedad del momento y modificaran su postura en el Parlamento. Hablaban, también, de que a la oposición le costaría mucho llegar a los dos tercios de los votos.
“Los votos para sostener el veto no están. No nos mientan más”, dijo Cornejo. El clima se puso tenso, pero el mendocino subió la apuesta: “Tampoco le mientan más al Presidente”. Los mandatarios planteaban que no podían ir en contra de la educación pública ni del recorte al Hospital Garrahan. Ritondo procuró interceder varias veces, como lo hizo en el recinto, sin suerte. Menem, casi vencido, pidió ayuda explícitamente. “Es que tienen que aflojar, hay que negociar. Si estuvieran a un voto, ponele, pero están muy abajo”, decían Frigerio y Zdero. No aflojaron. Los vetos comenzaban a naufragar en Diputados.

El jueves, La Libertad Avanza recibiría una nueva derrota parlamentaria, esta vez en el Senado. La oposición volteó el veto que rechazaba el reparto automático y la coparticipación de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) a las provincias. Para que el veto definitivo caiga lo tiene que rechazar también la Cámara Baja.
Aturdido por las derrotas, ese mismo día, en el Gobierno citaron a la Quinta de Olivos a cerca de 80 personas, entre voceros, candidatos, jefes de campaña, funcionarios e influencers como Iñaki Gutiérrez, Mariano Pérez, Alejandro Rozitchner, Diego Recalde y Virginia Gallardo, a quien -cuando vieron llegar tirando besos a los camarógrafos- un funcionario que goza con el humor ácido recibió con un: “Ahí viene la futura ministra de Economía”, en alusión a una vieja discusión televisiva con Axel Kicillof.
Los habían convocado para una disertación de casi tres horas de Milei y su gurú, Santiago Caputo, en la que ambos trataron de recuperar la mística de campaña perdida y transmitir que todavía hay mucho para hacer de cara a octubre.
Luego, también en Olivos, hubo una segunda reunión, en la que se terminó de definir que Pilar Ramírez y Caputo serían los responsables de la campaña, ambos bajo la supervisión de Karina Milei. “¿Y Lule Menem?”, se preguntó un vocero, que no vio al asesor karinista en ninguno de los encuentros. “¡Afuera!”, le contestaron. Pero era, apenas, un deseo. Al rato se supo que Lule gozaba de buena salud política. Que Karina, por ahora, no tiene previsto apartarlo de ningún lado.