Domingo, 17 de agosto de 2025   |   Campo

La Argentina sufre la pérdida de 612.000 toneladas de nitrógeno anuales en sus suelos agrícolas

La Argentina sufre la pérdida de 612.000 toneladas de nitrógeno anuales en sus suelos agrícolas

Ismail Cakmak, reconocido experto mundial en nutrición de cultivos, señaló que “en la Argentina se están agotando los nutrientes de los suelos debido a una insuficiente reposición con fertilizantes. Se estima que se pierden 612.000 toneladas de nitrógeno al año, 106.000 toneladas de fósforo y 58.000 toneladas de azufre, a causa de una agricultura que compromete las condiciones químicas de los suelos”.

“De los seis cultivos principales, el 70% de estas pérdidas es atribuible al maíz y la soja. En particular, en las regiones donde se cultiva soja, se repone, en promedio, solo el 10% del nitrógeno consumido, el 48% del fósforo y el 28% del azufre. Estos tres nutrientes son extraídos del suelo durante la cosecha, y la reposición no es suficiente, lo que provoca un incremento en la deficiencia cada año”, advirtió este especialista de la Universidad de Sabanci, Estambul, Turquía.

Durante un seminario organizado por Fertilizar y la Facultad de Agronomía de la UBA, el experto recordó que la zona pampeana argentina “es la usina de producción agrícola y de carne. Son 75 millones de hectáreas que enfrentan una serie de desafíos, siendo uno de los más grandes la nutrición insuficiente. Este problema avanza de manera oculta, ya que es necesario analizar los suelos y las plantas para detectar su magnitud”, alertó.

Ismail Cakmak: “En la Argentina se están agotando los nutrientes de los suelos por insuficiente reposición con fertilizantes”

Cakmak también advirtió que “la deficiente nutrición mineral genera cultivos débiles y poco tolerantes al estrés ambiental, principalmente durante eventos de sequía con altas temperaturas”. Enfatizó que los nutrientes minerales desempeñan varias funciones, pero una de las más críticas es reducir la susceptibilidad de las plantas a situaciones ambientales extremas.

A su juicio, el maíz y la soja son los principales responsables de esta degradación del suelo, ya que no reciben la fertilización adecuada. Este fenómeno se observa incluso en la soja, que, al ser una leguminosa, puede fijar parte del nitrógeno que consume.

El especialista también subrayó la importancia de prestar atención a los micronutrientes, como el azufre, zinc y boro, que a menudo son desestimados, además de los macronutrientes tradicionales (nitrógeno, fósforo y potasio).

Al abordar la problemática del fósforo, uno de los nutrientes esenciales para las plantas, necesario para un adecuado desarrollo de raíces, flores y frutos, Cakmak destacó que este nutriente es particularmente crítico por su influencia en la fijación de nitrógeno en la soja.

Es decir, existe una correlación estrecha entre el contenido de nitrógeno en las plantas de soja y el contenido de fósforo en el suelo. Con mayor fósforo, se generan más nódulos y, por ende, más fijación de nitrógeno. Inversamente, los suelos deficientes en fósforo disminuyen la fijación simbiótica de nitrógeno en la soja. “El fósforo juega un papel fundamental en la fisiología de los nódulos”, resumió el especialista.

Cakmak también destacó la función del azufre en la fijación de nitrógeno de la soja, al afirmar que “suelos carentes de fósforo y azufre afectan la producción del nitrógeno necesario para el desarrollo normal de la oleaginosa”.

El especialista también resaltó la necesidad de prestar atención a los micronutrientes habitualmente no considerados (azufre, zinc, boro, etc.), además de los macronutrientes clásicos (nitrógeno, fósforo y potasio)

Luego se refirió a otras funciones del azufre. “Es un nutriente clave para el desarrollo saludable de las plantas; interviene en la formación de aminoácidos y proteínas, y en la defensa contra enfermedades y plagas”, enumeró. Además, favorece la resistencia de las plantas a la sequía y a las altas temperaturas.

Cakmak alertó que “cuando un cultivo enfrenta situaciones extremas, la primera respuesta fisiológica es la producción de la hormona del estrés, que cierra los estomas de las hojas y hace que las plantas ahorren agua”.

Después, vinculó la producción de la hormona con el azufre. Señaló que “normalmente, en las plantas, los sulfatos se transforman en cisteína y otros compuestos azufrados que las protegen contra patógenos”. En condiciones de estrés, la cisteína es crucial para la producción de la hormona del estrés que cierra los estomas. Así, ante sequías, aumenta la concentración de sulfatos, que se convierten en cisteína, generadora de la hormona que activa el mecanismo defensivo en las hojas.

