Domingo, 22 de junio de 2025   |   Campo

La bisnieta de un famoso gobernador cordobés busca revitalizar un pueblo rural en crisis.

La bisnieta de un famoso gobernador cordobés busca revitalizar un pueblo rural en crisis.

El 2 de junio del próximo año se cumplirán 80 años del fallecimiento del doctor Ramón J. Cárcano, quien ocupó en dos ocasiones el cargo de gobernador de Córdoba, fue director de Correos, presidente del Consejo Nacional de Educación, diplomático, historiador, y miembro de las academias nacionales de Historia, Letras, Agronomía y Veterinaria. Prolífico escritor y hombre de campo, dejó un legado significativo.

En su autobiografía *Mis primeros ochenta años*, recordó que en 1886 compró a la Compañía de Tierras del Ferrocarril Central Argentino “un lote de campo en inmediaciones de Villa María, sobre el río Tercero, a doce pesos la cuadra, pagaderos en cinco años sin intereses. Son condiciones normales de venta establecidas por la empresa para colonizar las tierras de la concesión”. Aunque le ofrecieron lotes en otras ubicaciones, decidió adquirir este al tener conocimiento de un parte del general Juan Bautista Bustos, que comunicaba la derrota de las tropas santafesinas: “Resolví esperar al enemigo en este lugar de la Herradura, por ser campos de muy buenos pastos, y tener mis flancos y retaguardia por un recodo del río”.

Don Ramón dejó numerosos testimonios de su vida rural: “Yo mismo conduzco los bueyes, abro el surco inicial y doy el primer golpe de pala para cavar los cimientos de la nueva vivienda. Es un juramento ante mi propia voluntad…”. Así, el “pajonal salvaje y estéril se convierte paulatinamente en prado de cultivo y cría, y surge el agua en el páramo indígena”. Allí formó su familia, y aunque a veces contaba con la ayuda del sol, la tierra y las lluvias, en otras ocasiones estas se hacían esperar; sin embargo, la paz del campo nunca lo hizo “sufrir”, escribió.

Desfile gauchesco en Cárcano, provincia de Córdoba

Reconoció en esas páginas que carecía de conocimientos agrícolas en ese momento, pero trabajó con empeño y algo de suerte; añadió: “confío en el saber y experiencia de viejos vecinos y amigos”. Pronto se dio cuenta de que esas personas, nativas del campo, a veces tenían ideas equivocadas y prejuicios que llevaban a errores, por lo que comenzó a buscar información más ilustrada. Su conocimiento sobre temas agropecuarios llegó a tal punto que, desde octubre de 1921 hasta octubre de 1924, fue decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.

Para él, el campo se transformó en “una fuente espiritual, un centro de afectos sanos y fuertes. No pretendo la gran fortuna, nunca la busco. Me basta el bienestar que conserva la dignidad y la altivez”, enfatizando que “el enorme desnivel entre la riqueza personal y la pobreza de la masa es el gran dolor de nuestra civilización”. En todo momento procuró el bienestar de la comunidad alrededor de la estación del ferrocarril, tarea en la que su esposa Anita fue una colaboradora constante y su hijo Miguel Ángel, apenas lo permitía su edad, se convirtió en “el compañero de laboratorio”. Este último, que siguió sus pasos, relató en alguna ocasión: “Muy joven me atrajo la vida campesina. A orillas del Río Tercero aprendí las faenas rurales. Fui jinete y enlazador en los campos de La Herradura, donde pastaban grandes rodeos y crecían inmensos trigales. En los rastrojos hallábamos sables y tercerolas herrumbradas, restos de los famosos combates entre los caudillos Bustos y López. Eran documentos vivos de la historia nacional”.

La localidad de Ramón J. Cárcano comenzó a declinar con el tiempo, al igual que muchas poblaciones del interior. El 1º de junio pasado, a iniciativa de la bisnieta de don Ramón, Anne Marie Ward Cárcano, el pueblo se transformó con edificios renovados y calles arregladas. La cripta en la iglesia local, donde descansan Cárcano, su esposa Ana Zumarán y otros familiares, fue puesta en valor y se celebró un evento con una misa, un desfile de agrupaciones tradicionalistas encabezado por Anne Ward, y la presencia de escuelas con música y un almuerzo popular.

Anne expresó su compromiso: “Veíamos que el pueblo se estaba decayendo desde el cierre de la estación, no podía permitir que se perdiera, por eso organizamos esta fiesta para reunir a la comunidad y a quienes quieren a Cárcano; deseamos que este pueblo crezca y sea un hermoso lugar para vivir”. Aunque los habitantes no llegan a 60 personas, ese día se reunieron varios cientos, felices por el impulso que puso sobre sus hombros la familia fundadora. Quedó la promesa de repetir anualmente este encuentro, que revitalizó las tradiciones de los pueblos rurales, convirtiéndose en un ejemplo a imitar en diversas regiones del país.

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