
El Gran Hermano está contento con su participante estrella. Acaba de lograr un éxito resonante que elevó el rating del programa justo cuando parecía que el público le había bajado el pulgar en la votación. Está a punto de obedecer una cláusula máxima reclamada por el organizador del evento y muestra voluntad para conseguir lo que los productores habían escrito como guion central para mantener el éxito. Pero, incansables, preparan para dentro de tres meses el confesionario, donde nuevamente el participante deberá rendir cuentas, comprometerse a cumplir lo incumplido y ponerse a disposición del director del envío. Y también del dueño del canal.
Argentina “no está nominada” y pasó satisfactoriamente la prueba del 26 de octubre, recibiendo un espaldarazo para el plan económico de Javier Milei. Ahora tendrá dos meses para transitar el fin de 2025 y el comienzo de 2026 sin mayores problemas con los directores de cámara; e incluso podrá hacer alguna demostración de fuerza ante el gran ojo orwelliano que mira desde Washington. Pero, para seguir participando del acuerdo de facilidades extendidas firmado el 11 de abril del año pasado, en algún momento de enero deberá volver a sentarse en el sillón de los cuestionamientos y responder algunas preguntas difíciles. Especialmente una: cómo piensa aumentar el nivel de reservas del Banco Central durante el primer semestre de 2026 para, ahora sí, cumplir a rajatabla con la imposición del organismo que maneja Kristalina Georgieva y lograr un incremento en los dólares en poder de la entidad monetaria. Así podría poner tilde verde a la única meta concreta comprometida con el FMI que le resulta esquiva.
Desde Buenos Aires aseguran que el año se cerrará sin problemas de superávit fiscal, con un nivel de ahorro entre ingresos y gastos que no comprometerá el pacto del 1,5% del PBI. También se sabe que no hubo ni habrá emisión monetaria durante 2025. El FMI ve ambas consignas como el gran activo argentino y los pilares de la buena conducta local.
Ve el Fondo con satisfacción que, además, desde la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda se abrió la etapa posterior a las elecciones del 26 de octubre como un período donde Javier Milei y el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, no perdieron el tiempo. Al punto de haber cerrado una demanda impostergable del organismo internacional: aprobar el Presupuesto 2026, incluyendo el articulado donde figura el nuevo endeudamiento con el Fondo por unos US$ 20 mil millones (convirtiéndolo en legal) y las metas y objetivos del próximo año. No habría problemas políticos para que el Presupuesto se aprobara en el Congreso en sesiones extraordinarias entre el 11 y el 31 de diciembre. El flamante ministro del Interior, Diego Santilli, ya tendría negociados los votos de los gobernadores dialoguistas y algunos legisladores provinciales aliados. Por primera vez en tres años, un presidente trabajará con Presupuesto legal. Pero no cualquier Presupuesto: uno que legalice el acuerdo con el FMI y le dé vía libre institucional al “gran cambio argentino” que protagoniza el jefe de Estado libertario.
El Gran Hermano de Washington ve otra realidad positiva. Milei avanza en la primera gran reforma estructural comprometida con el FMI: la laboral. Según se sabe en la sede del organismo, podría convertirse en realidad durante el primer bimestre del año, también en sesiones extraordinarias. Para el Fondo es algo más que positivo, casi extraordinario. Son cambios reclamados desde los años del menemismo, sin mayor éxito.
Sin embargo, para el FMI siempre hay un “pero”. De las tres reformas reclamadas, la laboral era la menos importante. Los técnicos del Fondo hubieran preferido que el primer cambio estructural fuese el tributario o el previsional. Ven que Argentina tiene problemas serios de consistencia en los ingresos impositivos: en los últimos dos meses, la recaudación de la AFIP vino por debajo de la inflación, algo insostenible en el tiempo. En el caso previsional, el sistema está quebrado y casi el 20% del gasto en jubilaciones y pensiones –miserables, por ciert– debe cubrirse con “préstamos” de otros impuestos como IVA, Ganancias o retenciones. Temen que la fuerza política y el ímpetu reformista se aplaquen durante 2026 y que solo se concrete la reforma menos importante.
Aun así, no es tiempo de críticas, sino de sorpresa. Lo que no implica que el Fondo no prepare artillería para cuando el participante vuelva al confesionario, entre la segunda quincena de enero y la primera de febrero. Entonces llegarán a Buenos Aires los técnicos comandados por el siempre paciente y firme Luis Cubeddu, economista venezolano encargado del caso argentino. Será el momento de reclamar el incremento de reservas, el capítulo más grave para el FMI y casi el único reclamo para Milei en 2026.
Hay algo que al Fondo le da satisfacción: que el tipo de cambio esté elevado y se mueva en lo que consideran su valor de equilibrio. Según el acuerdo de facilidades extendidas, ese valor debía ser un 20% superior a la cotización del 11 de abril (1.097 pesos). Para el Fondo, el dólar mayorista debía ubicarse en torno a los 1.300 pesos, con un Banco Central comprando divisas a los exportadores sojeros. Nada de eso ocurrió y las reservas de la entidad que dirige Santiago Bausili están hoy algo peor que al inicio del acuerdo, salvo por los dólares del FMI, los acumulados por el Tesoro vía superávit fiscal y la activación del swap de Estados Unidos, dinero que se usará para pagar el vencimiento del 9 de enero por unos US$ 4.300 millones.
El FMI no ve con malos ojos que continúe el esquema de bandas y que, para enero, el dólar mayorista opere por arriba de los 1.500 pesos, siguiendo la consigna de un incremento mensual del 1%. Es un valor más cercano al que reclamaba el Fondo y que habría permitido aumentar las reservas del Central entre abril y julio de 2025. Algo que no ocurrió y que, para el organismo, explica los desequilibrios cambiarios y financieros que mantuvieron en vilo al Gobierno durante el proceso preelectoral y derivaron en el salvataje de Estados Unidos.
En definitiva, Argentina volverá recién en enero al confesionario del Gran Hermano. Recibirá algunas felicitaciones y una tunda verbal por no haber podido acumular reservas. Pero seguirá participando en el reality. Y, lo más importante, durante el próximo año recibirá los US$ 6 mil millones que el Fondo debe girarle para completar los US$ 20 mil del acuerdo de facilidades extendidas. Dinero de deuda que, una vez aprobado el Presupuesto 2026, ya será un pasivo legal.