Más adelante, Cakmak recordó que “la formación de granos depende, en gran medida, del carbono que proviene de las hojas. Normalmente, la masa foliar realiza la fotosíntesis, lo que indirectamente influye en el rendimiento de grano. Sin embargo, si hay un estrés ambiental, las hojas no pueden llevar a cabo la fotosíntesis y deben obtener carbono del tallo.

Normalmente, el tallo contribuye solo con un 10-15% en el rendimiento, pero bajo condiciones de estrés, se convierte en el principal proveedor de carbono para el rendimiento del grano. Para validar esa afirmación, Cakmak indicó que “si las plantas sufren estrés térmico o hídrico, la correlación entre el peso del tallo y el peso de las espigas es muy alta”. Por ello, el diámetro y la altura del tallo, así como el transporte de asimilados hacia el grano, son aspectos de gran importancia.

La charla del experto contó con una nutrida concurrencia

Posteriormente, amplió: “El diámetro del tallo depende en gran medida de la disponibilidad de potasio, un nutriente que lo mantiene erguido y favorece su alto crecimiento”. En cambio, en suelos deficientes en potasio, los tallos se debilitan, se inclinan y son más propensos a caer ante vientos fuertes.

El zinc es otro micronutriente esencial para el crecimiento de las plantas. Cumple diversas funciones, como la activación de enzimas, la síntesis de proteínas, la formación de clorofila y la regulación de hormonas de crecimiento. La deficiencia de zinc se manifiesta por la falta de granos en la parte apical de la mazorca de maíz.

Este nutriente también ayuda a mitigar el estrés por altas temperaturas y sequías. “En suelos deficientes, los granos se desarrollan menos cuando las plantas enfrentan condiciones extremas”, advirtió el técnico.

En este sentido, Cakmak proyectó que “Argentina podría producir granos fortificados, con más zinc y otros micronutrientes, para exportar a regiones con deficiencias y generar un diferencial de valor en el mercado”.

Esta fortificación es una estrategia que, mediante el uso de fertilizantes minerales específicos, aumenta el contenido de nutrientes esenciales en los granos mientras la planta crece en el lote. El objetivo es combatir un problema global conocido como “hambre oculta”, que hace referencia a la insuficiencia de minerales como zinc, selenio, yodo o hierro en la dieta, afectando silenciosamente la salud de 3.200 millones de personas en el mundo.

“Se puede comer bien, pero sufrir deficiencias de nutrientes. Eso no se ve a simple vista, por eso lo llamamos hambre oculta”, explicó el especialista de la Universidad de Sabanci, Estambul.

“El boro es un nutriente clave para el crecimiento de las raíces, a menudo descuidado en la agricultura”, criticó Cakmak. Este nutriente apoya el desarrollo de las paredes celulares, el transporte de azúcares y el desarrollo de frutos y semillas. Los síntomas de su deficiencia incluyen necrosis en las puntas de las hojas.

Es un elemento que carece de movilidad, por lo que es más conveniente aplicarlo al suelo, cerca de las raíces. Si se aplica foliarmente, llega solo a las hojas tratadas, pero no a las nuevas debido a su nula movilidad.

“La eficiencia en el uso del nitrógeno es muy importante y no solo depende de este nutriente”, subrayó Cakmak. Por ejemplo, en maíz se observa una interacción con el azufre. Con niveles bajos de este micronutriente en el suelo, las hojas más viejas amarillean y presentan menor concentración de nitrógeno, a pesar de que se haya aplicado una dosis alta al suelo, ya que las plantas no pueden absorberlo. En cambio, con un buen suministro de azufre, las hojas mantienen un color verde intenso y saludable.

Recientemente, han ingresado al mercado productos biológicos que contribuyen a la nutrición de los cultivos. Al respecto, Cakmak advirtió que “no pueden reemplazar la fertilización mineral, aunque sí pueden complementarla, al mejorar la disponibilidad de los nutrientes en el suelo de manera sinérgica”.

Ismail cuantificó que una hoja de 100 gramos necesita 3 gramos de potasio y 5 gramos de azufre. “Los biofertilizantes pueden ayudar a movilizar o solubilizar nutrientes, pero no aportan toda la cantidad requerida por la planta”, concluyó.

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