Domingo, 9 de noviembre de 2025   |   Nacionales

Justicia social intergeneracional: el nuevo eje de la agenda política argentina

Justicia social intergeneracional: el nuevo eje de la agenda política argentina

Continúa de ayer: Para lograr la moderación no hay que ser moderado

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Una de las palabras que Javier Milei repite con frecuencia en su vocabulario de difusión económica es “intertemporal”. El término alude a la relación entre dos períodos y se emplea en economía para comparar el valor en distintos momentos del pasado y del futuro respecto del presente. Concepto introducido en 1984 por el economista canadiense John Rae en su obra Teoría sociológica del capital, y ampliado en 1930 por su colega norteamericano Irving Fisher en su libro La teoría del interés: determinada por la impaciencia por gastar los ingresos y la oportunidad de invertirlos. En medio de ambos, el ministro de Finanzas de Austria entre 1895 y 1904, Eugen von Böhm-Bawerk, escribió Capital e interés, obra que Ludwig von Mises elogió como “la contribución más eminente a la teoría económica moderna”, difundida por la Escuela Austríaca de Economía en Estados Unidos a través de Libertarian Press. Probablemente de allí provenga la recurrencia del término en Milei.

El reportaje largo de PERFIL hoy está dedicado al mayor especialista en economía transgeneracional y considerado por The Economist uno de los 25 economistas más influyentes del mundo, Larry Kotlikoff. Su aporte se centra en denunciar la infracontabilización de los pasivos que consumen capital de las generaciones futuras. Un ejemplo vigente en la Argentina es el no registro como déficit cuasi fiscal de los intereses capitalizados en la renovación de la deuda en pesos: se refinancia la deuda pero no se reconoce ese interés como gasto. Existen, sin embargo, muchas formas de pasivos, desde los ecológicos hasta los jubilatorios.

Ya en 2013, el autor de El capital del siglo XXI, Thomas Piketty, cuestionaba la contabilización del Producto Bruto Interno porque no incluye la cuenta de capital. Por ejemplo, en aquella Argentina kirchnerista se consumían reservas energéticas sin invertir en exploración, un pasivo; y en la propuesta de Milei, al no registrar la amortización del capital –como ocurre en todos los PBI del mundo– y al eliminar la obra pública, el supuesto superávit fiscal resulta engañoso porque se obtiene a costa de consumir infraestructura que no se repone.

Se podría decir que los gobiernos peronistas tienden a consumir stocks acumulados del pasado —las reservas energéticas o fondos previsionales, por ejemplo—, mientras que los gobiernos de corte neoliberal o libertario suelen consumir stocks del futuro en forma de deuda. Unos agotan lo heredado; otros postergan el costo hacia adelante, pero ambos afectan a las generaciones venideras.

Sin llegar al extremo de esquemas Ponzi que se sostienen sólo mientras ingresen nuevos aportantes, existen múltiples sistemas con riesgo de sustentabilidad intertemporal. La caída de la natalidad junto al aumento de la longevidad genera dificultades para las prepagas en todo el mundo: las personas concentran cerca del 80% de los costos médicos en los últimos años de vida, financiamiento que hasta ahora se sostiene con la incorporación de jóvenes que aportan pero consumen poco.

Más allá de los cálculos actuariales y de cómo contabilizar correctamente activos y pasivos, Kotlikoff propone simplificar trayendo todo al valor presente para homogeneizar magnitudes de distintos momentos temporales. El problema persiste porque la discusión pasa por cuál es la tasa de descuento futuro, variable que depende del fluctuante riesgo país. Lo relevante es que, al abrir la caja de Pandora, la discusión intertemporal entra en la arena política.

Milei podría sostener que, para potenciar la generación de riqueza futura y así permitir una mayor justicia social en ese porvenir, está dispuesto a aumentar la pobreza potencial presente (la baja menos o la sube más dentro del marco de posibilidades) con el argumento de que, si en 2065 somos uno de los países más ricos del mundo, el conjunto de argentinos —presentes y futuros— disfrutará de una mayor equidad intertemporal.

¿Generó justicia social Cristina Kirchner al consumir durante ocho años las reservas del Banco Central, las energéticas y el saldo positivo de cuenta corriente, duplicando el gasto público sobre el PBI para mejorar claramente la vida de la mayoría en ese período, aunque luego ese nivel de gasto resultara insustentable y se convirtiera en un boomerang?

Pero resulta aún más interesante, y se encadena con la columna de ayer –que reflexionaba sobre distintas paradojas del voto bajo el título “Para lograr la moderación no hay que ser moderado”–, observar que una parte significativa de los jóvenes intuye esta idea de justicia social intertemporal y la expresa votando en mayor proporción por La Libertad Avanza.

Ellos son el bonus demográfico que hoy tiene la Argentina y que el descenso de la natalidad hará desaparecer en las próximas décadas. De los aportes y retenciones sobre sus sueldos, y de las contribuciones de quienes los contratan, proviene en parte el financiamiento del sistema jubilatorio, de la salud pública y de la educación que muchos de esos jóvenes no usan actualmente. Del mismo modo, quienes trabajan en la informalidad podrían preferir mantener esa situación si registrar el empleo implicara costos que finalmente se les trasladen.

También resulta comprensible, en menor medida, el voto por La Libertad Avanza entre las personas mayores: el paraíso que promete Milei en un futuro no cercano no podrán disfrutarlo ellos, mientras que el sacrificio presente consumirá gran parte del tiempo de vida que les queda.

Obviamente existen solidaridades intergeneracionales —jóvenes que piensan en sus abuelos y mayores que se preocupan por sus nietos—. Pero como escribió John Maynard Keynes en 1923 en su Breve tratado sobre la reforma monetaria: “En el largo plazo, todos estaremos muertos”.

En cualquier caso, vale la pena leer hoy a Larry Kotlikoff.

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